«Las hijas de Sie»

Por: Angie Garzón Camacho

 

 

Techotiba es territorio de aguas, si caminamos despacio por sus calles podemos ver agua posada en los andenes, donde se hacen pequeñas lagunas, allí las aves sacuden sus alas para refrescar sus vuelos. Incluso, si fuéramos tan pacientes como ellas, podríamos ver hermosos espejos de agua en ecosistemas tan palpitantes como los humedales.

Cuando caen grandes aguaceros las avenidas desaparecen y el agua sube a reclamar lo que una vez le perteneció, lo que le sigue perteneciendo, entonces ahí, entre las lluvias, la escultura de la diosa Sie que reposa en la avenida de las Américas parece levantarse con la fuerza que refugia en ella, para cuidar la vida que late en los rincones de nuestras calles.

Caminando por los humedales, pude conocer algunas descendientes de Sie. Mujeres con barro en sus zapatos, con rastros de flores de Chicalá en sus uñas, el cabello enredado con algunas uchuvas de humedal y con el cuerpo de tierra; con el sentimiento de arraigo y cuidado del lugar que se habita latiendo en cada paso.

Annie es ceramista, fue profesora durante muchos años, lleva cuidando de la Biblohuerta de la Biblioteca Pública Lago Timiza cerca de una década, su mirada es tranquila y su voz arrulla a quienes tienen el privilegio de escucharla. Llega mucho antes de las horas pactadas para organizar sobre una mesa el compartir de alimento, prepara chimichurri con productos de la huerta y allí para que todas tengamos un poco de su magia lo comparte mientras hace visitas guiadas por la huerta que tanto cuida. Ella misma dice que ha recorrido muchas veces este lugar, pero cada vez puede ver algo diferente, tiene incluso el conteo de las mariposas que llegan a quedarse o que van de paso, sabe cómo se comportan ante algunos cambios de clima o qué plantas les gustan más.

(Robin Wall Kimmerer es una botánica que constantemente se hace preguntas sobre el lugar que habita y cómo vivir en él sin causar gran impacto con sus prácticas humanas, de estas reflexiones escribe: Una trenza de hierba sagrada, donde menciona:  “El hogar es un lugar donde se sostiene la vida”).

Paula camina los humedales de Techotiba desde hace más de 6 años, ella dice que nació caminando porque es lo que más disfruta, desde que vive en el barrio Monterrey empezó a identificar problemáticas ambientales que no podía simplemente dejar pasar, porque dentro suyo late un corazón de arraigo y cuidado, uno que le permite ver posibilidades para sembrar y cambiar las calles de su barrio. En Agosto de 2020 puso su mirada en una de las esquinas de Castilla, un separador vial que reflejaba abandono y descuido, se acumulaban las basuras, muebles desechados, entre otros objetos. Ella sabía que sola no podía transformarlo y menos en un espacio público, así que a través de un mensaje en whatsapp convocó a más personas, al primer encuentro llegaron dos vecinos: León y su hijo, se pusieron manos a la obra y con sentires similares hicieron un aviso que decía: “aquí será una huerta”. Este fue el inicio del camino para Paula, quien hoy abre las puertas de la Huerta Monterrey, un paraíso entre el cemento. Luce dichosa frente al gran mural del biocosturero, un proceso de reutilización de textiles para la creación de nuevas piezas, en ese inmenso mural reposa la frase que la representa: “retazos somos, a la tierra vamos, reparemos el suelo que todos pisamos”. Camina la localidad reconociendo aves, árboles, plantas y creando nuevos escenarios para las personas y los seres vivos, hablando de los lugares habitados por todas y todos, sin dejar a nadie por fuera. Paula es quien lidera el colectivo Pacastilla, una comunidad de paqueros que a través de las prácticas enseñadas por el profesor Guillermo Silva, reutiliza residuos orgánicos para hacer bloques de vida.

(“La reciprocidad es la base de una relación saludable con la naturaleza” Una hierba de trenza sagrada).

Maritza es una mujer que nació con el don de dar vida con su presencia permanente y acciones de servicio a todo lo vivo, en la chagra del Alebrije ubicada en la Biblioteca Pública Manuel Zapata Olivella – El Tintal, pasa los días tomando con delicadeza cada planta allí puesta, buscando nuevas formas de cuidarlas, analizando sus cambios, crecimientos y poderes sanadores. Toma registros fotográficos maravillosos, luego con ellos logra hacer que más personas se animen a ser parte de la comunidad que cuida de este espacio verde. Siempre que Maritza está en la huerta no falta la aromática para todos quienes van, tiene un cuaderno donde registra los cambios de la huerta y allí también registra los planes a futuro. En este espacio comunitario ambiental, llegan muchas aves agotadas del viaje o en búsqueda de refugio por el frío o golpeadas al estrellarse con el edificio, esta mujer tiene todo un protocolo para cuidar de ellas y salvarles la vida, si alzan el vuelo solas, las ve partir y a lo lejos les agradece el tiempo juntas, si no logran esto las toma y las encomienda al Humedal El Burro.

Hace parte del Comité Ambiental de la UPZ Calandaima y desde allí proyecta sus ideas de cambio en el entorno, su última forma de pensar en escenarios diferentes fue proponer una siembra de flores para llamar más polinizadores y así cuidar de ellos.

Faltan muchas hijas de Sie en esta nota, mujeres cuidadoras del agua, de la tierra, de las aves, de los humedales, de los árboles en el territorio de Techotiba, esta es solo una forma de rendir homenaje a algunas de ellas en representación de todas.

También es una invitación a conectar con el territorio, a sacar raíces sobre él para proteger lo que habita sobre su suelo, lo diminuto, cada ser que sigue resistiendo a tanto cemento que quieren poner en nuestra localidad, a tanto puente gigante que oprime hasta la forma de buscar los cerros en el horizonte. Aún, en medio de esto, podemos ver en las grietas dientes de león, llantén, abejas sobre las rudas, lavandas florecidas, árboles de nogal con frutos, coquitos rumbo al humedal, orugas de repollo entre las camas de siembra y un sin fin de vida que habita en este territorio de agua y mujeres dadoras de su cuidado a la tierra.

(Berta Cáceres era una lideresa y activista hondureña: “Dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta).

Agradezco a las mujeres que prestaron sus historias para conmemorar con ellas el Día del Ambiente que se celebró el 5 junio, gracias a los humedales por juntarnos y a la tierra por hacernos una sola.

 (Al cierre de esta recolección de historias, Maritza emprendió el vuelo como muchas de las aves que ayudó en la huerta, cada letra de este artículo está dedicado a ella, a su vida en la huerta, a sus hijas y a su don de cuidar todo lo vivo).

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