Desde hace varios meses el escenario de la política internacional viene funcionando de una manera bastante extraña, principalmente, porque se han retomado las viejas prácticas del imperio y parece que solo bajo la intervención de los Estados Unidos se logran acuerdos, casi siempre al borde de una guerra catastrófica o de un exterminio. Así ha pasado en medio de los conflictos entre Irán e Israel; Rusia y Ucrania; India y Pakistán; Congo y Ruanda; Tailandia y Camboya; Armenia y Azerbaiyán y, por último, el supuesto alto al fuego del genocidio contra el pueblo palestino. No obstante, estos acuerdos se han quedado más en el papel, en lo mediático y claramente en el afán del presidente de los Estados Unidos de perfilarse como un líder mundial promotor de la paz; toda una paradoja frente al carácter colérico, grosero y de matoneo del mandatario.

Este carácter dictatorial y caprichoso lo perfilan más que como un líder como un emperador caprichoso y desbordado frente al cual el mundo prefiere darle una palmada en la espalda para evitar llamar su desaforada atención que, para los matones de los distintos vecindarios globales, significa perder el respaldo y el apoyo militar.

Así ha pasado con Israel, la mayor desgracia no solo diplomática sino humana del siglo XXI, y quizás de la historia de la humanidad, no por las cifras, sino por lo que significa la transmisión mundial, en vivo y en directo, de un genocidio durante 24 horas del día, por más de 700 días sin parar.

A la fecha, las cifras de las organizaciones internacionales como Naciones Unidas informan que ya son más de 68.000 las personas asesinadas, cerca de 200.000 heridos y más del 80% del territorio palestino ocupado por fuerzas israelíes.

El recrudecimiento del genocidio y la invasión contra el pueblo palestino se han vivido desde el mes de junio cuando se prohibió la entrega de ayudas humanitarias, alimento y agua por parte de las agencias internacionales como la Agencia de Naciones Unidas para la Población Refugiada Palestina (UNRWA) y se otorgó esta función a los ejércitos israelíes, que disminuyeron las entregas y comenzaron a dispararle a los palestinos que buscaban este tipo de ayudas. Lo que empezó a provocar una mayor cantidad de muertes por desnutrición e inanición. Justamente, hace pocos días la Corte Internacional de Justicia ha ordenado a Israel restablecer la entrega de alimentos y otros suministros básicos en la Franja de Gaza, el Juez Yuji Iwasawa mencionó que: “En su sección final sobre el derecho internacional humanitario, el tribunal explica que el derecho internacional consuetudinario prohíbe el uso de la inanición de la población civil como método de guerra” haciendo alusión a la compleja situación de acceso al alimento de los gazatíes.

Frente a todas estas situaciones de recrudecimiento que se viene viviendo desde hace algunos meses ha sido notable la movilización global en Europa, Medio Oriente, América Latina y el mismo Estados Unidos, la presión internacional, la casi llegada de la Flotilla Sumud y el rechazo en las Naciones Unidas son, sin lugar a dudas, las razones que han llevado a mitigar el conflicto o, más bien, a posar ante las cámaras de pacifistas y promotores de la paz como se mencionaba al principio de este artículo, no solo a Trump sino también a Netanyahu.

Lo cierto es que detrás de estos acuerdos solo hay una intensión de pacificación de las fuerzas internacionales en favor del pueblo palestino, después de la firma, Netanyahu sigue incumpliéndole al pueblo palestino, las masacres y los bombardeos no paran, y la ayuda tampoco ha logrado llegar en la cantidad que se requiere, después de casi dos años de cerco humanitario.

Sigue planteada la mentira, mientras tanto el mundo seguramente seguirá andando al revés, reclamando premios nobeles para Trump y castigando a todas y todos los que han levantado su voz vehemente en contra del genocidio palestino. Solo queda esperar que el arbitrio de la historia sea justo con quienes a pesar del cerco mediático han sido vehementes en su defensa por la vida y por la humanidad.