«La Chucua de la Vaca»
Patrimonio cultural y ambiental de Techotiba
Por: Mauricio Castellanos
La Chucua de la Vaca, ubicada en la localidad octava, Kennedy, en la UPZ 80 Corabastos, era parte de una antigua laguna que cubría la mayor parte del occidente de la ciudad, la cual se mantuvo hasta la llegada de los invasores europeos. Así lo reseña un artículo de prensa del periódico El Tiempo de 1993:
“Antes de la conquista, los chibchas navegaron y construyeron bohíos flotantes. Levantaron canales de riego y drenaje para sus sementeras. Además de papa y maíz, basaron su alimentación en pescado (la caza era privilegio de caciques). Proliferaban los peces sabaneros, ahora extintos, la guapucha (Grundulus bogotensis) y el capitán (Eremophilus mutissi), que los españoles aprendieron a comer ahumados y salados con sopa de cangrejo sabanero”.
Es importante resaltar que las comunidades de los pueblos ancestrales tenían una relación armoniosa con la naturaleza, hecho que no solo garantizó la conservación de los ecosistemas, sino también el vínculo espiritual. Como lo relata el autor anónimo del Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada, uno de los primeros documentos sobre la historia de la ciudad de Bogotá vista desde los ojos de los españoles cristianos llegados en 1537:
“Tienen muchos bosques y lagunas consagradas en su falsa religión, donde no tocan a cortar un árbol ni tomarán una poca de agua por todo el mundo. En estos bosques, ban tanbién a hazer sus sacrificios y entierran oro y esmeraldas en ellos. Lo qual está mui seguro que nadie tocará en ello, porque pensarían que luego se habyan de caer muertos”.
En el proceso de colonia inicia la destrucción de los grandes cuerpos de agua en el territorio que hoy constituye el occidente de la ciudad, según las investigaciones históricas en Fontibón y Techotiba hechas por el historiador Roberto Velandia y reseñadas también por el artículo de prensa en mención. Señalan:
“Roberto Velandia narra en su libro Fontibón, pueblo de la Real Corona que, en invierno, hacia 1600, las canoas llegaban desde este municipio hasta la zona de Techo… Los españoles introdujeron la ganadería, y requirieron caminos para sus carruajes. A mediados del siglo XVII, la lucha entre el bogotano y los pantanos se inició con la construcción de los primeros camellones. Un hidricidio colectivo en el que el cuidado de los ríos fue ajeno a los bogotanos. A la deforestación que disminuía los cauces se sumó el progreso. A cien años de la fundación, el agua que se traía de las cabeceras del Vicachá y el Manzanares terminó convertida en alcantarillas y foco de infección en sus cursos bajos”.
A raíz de este ecocidio, los grandes cuerpos de agua se fragmentaron, cuestión que se mantuvo hasta inicios del siglo XX, cuando los procesos de modernización y la extensión de la infraestructura de la ciudad al territorio de Techotiba produjo una mayor división de la laguna del Tintal. Como lo reconoce la Alcaldía de Bogotá en su página web cuando se consulta información sobre el humedal La Vaca:
“Con la construcción del Aeródromo de Techo y la avenida de las Américas, en los años 30, fraccionaron la laguna el Tintal en cinco (5) cuerpos de agua reducidos, formando los actuales humedales de Tibanica, La Vaca, El Burro, Techo y la Laguna Timiza”.
Urbanizar sin planeación
Desde mediados del siglo XX, el problema de la vivienda en Bogotá ha sido una de las situaciones sociales más delicadas de la ciudad, por cuenta del desplazamiento generado por la violencia en el campo, que aumentó la población no solo en la capital, sino también en las ciudades principales.
Muestra de ello es el crecimiento de la población: en 1900 la ciudad tenía 100.000 habitantes y comenzó a crecer en un promedio de 125.000 personas cada diez años. En 1940 la cifra ya superaba los 330.000, con un ascenso ostensible en la década de los cincuenta, cuando llegó a 715.250 habitantes. Doce años después, en 1962, llegaba a una población de 1.200.000 habitantes, y en 1970, llegó a 2.371.000, aproximadamente. Este crecimiento demográfico se ha mantenido hasta nuestros días, lo que ha generado un déficit de vivienda permanente para los más pobres de la sociedad.
En la década de 1960, ante este déficit para los sectores populares, se inauguró el Proyecto de Ciudad Techo, hoy Ciudad Kennedy, en el territorio ancestral de Techotiba, por los presidentes John F. Kennedy, de Estados Unidos, y Alberto Lleras Camargo, de Colombia. Se trató de un plan enmarcado en la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo liderado por los gringos, denominado “Alianza para el Progreso”, nacido en Punta del Este, Uruguay, en agosto de 1961. Dicho plan se presentó como un programa de ayuda económica y social para América Latina, pero, en el fondo, era un plan político y militar contra Cuba.
Ciudad Techo no mitigó las problemáticas urbanas de vivienda, ni la falta de políticas públicas para los sectores más pobres de la población; por el contrario, hizo que millares de familias recurrieran a soluciones de lotes sin servicios que ofrecían los urbanizadores piratas en los sectores de Patio Bonito y Britalia, con el aliciente de la cercanía a la Corporación de Abastos, inaugurada en 1972. Esto generó la aparición de unidades de vivienda precarias en donde vivían muchas familias cuyo ingreso económico dependía de Corabastos, lo que generaba condiciones de miseria y marginalidad.
Sin embargo, en los archivos de planeación se encontraron solicitudes desde el 4 de julio de 1967 mediante las cuales los habitantes de la UPZ Corabastos solicitaban a Urbanizaciones Martínez Cárdenas y Cía. Ltda., por intermedio del Departamento Administrativo de Planeación Distrital (DAPD), se les informara sobre la posibilidad de contar con servicios públicos para la Urbanización Saucedal. Las solicitudes se respondieron por dicho departamento mediante el oficio 005073 del 17 de julio de 1967, donde se expresaba lo que básicamente se volvería la respuesta a solicitudes posteriores: “Atentamente le informamos a Uds., que este departamento se abstiene de tramitar la posibilidad de servicios, para el predio de la referencia, por encontrarse por fuera del distrito sanitario”.
Años más tarde, en 1974, se realizaron unas consultas para urbanizar, como es el caso del radicado 2324 de marzo del mismo año, por parte de un ciudadano de apellido Bonilla, y la solicitud del 4 de junio del mismo año, suscrita por Alberto Morales Vargas en representación de la firma Gaviria & Morales Ltda. En esta última solicitud se pide reconsiderar la respuesta respecto a no poderse urbanizar el predio Corabastos, por encontrarse por fuera del perímetro sanitario, lo que impedía tener servicios públicos. Esta cuestión fue respondida nuevamente por Planeación Distrital, con el oficio No 4789 del 22 de julio de 1974, proyectado por la Oficina de Normas Mínimas y suscrito por el doctor Roberto Rodríguez, y deja abierta la posibilidad de urbanizar el terreno manifestando: “En atención a su solicitud, este departamento se permite informarle que el predio de la referencia tendrá la posibilidad de ser urbanizado siempre y cuando cumpla la totalidad de las normas y la tramitación del Acuerdo 20 de 1972 y sus decretos reglamentarios 1259 y 1280 de 1973 y del Decreto 159 de 1974”.
Teniendo en cuenta lo anterior, los primeros barrios del sector de la UPZ 80 fueron Llano Grande y Saucedal, fundados a mediados de la década de los setenta. Allí hubo conflictos con los urbanizadores, lo que obligó a la intervención de la Superintendencia Bancaria, quienes mediante la Resolución 6854 del 21 de noviembre de 1979 ordenó la intervención de la señora Dilcia Susan de Alejo, responsable del barrio Llano Grande. Por su parte, la Resolución 7135 del 4 de diciembre del mismo año ordenó la intervención del responsable del barrio Saucedal, el señor Luis Rodríguez.
El proceso de urbanización de la UPZ 80 cogió nuevos bríos hacia mediados de la década de 1980, cuando se inició el proceso de urbanización del humedal la Chucua de la Vaca, ubicado entre la pared sur de Corabastos y los límites del barrio Gran Britalia, con el inicio de venta de lotes de manera ilegal en el barrio Villa La Torre en 1986, proceso denunciado por la Junta de Acción Comunal del barrio Britalia el 2 de mayo de 1986. En la denuncia informaron que los vendedores eran los señores Oswaldo Ortiz, Guillermo Ortiz, Raúl Bernal, Guillermo Garavito, Gustavo Múnera y Álvaro Chávez, según consta en la respuesta que el DAPD dio a la División de Vivienda de la Superintendencia Bancaria, mediante el oficio 11525 del 20 de noviembre de 1986.
Las dificultades que tuvieron los propietarios de los primeros barrios de la UPZ 80 Corabastos, las cuales están documentadas en las carpetas barriales de la biblioteca de Planeación Distrital, fueron las mismas para más de catorce barrios que surgieron entre 1986 y 1991. En el solo proceso de legalización, cada uno de los barrios gastó en promedio doce años, tiempo en el que tuvieron que vivir con todas las problemáticas sociales y la carencia de servicios públicos.
En medio de la destrucción del cuerpo de agua y la marginalidad impuesta por las políticas de la época, los hombres y mujeres de todas las edades iniciaron uno de los procesos comunitarios más complejos: construyeron paralelamente sus hogares y barrios, de lucha en lucha. Primero la legalización y luego la consecución de los servicios públicos domiciliarios y, así mismo, al calor de estas luchas, fueron sensibilizándose frente a la recuperación de los espejos norte y sur del humedal de la Chucua de la Vaca.
La Chucua de la Vaca, un patrimonio mixto
Por ello, es importante resaltar el valor patrimonial que los vecinos le han dado no solo a sus propiedades, sino el avaluó social que han hecho de sus trabajos, gestiones y presiones para legalizar sus barrios, la instalación de los servicios públicos domiciliarios, la pavimentación de las calles, la construcción y funcionamiento de los salones comunales, entre otras obras y acciones. Así lo manifiesta don Norberto, un líder del barrio La María:
“Para mí el patrimonio es todo aquello que nos pertenece, todo lo que hemos conseguido a base de trabajo, a base de lucha, a base de esfuerzo. Para nosotros no solo lo material, sino también lo tradicional. Todo lo que se ha conseguido puede ser a nivel individual o colectivo”.
En este proceso de construcción social y barrial, es importante resaltar la enorme sensibilidad, especialmente de jóvenes y mujeres, por la recuperación de los dos espejos de agua que quedaron del humedal. Es así como, a principios de la presente centuria, se generó un movimiento ciudadano por la recuperación de lo que quedaba del cuerpo de agua. Primero fue el espejo norte, gracias a la gestión, las presiones y la incidencia del Banco de Semillas, Genesis Rades, Fasol, Juntas Comunales y lideresas como Dora Villalobos y luego, el espejo sur, con la vinculación de las niñas y niños, así como las comunidades vecinas.
En estos procesos de recuperación del Humedal de la Chucua de la Vaca, la visibilización de las problemáticas sociales y la promoción y circulación de la creatividad artística comienza a posicionarse en el año 2002, con el Festival de la Chucua de la Vaca, evento que en el transcurso de los últimos veinte años ha dinamizado la vida cultural y de apropiación del territorio.
“El Festival Chucua La Vaca llegó a sus 18 años de existencia, en el que las organizaciones sociales de la localidad de Kennedy han estado luchando por la recuperación del humedal y temas ambientales que han afectado su territorio. En el Festival siempre ha estado presente la base cultural local con diferentes muestras artísticas en música, danza, teatro. Y en esta versión no podían faltar los artistas”.
Podría afirmar que en el proceso de construcción física, social y cultural de la Chucua de la Vaca ha venido configurándose el concepto de patrimonio mixto, que según la UNESCO: “identifica la diversidad y riqueza patrimonial de un espacio, en el que convergen valores culturales y naturales”. Esto queda demostrado en el actual proceso territorial, donde hay una recuperación ambiental, fortalecida desde la apropiación y el sentido de pertenencia por la Chucua de la Vaca.