«Llamarada Violeta»
Una guarida para los animales, la tierra, las mujeres y las disidencias.
Por: Ana María Castellanos
Fotografía: Natalia Ruíz
A eso de las once de la mañana, Laura nos recibió en la esquina de la cuadra donde se ubica la Casa Llamarada Violeta, en la Calle 2 No 86d – 02, allí se alza la casa de dos pisos, encima de un asadero que, luego entenderíamos, guarda cierta relación con el nombre del lugar. Para entrar al espacio, subimos por unas escaleras empinadas, a medida que íbamos avanzando con el equipo, fuimos percibiendo la transformación del ambiente, después de atravesar por las paredes rojas, llegamos a una sala morada, cuyo color contrastaba con la variedad de plantas, stickers, posters, los libros, y la forma particular de la biblioteca, que le da una estética única y acogedora a la casa.
Kate y Laura nos recibieron, junto a ellas la conversación estuvo plagada de risas, chistes, mimos a Cow y Jade, las dos perras que también habitan este espacio, y del bebé, cuyos cuidados y gestos, no dejaban de llamar nuestra atención. En la conversación, se hizo evidente la diferencia entre las palabras vivir y habitar, para Llamarada Violeta ellas habitan el espacio, lo cual es algo más trascendental que tan solo vivir allí, porque el habitar tiene que ver con el cuidado del espacio donde están, se convierte en un lugar donde converger ‘nosotras nos reunimos acá y por lo general cocinamos juntas, venimos a trabajar juntas, a hacer cositas’. Es algo más que concurrir un espacio, también por lo que representa la presencia de cada una en la casa ‘es su espacio seguro, es un espacio donde su opinión es muy valiosa, es indispensable’.
Estos dos conceptos guiaron la conversación al punto de hablar del por qué una casa, el por qué se hizo necesario un lugar físico. Antes de ser Casa Llamarada Violeta, un espacio para mujeres, disidencias, plantas y animales, como lo mencionan ellas, esta casa era de la abuela de una de las integrantes. Ocasionalmente, la alquilaban para hacer algún evento, producto de la juntanza entre parches. Sin embargo, vieron la necesidad de tener un espacio propio y de contribuir al mantenimiento de la casa. Es así como surge Llamarada Violeta como la conocemos, un lugar donde, desde el 2018, han hecho ferias de moda sostenible, talleres de lectura, de artes e incluso de temas que en otros espacios no se suelen tratar ‘Hicimos dos ciclos de yoga, específicamente para las mujeres. Hemos trabajado ginecología natural; ayurveda, es decir, alimentación saludable; agricultura urbana; arte, desde el manejo de materiales reutilizables. También hemos trabajado lectura, realizamos cineclubs, hay muchas cosas’.
La labor de la Casa en el barrio Patio Bonito es fundamental, porque logra unir distintos puntos del territorio, sin necesidad de limitarse a los vecinos de la zona. Como nos contaban, uno de los puntos más valiosos del espacio es poder encontrarse en la otra, el otro y el otre ‘Hemos hecho muchas alianzas entre nosotras, porque somos amigues también, en medio de otras cosas, nos une la música que nos gusta, la comida que nos gusta, el trabajo social y los animalitos. Desde ahí siento que el espacio tiene mucho poder, el territorio, porque también es apuntarle a los seres que habitamos estos espacios y con los cuales también podemos intercambiar esos saberes’. He ahí la importancia del trabajo en conjunto, aquí se abre una apuesta por descentralizar la cultura, el arte, el alimento, la moda, e incluso el feminismo.
Para Llamarada Violeta, el feminismo no es la única lucha que las une, también está la lucha de clase, la lucha antiespecista, y otros paradigmas a los que se hace necesario enfrentarse. Es por esto que, era necesario un lugar donde resguardarse ‘claro, en la calle es donde más se ve el trabajo de base en colectivo. Sin embargo, las mujeres siempre estamos en búsqueda de una guarida, de un lugar donde podamos estar tranquilas. Entonces, así surge el espacio, pensado como una especie de refugio’. Dentro de su camino de contribución para la conformación de espacios seguras, aparecen proyectos abiertos a la comunidad, uno ellos fue El barrio tiene la llave, un conversatorio que tenía por objetivo hablar de la música con la que han crecido, cuentan que seleccionaron los géneros más populares como la salsa, la carranga y el rap. Esta fue la inauguración de Casa Llamarada Violeta, y no podían estar más felices de ver concretado un proyecto que habían esperado y con el que habían soñado durante tanto tiempo.
Otro proyecto que va de la mano de Llamarada Violeta, es el de Perras Verduleras. Este es un emprendimiento de comida vegana, y vegetariana, fundado por una de las integrantes de Llamarada Violeta, donde aplica una de sus pasiones: cocinar. El nombre se divide en dos, donde Perras, hace alusión a la jauría, una forma de reivindicar un término que ha sido históricamente utilizado para señalar a las mujeres que eran libres. Y, Verduleras, viene por la conexión que tienen con las plazas de mercado, un elemento que se construye desde lo popular, como mencionaba una de ellas ‘¡100% Corabastos!’
Es bastante llamativo el hecho de que la lucha de las mujeres y las disidencias no sea un espacio cerrado o encapsulado, pues para Llamarada Violeta es sumamente importante que este proyecto sea transversal, interseccional, y consciente de que todo ser que habita la casa importa ‘Algo que a me gustó mucho cuando llegué a este espacio, y a conocer a todas las amigas que he conocido desde Vaginas Ruidosas y desde Llamarada Violeta, ha sido ser vegetarianas o ser veganas. A mí me parece algo muy lindo, porque también nos lo pensamos desde el no oprimir a ningún ser’, dice una de ellas. ‘La lucha por la emancipación y la liberación de las cadenas no se puede quedar en las dificultades que sólo me violentan a mí, porque ¿de qué otra forma podemos tener un mundo libre, sino somos todos, todas, todes en las mismas condiciones de calidad de vida?’.
Nos contaban que hay algo vital para ellas y es la autogestión, la capacidad propia de decidir sobre su espacio ‘A lo que le vamos a seguir apuntando de aquí al futuro, siempre va a ser la autonomía’’. Llamarada Violeta, también inspiradas por los estudios anarcofeministas, no concibe una forma colectiva de hacer este trabajo, sin la independencia y la autonomía. Pese a que han tenido sus diferencias con las instituciones, en ocasiones, han encontrado en los estímulos o las becas, una forma de seguir construyendo su espacio seguro. Pues el hecho de recibirlos, no implica que pierdan autonomía, por el contrario, en un escalón más para edificar y componer su guarida.
Precisamente pensando en esa autonomía, surge el Festival de la Autonomía. Lo llevaron a cabo en Nueva Marsella, Techotiba. Fue a partir de este Festival donde tuvieron la oportunidad de encontrarse con otros colectivos de la localidad, como lo fue El Caracol, y El Rincón cultural del Caracol. Para ellas, este colectivo fue una fuente de inspiración, pues también compartían la consigna de la autonomía y la autogestión. Al hacer la apertura de la Casa Llamarada Violeta, se conocieron con una de las cantantes del Festival Váginas Ruidosas, quien las invitó a Ibagué, y partiendo de esa experiencia, y la del Rincón cultural del Caracol, buscaron replicar en su barrio las enseñanzas y actividades valiosas que aprendieron en esa época.
Una de las anécdotas graciosas que contaban, fue cómo le pusieron el nombre. Sucede que el asadero que está ubicado en el primer piso de la casa se llama Llamarada Ardiendo. Esto les llamó la atención, era un nombre muy original para un asadero, pero también podría ser el nombre de una casa cultural feminista, antiespecista y animalista. Parecía que esa casa casi que estaba predestinada, desde antes que habitaran el espacio a acogerlas y refugiarlas. Por otra parte, el nombre de Llamarada, explicaban ellas, también se refería tanto a quienes hacen parte de la casa, como a la casa en sí ‘Tiene una relación muy directa con el fuego. Porque a veces cada una tiene una chispita interior, como dice Eduardo Galeano, fueguitos, todos somos un mar de fueguitos. A veces son fueguitos grandes, pequeños. Y Llamarada a veces también está super ardiendo, pero a veces no’.
No obstante, en la historia de la Casa también ha habido obstáculos. Entre esas dificultades se ha encontrado el pilar económico, pues eso no permite que pueda haber condiciones del todo dignas para los y las talleristas, o las personas que asisten al espacio. También está que la constancia puede ser a veces un problema, pues como ellas dicen, estar en un sistema que te exige cumplir con trabajo, academia, familia y más, suele representar todo un desafío hacerse cargo de un proyecto tan exigente y grande como la casa. Es un privilegio tener un trabajo flexible, tener tiempo para gestionar, planear y ejecutar los eventos, y no desfallecer en el intento. Y por último, comentaban que, a pesar de que la comunicación muchas veces ha sido un tema que no sabían llevar del todo, ha sido muy valioso la forma en que entre ellas lo han podido gestionar ‘es algo que hemos podido ir construyendo desde el amor, desde los círculos de sanación, desde el decirnos las cosas con sinceridad. Pero también con cuidado, sin juzgar, porque igual una sigue cayendo en esas cosas, pero siempre tratamos de conversar eso que sentimos, y eso que pensamos’.
Como ya mencioné, hay muchos puntos que unen a Llamarada Violeta, convirtiendo la Casa casi que, en un espacio de hermandad, sin embargo había un elemento muy importante que resaltaban durante nuestra charla: El perreo ‘El perreo es trasversal a toda la gestión´. Entre risas me explicaban que la casa se ha caracterizado por la presencia de la música, la charla, y la danza. El tener la oportunidad de bailar sin sentir que te juzgan o disfrutar sin la sensación de que puedes estar en peligro a causa de la cosificación, y la visión sexualizada que vive la mujer en espacios mixtos donde hay hombre cisgénero, heteronormados, convierte la Casa, una vez más, en una guarida segura para todos, todas y todes.
La charla finalizó y nos fuimos con el pecho lleno de enseñanzas. Sobre lo valioso de deconstruir incluso hasta las visiones que tenemos sobre la lucha. La importancia de la hermandad, de la guarida, de habitar un espacio seguro donde todas las voces, e incluso los que no pueden pronunciar palabra como los animales, o las plantas, sean tenidos en cuenta.
La Casa Llamarada Violeta es una muestra de resistencia, lucha, pero también de compasión. Entender que los procesos son lentos, volátiles, y que incluso hasta nosotros podemos ser como ellas decían ‘una gran espiral que se puede alimentar de otras cosas, encontrar y desencontrar’. Nos mostraron que, como el jardín que tienen en la terraza, las grandes cosas pueden comenzar con seis o cuatro suculentas, siempre y cuando hayan seres para compartir estos lugares; que no hay cosas enteramente blancas o negras, y que podemos aprender de todo lo que nos rodea, del feminismo radical, afromenismo, del feminismo popular también, porque se puede ser profesora y una gran cocinera, ser mamá y una talentosa casi historiadora, y tener el lugar más grande del mundo encapsulado en dos pisos con jardín, biblioteca, unas paredes llenos de ilustraciones, y un mural de camino a la terraza. Como nos dijeron ese miércoles al medio día en medio del calor de la Casa Llamarada Violeta ‘con nuestras acciones cotidianas otros mundos pueden ser posibles’.