«A Media Cuadra»

Una conversación entre el medio y sus lectores

Por: Marco Cardona

 

 

Una convocatoria en cuyo nombre aparece la palabra “mundial” y, en consecuencia, tuviera que comprometerse a sacar a la luz nueve números consecutivos de una publicación periódica de vocación local que solo lleva dos años de trayectoria? Piénselo muy bien, traiga a su mente a las personas que podrían colaborarle, sopese sus limitaciones de tiempo (porque no solo de papel y tinta viven los medios impresos) y sea realista con las de quienes tiene en mente. Ahora resuma la solución al problema en una sola oración: sujeto, verbo, predicado. Pero no se enrede, no adorne. Por favor, vaya al grano. Replantee la oración y dígala en voz alta.

Muy bien, seguramente no tiene tiempo para hacer el ejercicio y ya llegó a este segundo párrafo. No importa. O tal vez usted aceptó el reto y se detuvo a pensar y a dar una respuesta. En ese caso se habrá cumplido uno de los propósitos de los medios que aún creen en lo impreso (aunque puede ser que usted esté leyendo este artículo en una pantalla): que las personas se detengan a pensar, que dialoguen con el texto. Y aunque no podamos recoger todas esas respuestas para encarar el problema, nos preciamos de tener un público que pasa del primer párrafo, que se interesa por lo que queremos contarle.

Ahora, esta historia inicia hace veinte años, pero tiene uno de sus puntos de mayor tensión en esa situación que acabamos de describir. En el 2007, el periódico A Media Cuadra ganó la convocatoria Bogotá, Capital Mundial del Libro. Había nacido apenas dos años antes, a mediados del 2005, como parte de un proceso de comunicación popular en el barrio Timiza y en el marco de la Cátedra Latinoamericana Antonio García Nossa de la Universidad Nacional de Colombia. Su propósito era simple, no pelear con nadie, hablar con todo el mundo. Y en ese diálogo, muy temprano se le impuso el reto de sacar a la luz una publicación mensual por nueve meses, sin perder sus intenciones literarias, porque la convocatoria no debía eliminar de su nombre la palabra “alternativo” ni de su médula la conversación que se tiene A Media Cuadra con los vecinos del barrio.

—En ese tiempo, fue un proceso muy interesante porque había una alta producción, también fue el período de nuestra escuela. No había una escuela de comunicación comunitaria, entonces tocó crearla y a partir de eso empezar a generar los contenidos, entonces era como ese ejercicio de “estudiamos y vamos a la práctica”. Hubo un momento muy interesante allí, y conocimos dentro del mismo barrio gente que hacía trabajos similares o que tenía una correspondencia e identificación con el medio, y también empezaron a escribir —cuenta Édgar Suárez, miembro del medio.

A lo mundial se respondía con una apuesta por lo local, y comenzaron a estrecharse los vínculos con el barrio, con un territorio dispuesto a contarse y a encontrarse en las páginas de un medio alternativo. Es que si bien en los inicios de A Media Cuadra, en 2005, sus integrantes no conocían referentes locales, muy pronto el contacto con la comunidad de Techotiba terminó de darle forma a su iniciativa:

—Realmente no conocíamos medios comunitarios en ese momento en la localidad. Conocíamos lo que hacía Desde Abajo y otros medios de carácter nacional, o más bien regional. Ya cuando tenemos la iniciativa de hacer un medio impreso es que nos empezamos a dar cuenta de que hay pares en el territorio que hacen trabajos similares, y pues también se aprende de ese trabajo colectivo. A medida que fue desarrollándose el proceso, el territorio y estas alianzas fueron creciendo a otros territorios, a otras comunidades que también fueron dándole una identidad y una ruta al medio de comunicación.

Proceso: esa es otra palabra clave para comprender A Media Cuadra, como una realidad en constante construcción. No en vano en sus páginas se explora en la palabra poética posibilidades que le permiten cuestionar la estructura tradicional de los medios de comunicación para enfrentar a su público a un registro más complejo de lo que le deparan los astros. Supongamos, por ejemplo, que su signo es Sagitario y encuentra lo siguiente en las páginas del horóscopo:

Hay algo de colapso trepidante

en todo esto, es cierto, los sucesos

parecen conjurarlo con sus huesos

rotos. La incertidumbre

es la constante.

Pero ahí está saliendo el sol sincero

sobre flores y rostros pensativos,

sal a la calle, sé reiterativo,

celebra la canción del avispero.

¿Cómo se acercaría a esta breve nota que propicia el encuentro entre los buenos augurios, la palabra cotidiana y la poesía? Así es, si usted llegó hasta este punto, de seguro se ha tomado más en serio la pregunta, y es que insistir en la necesidad de un público activo, tanto en la lectura como en los procesos políticos de su territorio, ha sido también el papel de A Media Cuadra:

—El medio también ha tenido diferentes tiempos, ¿no? Hay una fase muy barrial, en la cual contábamos la vida del panadero de la esquina, de la persona que habitaba la calle históricamente en el barrio. Eso da una identidad y una búsqueda por parte de los lectores sobre el medio y además propuestas de generación de nuevos contenidos. Después otra gente se incluyó para contar sus propias historias, la historia del abuelo, de cómo se forjó el barrio. Luego también hacia la ampliación de la localidad pasa lo mismo: sabes que no vas a toda la población, sino a una población específica que necesita el medio no solamente para consumirlo, sino como un ejercicio de reproducción de sus propios horizontes, de su propio ejercicio comunicativo. Por eso también funciona como una escuela que puede replicarse, y así nos ha sucedido. También lo vimos en la Agencia Techotiba, que abarcaba muchos medios impresos y de otro tipo, a diferentes poblaciones. Entonces hay que entender también cómo se puede diversificar y llegar a otras poblaciones también específicas.

La Agencia Techotiba fue una iniciativa de alianza entre medios comunitarios con la cual se marcó un hito en la creación de un público crítico, con una incidencia política en las decisiones de su territorio, que sabe valorar lo que consume. Al recordarla, Édgar Suárez parece reiterar la respuesta al problema de comunicación que enfrentan los procesos comunitarios: “Vamos a hacer escuela”. Es que en el proceso de formación y transformación que ha vivido A Media Cuadra, la agencia fue un hito que se extendió a la localidad completa y al sur de la ciudad:

 —Yo hablaba con unos chicos que fueron a la Agencia y decían: “No tuvimos universidad pública, pero tuvimos la Agencia Techotiba”, es decir, había biblioteca, había ejercicios de producción cultural, sonora. Muchos empezamos a entender lo audiovisual en la Agencia Techotiba y logramos también esa versatilidad desde diferentes medios de poder abarcar diversos formatos y de entender otras dinámicas del territorio, políticas, que también nos hacían unos actores importantes dentro de la localidad. Entonces en lo educativo, en lo político, en el mismo ejercicio de comunicar fue un hito local, y también hizo parte de nuestra escuela colectiva.

Una preparación necesaria en momentos en que a los medios impresos se les ha vaticinado su desaparición. Es la predicción incierta que el medio ha sorteado a lo largo de sus veinte años de existencia en una alternancia entre lo digital, las redes sociales y un trabajo comprometido en lo impreso que es también una declaración de principios:

 —Además de que hay una población que gusta del impreso, en esa misma vorágine de información, en ese mismo oropel de mentiras, el papel vuelve a tomar un significado importante. Es algo que vuelve a quedar como una construcción de la memoria, y en medio de toda esta información fugaz, a veces impostada, que miente, el periódico es como esa salvaguarda de la verdad y de la memoria. Queda como un registro en medio del infinito que empieza a significar lo que es internet.

Verdad y memoria resultan ser pilares para la identidad del medio y de lectoras y lectores que en la localidad confían en los medios alternativos que los incluyen y los retan a crearse y recrearse. Una relación que se construyó entre las dificultades de mantener un medio impreso, pero con una vocación de escuela, de alfabetización y promoción de la lectura. Porque para A Media Cuadra, en lo impreso, en el texto escrito, está a la base de todos los medios y se enriquecen las mismas narrativas digitales.

 En esa clave puede entenderse la evolución de A Media Cuadra, la cual puede compararse con las etapas de la vida de una persona del barrio:

—Un hecho significativo es, en ese proceso de escuela, empezar a entender la dinámica de los diversos territorios cercanos. Es como cuando uno es niño y cada vez va ampliando más el barrio, puede que al comienzo lo dejen ir solo al parque, pero después ya uno tiene amigos en otro barrio y la cosa se empieza a ampliar. Cuando lo miras ya en términos históricos y memoria de procesos colectivos y de producción de lo común en lo local, pues cambia completamente tu dimensión de lo que significa esa historia local. Entonces esa recuperación que se hace junto a otros en el territorio me parece un hecho significativo, porque además da una identidad también en las luchas y las apuestas que tienen comunidades y organizaciones.

Pero ¿cuáles son los resultados de salir del barrio?, se preguntará usted. Ya es hora de que el texto le responda. Esa pregunta tiene una respuesta colectiva, y es la organización de los medios populares de la localidad. Desde la Mesa Local de Comunicación Comunitaria de Kennedy se ha logrado promover una política pública para medios comunitarios. Además, desde otras instancias de participación, distritales y nacionales, se ha luchado por una pauta pública que no solo permita mantener los medios existentes, entre ellos A Media Cuadra, sino también incentivar nuevas iniciativas. Pero esto no sería posible sin líderes de medios con la disposición de crear escuela, de formar lectoras y lectores y de estrechar lazos de solidaridad en los barrios.

 El medio tradicional compite, acapara la pauta, se pone al servicio de los grandes gremios para adaptar sus narrativas a los intereses del poder. El medio comunitario tiende puentes y forma alianzas, porque comprende el valor de lo local en las transformaciones políticas. Así que podemos concluir con un balance de A Media Cuadra tras veinte años de trayectoria:

—Digamos que A Media Cuadra va perdiendo también como la identificación de esos límites, ya empiezas a trabajar en otros escenarios, ya no produces tanto como A Media Cuadra, sino en comunicación con otros, tratando de producir lo común entre organizaciones. Sí había un celo de “Este es mi medio, yo quiero imprimir acá, verme bien”, pero creo que eso ya no es tan importante, y realmente estamos trabajando es en esas alianzas. Hicimos todo el proceso de exigibilidad en lo alimentario, del plan de desarrollo con otras organizaciones, y pues llevamos el mismo ejercicio de política hacia medios comunitarios. Ahorita estamos a corto de sacar una nueva publicación, un poco hablando de este escenario de la transformación, otra vez del barrio, de la Primero de Mayo, de todo lo que está pasando con el Metro y otros elementos del territorio, como buscando nuevamente el origen.

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