«La Sureña»

Consumo responsable, educación popular y comunicación  

Por: Yannick Delgadillo 

 

 

En las últimas décadas, los distintos feminismos han aportado una fuerza decisiva a los procesos de emancipación cultural, laboral, económica y sexual de las mujeres —y de otros sujetos políticos—, transformando tanto el debate teórico como las dinámicas sociales actuales. Sus reflexiones y acciones han abierto un espacio común desde el que se cuestionan las estructuras de poder y los modelos dominantes de la modernidad occidental.

En América Latina, este pensamiento crítico ha adquirido un matiz propio: “El Sur”, que no solo ha nutrido la literatura con imágenes, sino también, ha construido un enfoque epistemológico particular que desafía fronteras disciplinarias, teóricas y canónicas en las ciencias sociales y humanas. Desde allí se han impulsado nuevas formas de nombrar, pensar y reconocer identidades, culturas y saberes que históricamente fueron silenciados.

En este contexto, han tomado especial fuerza las voces de los feminismos del sur, que hoy constituyen un referente imprescindible para comprender las luchas y transformaciones de los territorios.

Diana Rocío Garzón, una de las fundadoras de la Revista La Sureña, plantea que la mirada geopolítica en el marco de las mujeres estaba en su quehacer, desde mucho antes de comenzar el medio de comunicación: “Nos apartamos un poco de la mirada patriarcal que puede haber en otros lugares de opinión, y desde acá nos encontramos pensando en por qué estamos en espacios mixtos y que nos hace distintas dentro de estos”.

En ese buscarse comenzaron a encontrar unos lugares distintos de enunciación como movimiento popular de mujeres, que se comienzan a materializar desde la comunicación, la educación y el consumo consciente.  Pero también desde un territorio compartido en localidades como Bosa y Techotiba, en el sur de la ciudad: “Somos una voz y un espacio en el que nos reconocemos como sureñas, no solo por el territorio que habitamos, sino porque ese territorio también nos nombra. Nos identificamos como mujeres del sur desde el lugar que habitamos y desde el cuerpo, entendido como nuestro primer territorio y el primer espacio de emancipación”.

La Sureña ha publicado 9 ediciones, durante cerca de 10 años, en medio de un trabajo de comunicación colaborativo, que cada año se extiende y que ha encontrado también múltiples formatos, no solo el impreso, también la oralidad, desde la radio, desde el arte, la poesía y la diversidad.

El formato de revista lo asumieron conscientemente como una opción alterna al periódico, que les permitía mantener contenidos más actualizados, no responder a la necesidad de la periodicidad, para que los reportajes, las notas, opiniones y perfiles no se desactualizaran ni perdieran vigencia, pero también entendiendo el impreso como la posibilidad del encuentro personal con otras y otros “no está como la coyuntura que nos dan las redes o que nos da tanta cantidad de información, es menos información, pero se puede reflexionar mucho más a partir de un texto bien escrito, posiblemente colaborativo”.

Frente a la diversidad de medios impresos que se han publicado en la localidad, la mayoría en formato de periódicos y fanzines, La Sureña siempre ha sido un formato diferente, de alta calidad, porque efectivamente recoge el estilo revistero, formato grande, en propalcote, full color y lleno de imágenes, ilustraciones, colores y poesía. 

“Queremos encontrarnos desde un lugar que no sea blanco, desde un lugar que no sea occidental, desde un lugar que no tengas que ser el del experto y por eso hacemos unas miradas de educación y de comunicación popular para saber que todas pueden tener un espacio aquí para decir lo que piensan, lo que sienten y podernos formar entre todas”.

En el planteamiento de las sureñas la educación popular es un eje fundamental que permite ampliar el tejido de las mujeres y sumarlas desde sus diferentes capacidades e intereses en un mismo proyecto de construcción popular desde el sur. Siempre desde la invitación a la reflexión profunda sobre lo cercano.

La construcción que han hecho de lo político tiene que ver con el hacer comunicación, que es ocupar un lugar en la participación y en el reconocerse como sujeto de derechos: “El primer medio de comunicación es una misma, a partir de ahí, el pensarse políticamente tiene que ser de una manera subjetiva para poderlo movilizar también”. El ejercicio que han realizado Las Sureñas es darle otro poder a lo narrativo y lo escrito, un poder que va más allá de solo sentarse con una de las mujeres del territorio y tomar su historia de vida; es dialogar como pares en un espacio seguro y hacerles saber de qué forma se les que se les está violentando en lo que comparten dentro del espacio: “Eso ya es político, que yo reconozca que tengo un lugar de enunciación, que no dependa de los apegos de otra persona o que me digan qué hacer, ahí es cuando yo ya soy un ser político”.

Sobre los retos que enfrentan los medios impresos en la actualidad es claro que se enfrentan al consumo instantáneo de la información a través de las redes sociales y la dopamina que esto genera, como colectivo lo consideran todo un desafío, más aún en un país que no lee. A la gente le tiene que gustar mucho para hacerlo. Pero no es imposible y si se hace, tiene que ir de la mano de la pedagogía, lo didáctico, lo social, con lo territorial y construido de manera colectiva para que pueda ser alternativo. “Es totalmente retador, porque para que tú estés en un lugar popular, pero en términos de lo masivo, pues tienes que tener propuestas también masivas, entonces viene ahí la contradicción con lo que queremos escribir desde los medios alternativos”.

 Sobre la posibilidad de que los medios impresos desaparezcan, la respuesta es directa, “Infortunadamente sí, un poco, por eso la necesidad también de transformar no de narrativa, pero si en términos de investigación, de reportaje, de movimiento” y así evitar que se conviertan en objetos de nostalgia, creen que deben movilizarse más, diversificar sus públicos y responder a intereses específicos. La clave está en encontrar lectores concretos, en construir propuestas sólidas en términos de calidad y pertinencia.

La Sureña deja un mensaje clave, para quienes hacen posibles los medios comunitarios. La comunicación no es solo leer un texto, “cuando leemos estamos escuchando un sentir, estamos escuchando muchas voces que hablan a través del periodista”. Invitan a darse la oportunidad de leer sin afán, sin la presión de acelerar la experiencia, así permitirnos entender las diversas versiones y visiones del mundo. “La gente quiere haber leído sin leer, quiere llegar al aeropuerto del otro país sin haberse montado en el avión”. El ser Sureña es entender que la comunicación acompañada de pedagogía es un proceso que transforma, un viaje que permite conocer, mirar y aprender desde donde se esté. Lo fundamental es aprovechar el proceso más que regocijarse en los resultados.

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