«Bogotá o el optimismo»

Por: Marco Cardona

 

 

En 1759, el pensador francés Voltaire, reconocido por sus constantes reclamos de libertad ideológica, tolerancia religiosa y por poner en entredicho la realeza mediante la sátira a sus miembros notables y a las instituciones que la cimentaban, publicó Cándido o El optimismo. En este cuento extenso (o tal vez novela breve) se presenta una crítica al pensamiento de Leibniz, tan en boga en su época. Dicho pensamiento estaba fundado en la idea según la cual un dios perfecto y bueno había decidido existir, entre infinitos universos por él pensados, en este mundo, lo cual demostraba que vivíamos en el mejor de los mundos posibles. Voltaire, cuyos escritos, actitudes existenciales, e ideas le habían valido ir a la cárcel, vivir en el destierro y ver cómo los miembros de la realeza desatendían sus reclamos de dignidad, encontraba en tal sistema filosófico una contradicción palpable que se acentuaba con las guerras y catástrofes que enfrentaba el mundo occidental.

Ante la realidad que conocía este ilustre escéptico, decidió llevar al absurdo la idea de Leibniz mediante un personaje marginal que es expulsado del castillo en donde creció junto a una familia de barones. Allí, en Westfalia, el joven Cándido (un nombre que augura su paso por el mundo una vez es expulsado de la corte) se había formado bajo los preceptos de un filósofo llamado Pangloss, quien «… enseñaba metafísico-teólogo-cosmolonigología, demostrando brillantemente que no hay efecto sin causa y que el castillo de monseñor el barón era el más majestuoso de todos los castillos, y la señora baronesa, la mejor de todas las baronesas posibles de este mundo, el mejor de todos los mundos posibles». Después de ser apaleado y expulsado del castillo por un inocente amorío con la hija de los barones, Cándido se ve envuelto en una serie de calamidades en un mundo que dista mucho de ser el mejor.

Lo que extraña al lector y lo lleva de la carcajada a la conmoción ante la mezquindad humana es que Cándido se siga queriendo convencer de que vive en el mejor de los mundos luego de ser azotado en múltiples ocasiones, de encontrar a su preceptor tuerto, sin una oreja y mendigando en la calle, y de enterarse de que su amada fue destripada por soldados búlgaros que se tomaron el castillo de los barones. Las aventuras que de aquí en adelante vivirá Cándido lo llevan por un mundo cada vez más descompuesto, en donde se topará con las personas de su pasado a lo largo de un viaje compartido por la ruta de la desgracia. Pero no es este el lugar para extenderse en la relación de las calamidades que enfrenta Cándido; baste con una invitación a la lectura de esta obra que, en una ciudad como Bogotá, cobra cada vez mayor actualidad.

Y cobra actualidad porque hoy más que nunca el adoctrinamiento, el silencio cómplice y los intereses de los medios tradicionales le hacen creer al bogotano promedio que vivimos en la mejor de las ciudades posibles, cuyo destino está en manos del mejor de los mandatarios posibles: el celebérrimo Carlos Fernando Galán. Desde sus primeros días en la alcaldía, estos medios se han convertido en una suerte de Pangloss que se vale de la metafísico-teólogo-cosmolonigología, y no del ejercicio riguroso del periodismo, para mostrarle a la ciudad, por ejemplo, que el equipo de gobierno del mandatario local es una reunión de tecnócratas que supera al Gobierno nacional. Y en sus más recientes tratados sobre esta ciudad (la mejor de las ciudades posibles), esos mismos medios celebran los resultados de una encuesta según la cual Carlos Fernando Galán es el mejor alcalde de Suramérica. ¡Se quedaron cortos!

Sobre la narrativa de franca oposición al Gobierno nacional que tanto les conviene a los gremios que hoy reciben miles de millones de pesos en pauta por parte de la alcaldía de Bogotá no hay mucho que decir. Con respecto a la encuesta llevada a cabo por CB Consultora Opinión Pública, vale la pena destacar lo que ha precisado Hanwen Zhang, doctora en Estadística y docente de la Universidad Nacional de Colombia, en un artículo para la Revista Raya. Sostiene Zhang que dicha consultora no se rige por los parámetros del Consejo Nacional Electoral, que la muestra del estudio no presenta ningún criterio de selección de las personas encuestadas y que la forma de calificar a los mejores y los peores alcaldes se limitó a hacer una operación aritmética básica de diez dividido en dos, donde los primeros cinco son los mejores y los siguientes cinco se califican como “los peores”.

Pero no sería de extrañar que los medios tradicionales salieran ahora a recordarle a la profesora Hanwen Zhang que, en el mejor de los mundos posibles, los males particulares y las faltas de rigurosidad suceden para procurar el bien general. La lección que le darían estos medios, periodistas y líderes de opinión que en sus cuentas de X (antes Twitter) hicieron retumbar el aplauso de Canal Caracol no debe distar mucho de la que el sabio Pangloss le da a Cándido para explicarle la razón de su enfermedad:

«Si Cristóbal Colón no hubiera cogido en una isla de América esta enfermedad que envenena el origen de la vida, y que incluso impide muchas veces la procreación, cosa que evidentemente es contraria a los fines de la naturaleza, no conoceríamos ni el chocolate ni la cochinilla; por otra parte debemos observar que, actualmente, en nuestro continente, esta enfermedad, junto con la dialéctica, es una de nuestras características propias».

Así como en el caso de la encuesta, los sabios adoctrinadores en que se han transformado los medios de comunicación han adaptado sus narrativas a aquellas que parecen trazarles las oficinas de comunicaciones de las diversas entidades distritales. Por ejemplo, el racionamiento de agua que se extendió por un año se aplaudió como una medida razonable ante la sequía, al tiempo que se criticaba, haciendo eco de la voz de Galán, la propuesta del Ministerio de Ambiente de organizar la Sabana de Bogotá alrededor del agua: no construir en las zonas verdes que rodean la ciudad es una traba para su desarrollo. Pero ¿qué hay detrás de esta crítica? Ingentes proyectos de urbanización a los cuales no les favorecen las medidas ambientales para conservar el agua y cuyos impulsores son los generosos donantes de la campaña de Galán, la que más recursos tuvo en las contiendas electorales de 2023.

Y todo esto tiene el mejor de los telones de fondo: una ciudad inundada en basuras desde abril del presente año, con embotellamientos eternos entre interminables tramos de polisombra que otrora criticara el mejor alcalde del mundo (o de Sur América, en aras de la humildad) y una elevada percepción de inseguridad ante el crecimiento de los delitos sexuales y la extorsión en 2024. Allí, de pie como el protagonista de la historia universal, Carlos Fernando Galán abre los brazos mientras un dron se aleja para mostrarlo como amo y señor de un viaducto en proceso del metro de Bogotá, esa cicatriz imborrable que le quedará a la ciudad tras haberse impuesto el interés del peñalosismo sobre el bien común de un metro subterráneo con estudios que se echó para atrás en un flagrante detrimento patrimonial por el que nadie responderá. Pero el costo de producir esos videos es una nimiedad ante los dos billones de pesos en sobrecostos de la obra insigne del ínclito alcalde.

Y, como si se tratara de una gran celebración en esta, la mejor de las ciudades posibles, la Alcaldía de Bogotá, en cabeza de su Secretaría de Educación, llamó al Simulacro de la Organización de las Naciones Unidas a niñas y niños de colegios públicos y privados en una jornada pedagógica de debate que busca inspirar a la niñez para generar transformaciones sociales. A la hora de los refrigerios, separaron los colegios privados de los públicos, y a los primeros les ofrecieron las más excelsas viandas, mientras niñas y niños de instituciones públicas recibieron su Plan de Alimentación Escolar empacado en bolsas de basura.

Pero los medios de comunicación solo presentan la versión del secretario de Educación, quien, sin argumentos, acusa de mentirosos a los jóvenes que se pronunciaron en redes sociales. Esto mismo se vio haciendo al secretario de Gobierno cuando se mostró en sus redes sociales como una víctima de extorsión de la protesta legítima del pueblo Embera, bajo la narrativa de “la ocupación ilegal del Parque Nacional”¿Por qué en los espacios que los medios dedican a lavarle la cara al mejor alcalde del planeta no hay lugar para las voces de quienes reclaman?

Hasta aquí esta radiografía del optimismo que impera en Bogotá desde la posesión de Carlos Fernando Galán. Un breve panorama de cómo, en la narrativa oficial, progresivamente nos descubrimos como el mejor de los mundos posibles. En todo caso, no sobra recordar la advertencia de Oscar Wilde: «La base del optimismo es el terror puro».

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