«Editorial»

Por: El Callejero

 

 

“Poco valía, en Colombia, la vida de un hombre. La de un campesino, casi nada. Nada valía la vida de un indio; y la vida de un indio rebelde, menos que nada.

Sin embargo, inexplicablemente, Quintín Lame murió de viejo, en 1967.

Había nacido en este día de 1880, y había vivido sus muchos años preso o peleando.

En el Tolima, uno de los escenarios de sus malandanzas, fue encarcelado ciento ocho veces.

En las fotos policiales aparecía siempre con los ojos en compota, por los saludos de entrada, y la cabeza rapada, para quitarle fuerza.

Los dueños de la tierra temblaban al escuchar su nombre, y está visto que también la muerte le tenía terror. Hombre de hablar suavecito y gestos delicados, Quintín caminaba Colombia alzando a los pueblos indios.

—Nosotros no hemos venido, como puercos sin horqueta, a meternos en sembrado ajeno. Esta tierra es nuestra tierra.—decía Quintín, y sus arengas eran clases de historia. Él contaba el pasado de aquel presente, el porqué y el cuándo de tanta desdicha: desde el antes, se podía ir inven- tando otro después”.

Con estas palabras Eduardo Galeano describió a Manuel Quintín Lame en su libro: Hijos de los días, publicado en el 2012 por la editorial Siglo XXI. Esta obra recoge 366 historias de hombres y mujeres, en las que refleja tanto la fragilidad de aquellos que son reconocidos, como la grandeza de los ignorados.

Este año, Quintín Lame cumple 134 años de su natalicio, el 31 de octubre. Existen varias versiones sobre el año exacto: algunos lo sitúan en 1880, como Galeano; Friede, en 1887; y Rappaport, en 1883. Manuel fue hijo de campesinos y, al igual que su padre y sus hermanos, trabajó la tierra sin recibir compensación alguna. Sufrió la explotación y el rechazo que enfrentaban las comunidades indígenas en esa época. Una de sus luchas más intensas fue contra Guillermo Valencia, quien orquestó un proceso de persecución en su contra.

Lame siempre se consideró un defensor de su comunidad y entendió que el español, a través de la lectura y la escritura, era una herramienta fundamental para enfrentar a sus adversarios. Aunque no tuvo acceso formal a la educación, en su juventud aprendió a leer y escribir para defenderse y denunciar a los terratenientes y al Estado.

Quintín le dictó sus obras a Florentino Moreno, su escribano, también indígena, una de las más importantes fue: Los pensamientos del indio que se educó dentro de las selvas colombianas, en la que expresó: “El presente libro servirá de horizonte en medio de la oscuridad para las generaciones indígenas que duermen en esos inmensos campos que tiene la Naturaleza Divina”. “(…) Porque, si la pluma del doctor Guillermo Valencia sirve para escribir Anarcos, la pluma del indio Manuel Quintín Lame servirá para defen- der a Colombia”. Manuel asumió el papel histórico de escribir para sus hermanos, los indígenas paeces, convencido de aportar a su liberación y mantenimiento cultural a través de la organización y la lucha política y social: «(…) por medio de mi fe que dejo escrita en este libro se levantará un puñado de hombres indígenas el día de mañana y tomarán los pupitres, las tribunas, los estrados, las sesiones jurídicas”.

Presentamos esta efeméride en el contexto del proceso histórico que atraviesa hoy el país, desde el reconocimiento del papel fundamental de las comunidades indígenas en la defensa de la naturaleza, la organización de los territorios y la preservación de sus conocimientos tradicionales y ancestrales. Estos elementos son clave para la supervivencia del planeta y de la humanidad.

Además, es importante destacar que, aunque la historia de Colombia vio truncado su proceso de revolución y progresismo con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. La fuerza y el impulso de Quintín Lame pueden considerarse un proceso de emancipación igualmente significativo para las comunidades indígenas del país. Así lo reconocen quienes lo ven como uno de los ideólogos y líderes políticos del siglo XX.

En esta nueva edición del periódico El Callejero, abordamos varios temas que expresan diferentes puntos de vista sobre la realidad del país. Iniciamos con una crónica que evidencia cómo los procesos de sustitución de cultivos ilícitos y la inversión en producción agrícola han generado nuevas oportunidades para las comunidades indígenas, campesinas y las familias del Putumayo.

La COP16 fue el foco de atención durante el mes de octubre, cuando el mundo dirigió su mirada a este evento global que reunió a representantes de casi todos los países para discutir sobre biodiversidad, evaluar acuerdos previos y sugerir nuevas acciones en defensa de la naturaleza. Incluimos una nota sobre la participación de la niñez y la juventud en este importante evento. Sin embargo, contrastamos esta perspectiva con el incumplimiento sistemático de los Estados y la vulneración de los derechos en América Latina, retomando el discurso de Fidel Castro en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992.

Esta edición también presenta nuevas miradas sobre el estallido social y sus repercusiones actuales para los jóvenes y colectivos del sur de Bogotá. La Asociación Colombiana de Comunicadores Populares aporta una nota sobre la responsabilidad de los medios corporativos en la estigmatización y persecución de las organizaciones sociales y populares del país. Tres artículos desarrollan desde diferentes formatos — crónica, entrevista e información—, el consumo consciente de sustancias psicoactivas.

En la página central de esta edición, incluimos una investigación realizada por colectivos y organizaciones ambientales de la localidad sobre las afectaciones a la salud pública que probablemente provocará el manejo inadecuado de la obra del Metro de Bogotá en el antiguo botadero Gibraltar.

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