«Cómo hacer
una bomba
con un limón:»
La liberación del cannabis en la fría
Por: Camilo Andrés Bacca
Ante la invitación del equipo editorial del Callejero a reflexionar sobre el cannabis y su papel en las relaciones comunitarias en Techotiba, queremos compartir algunas impresiones sobre los avances de la liberación de la planta que como Mesa Autónoma de Spa y Cannábica de Techotiba [MASCATE] hemos percibido desde nuestro nacimiento en el año 2022.
Hecha la regla, hecha la trampa. Casi que de la mano de la regla existe un espacio, un recoveco en el que las conductas humanas tienden a la rebeldía, a no dejarse poner barrotes. La planta de cannabis, de maría, de bareta, se comporta como si tuviera de nacimiento una boina con una estrella roja en el moño. Crece como maleza en nuestro trópico, próximo a incendiarse por lo que los pobres de derecha llaman “la falacia del cambio climático”. El hecho de estar sobre el meridiano del Ecuador posiciona a nuestro país como una potencia para el desarrollo de la industria del cannabis que parece elitizarse con la formulación del proyecto de ley sobre el uso adulto del cannabis, que ha “dejado en visto” a quienes llevan décadas deslizándose entre los huecos de la ilegalidad ante la imposible omnipresencia del Estado colombiano. Ese lugar llamado comunitario, al que mucha banda quiere llegar, en el que quiere estar, está bendecido por el amor, la divergencia, y tiene la característica de poder transformar prácticas poco empáticas en sus contextos próximos. Y aunque el panorama para nuestro lugar es algo desalentador, no todo está perdido y el mundo resulta un queso con mil caminos de gusano que recorrer.
La zona gris o la economía popular alrededor del cannabis
El autocultivo como posición política ha sido un caramelo escaso para los que han querido desligarse de las redes de narcotráfico, que tienen pésimas prácticas de tratamiento de la planta, poniendo en riesgo la salud mental –tan raro- de la población con baja capacidad adquisitiva, en la fría, es decir, en la barriada popular.
Pero, la liberación de la planta ha mantenido su fuerza, gracias el desarrollo de mercados populares que hacen apología a las buenas prácticas en la cadena de valor del cannabis, no solo de forma recreativa, sino culinaria, cosmética, industrial, social, cultural, ambiental, artística, y en este sentido, política, se organizan y articulan en múltiples formas, en las que lo emocional resulta fundamental para una liberación del cannabis a la altura de su propio momento histórico.
La dichosa “Zona gris” tiene una fuerza inconmensurable, dada la proliferación de mercados divergentes en el territorio nacional y en la escala territorial que nos representa colectivamente que es el barrio. La economía subterránea ha sido el canal para dinamizar otras prácticas sociales que fortalecen las relaciones comunitarias, no solo de una manera positiva, sino con sus conflictos inherentes que trabajan sobre la capacidad de resiliencia personal y social, necesaria para el crecimiento, no solo de los mercados sino de una ciudadanía incluyente, consciente y empática.
Y es que esa famosa zona gris se puede entender como una parte del mercado popular, en la que pequeños cultivadores y transformadores del cannabis, hoy se encuentran en esa línea roja entre la legalidad y la ilegalidad y con un proyecto de ley que les da la espalda y que puede convertir estas prácticas comunitarias en ilegales, frente a la posibilidad de erigir nuevos monopolios.
La construcción de una política pública que tenga en cuenta esta zona gris, requiere no solo el fortalecimiento de las relaciones territorializadas, sino el desarrollo de acciones que nos permitan estructurar nuestra forma de existencia en una posible política de uso adulto del cannabis. La organización social ha madurado en algunos escenarios porque reconoce la importancia de tener incidencia en escalas territoriales más grandes para poder cobijar la liberación de la planta.
El diástole y sístole de la batalla libertaria de la maría es la capacidad humana de amar, potenciada por la posibilidad de crecer en colectivo. Esto requiere encontrar formas de existir en la diferencia, entendiendo cuándo es necesario poner límites para salvaguardar la dignidad y trascender como especie. Hoy, necesitamos juntarnos porque de nuevo asesinan la divergencia. Nuestros barrios lejanos de licencias para exportación de flores de cannabis con procesos excelsos de producción y tratamientos, de garantías para existir, necesitan que la zona gris siga creciendo con agentes conscientes de este momento histórico ganosxs de romperla para vivir sabroso.
¿Y la Mesa Autónoma Local de SPA (MALSPA)?
La MALSPA trabaja para alcanzar la autonomía con reconocimiento institucional por acuerdo local, sentando precedentes en el desarrollo de acciones estratégicas comunitarias en la construcción de la política pública. Por otro lado, la incidencia política en la asignación de recursos del 50% del presupuesto del Fondo de Desarrollo Local estipula recursos para la dinamización de estrategias que maximicen el bienestar social en la localidad. Para el sector salud en el Plan de Desarrollo Distrital “Bogotá camina segura” hubo una reducción considerable de recursos, lo que muestra la intención política en este sector del alcalde del nuevo liberalismo, poniendo en el ejercicio ciudadano las fichas para mitigar el retroceso en el sector. Gracias al trabajo articulado de la Mesa y otros sectores que trabajan alrededor de acciones de cuidado en la localidad (el sector de mujeres) se logró incluir un concepto de gasto nuevo de salud mental por 10.000 pesos para el cuatrienio. El arte, la cultura, el deporte, la gastronomía y los emprendimientos son expresiones de lxs agentes cannábicxs que tienen la misma posibilidad de desarrollo en la construcción de política pública si logramos vencer la ignorancia institucional, pero sobre todas las cosas si logramos construir un grupo de principios éticos que cimienten las relaciones humanas para la liberación de la planta.