“Casi todas las guerras, sean conflictos internacionales o internos, tienen un hito que marca su comienzo: el disparo contra un archiduque, la invasión de un territorio, un florero que se rompe, una palabra de agravio, y así. Este suele ser el clímax de una conjunción de factores sociales y políticos que van entrelazándose hasta asfixiar las salidas democráticas y civilizadas. La historia de la humanidad ha demostrado que es mucho más fácil soltar el primer tiro que lograr un armisticio, cuando la sangre ya inunda los campos. La guerra suma mayores agravios a los que ya le habían dado origen a ella misma; por eso, a pesar de que existan desarmes, treguas, perdones y procesos de paz, las heridas van quedando una sobre otra. Estas, en ocasiones, deforman el rostro de las naciones y entrelazan las violencias de manera que ya no se pueden separar unas de otras”.

Así inicia el tomo No Matarás, que hace parte del Informe Final, entregado y publicado por la Comisión de la Verdad en el año 2022, en este se recogen los antecedentes históricos del conflicto armado colombiano, hitos en el inicio de la guerra y los avances e intentos por construir la paz.

Una guerra que lleva más de 100 años y un conflicto armado enquistado también desde hace varias décadas, parecen haber dejado como resultado una sociedad que se siente incapaz de vivir en paz. A pesar de un importante desescalamiento del conflicto, gracias a los acuerdos que se han venido dando hace más de 20 años con diferentes actores armados, parece ser un movimiento natural después de un acuerdo cierto recrudecimiento, un tufillo que queda y que se agranda al punto de construir una nueva guerra, sin ideales, sin horizonte, tan solo por la costumbre de matarnos. Pero, si se piensa, en el fondo hasta cierta razón tiene, no somos más que pequeños animales o aves enjauladas durante tanto tiempo que desconocemos cómo asumir la libertad con la que contamos.

Aunque es cierto que el Estado no les ha cumplido a los firmantes del Acuerdo de Paz ni a las víctimas, como lo dejan entrever los últimos anuncios del presidente y sus ministros al demostrar cómo echaron a la basura y al bolsillo de unos pocos los miles de millones de pesos que, bien invertidos garantizarían una paz estable y duradera con quienes más han tenido que sufrir la guerra.

También es importante recordar que los seis puntos del Acuerdo siguen apenas avanzando después de más de 5 años. Pero, a su vez, es innegable que, hasta el momento, nunca había habido un gobierno tan comprometido con lograr una Reforma Rural Integral, con una Reforma Agraria y con solucionar de una manera diferente y con oportunidades el problema de las drogas ilícitas. Aunque falta camino por recorrer, poco a poco hay un país que se transforma. Por eso, lo que no debería pasar es caer nuevamente en pequeñas espirales de violencia tan fáciles y cautivadoras, pero tan peligrosas a la hora de potenciar estos delicados tejidos de la paz.

En este número traemos las voces de varias mujeres víctimas y firmantes del Acuerdo de Paz, mujeres a las que, desde ambos bandos, el conflicto las arrastró a una realidad que hoy han transformado en proyectos, en emprendimientos, en familias, en resiliencia y en la seguridad de querer aportar a la paz y cumplirle al país.

Es un llamado para que con ese mismo valor irrestricto le demos la espalda a la guerra que unos pocos quieren seguir diseminando en la ciudades y en los campos, para comprender que esa vocación por la muerte no es más que un sino marcado por años de violencia y contra el que, de manera consciente, podemos luchar para construir no solo una Colombia en paz, sino una Colombia llena de oportunidades, una Colombia biodiversa y pluricultural, una Colombia donde al silencio de los fusiles le siga la algarabía y el poder popular.  

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