«Editorial 48»

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Por: El Callejero

 

 

La guerra no siempre se vive como nos la imaginamos. Allá, lejos, en un lugar del cual no diremos su nombre, una comunidad sobre la cual no mencionaremos su ascendencia, se vive en medio del conflicto entre actores armados. Tampoco diremos quiénes son, la verdad ya no importa, con el uniforme puesto todos terminan siendo iguales. 

En ese lugar, en medio de la guerra, la gente es feliz y no porque ame la guerra, sino porque no está dispuesta a dejarse ganar por ella. Allí las comunidades resisten e insisten en sostener sus vidas. Ese lugar sin nombre se multiplica en el país, así como se multiplican unos personajes valientes que en medio de las lejanías construyen antenas para transmitir, para hacer comunicación, una comunicación propia, en su lengua, a través de la cual tratan de garantizar la permanencia de su cultura, transmiten música propia, hablan sobre sus tradiciones y se ríen, se ríen mucho, sus locutores son empíricos, pero no por eso son menos buenos, con voces gruesas y expresiones propias de cualquier locutor profesional, entretienen a su público, mandan saludos, hacen reportajes, cuñas y van contando sobre las cotidianidades de sus territorios. Es un oficio digno y ellos permiten que se haga la magia de la comunicación y de la radio tradicional cuando conectan las antenas, con transistores hechizos pegados a largos palos de madera, en estudios de grabación con computadores y equipos antiguos, con consolas sencillas. Todas estas radios están ubicadas en las partes altas de las montañas, en esos filos que permiten que las ondas se distribuyan en varios kilómetros a la redonda. 

En esos sitios a los que pocas veces llega el Estado, a veces se aparecen los ministerios, pero no a ofrecer soluciones, al contrario, ministerios como el de las TIC llega a quitarles sus equipos, conseguidos con tanto esfuerzo, y a imponerles multas millonarias, supuestamente, porque no están debidamente registrados, es decir porque no le están pagando tributo, igual tampoco habría con qué. 

Esas personas que sin mucha retribución construyen comunidades y hacen procesos sociales desde la comunicación son las que reconocemos como comunicadores comunitarios, populares y alternativos.  

No son influencers y hasta el momento muy poco han sido tenidos en cuenta por el Gobierno del Cambio, sin embargo, siguen contribuyendo a la paz, a la difusión de la cultura, a la participación ciudadana y a la transformación del país. Ellas y ellos, aunque siguen invisibilizados, tienen la certeza que, con poder caminar en paz por sus montañas y sus barrios, sería suficiente. 

En esta edición del periódico El Callejero traemos diferentes temas de interés distrital, nacional e internacional. Iniciamos con un primer artículo sobre el fascismo del fin del mundo o cómo la suerte de Palestina se convierte en una advertencia sobre el posible destino de la humanidad. A diferencia de los totalitarismos del siglo XX, el nuevo programa fascista rompe con las condiciones de vida en el propio planeta. Y, otro artículo, denominado Palestina Vencerá en el que se analiza cómo a pesar del apoyo de miles de ciudadanos y uno que otro líder o presidente, el genocidio en la Franja de Gaza no para y las nuevas medidas que tomará Israel se salen de toda lógica posible, sin que hasta el momento nadie haga algo al respecto. 

Sobre temas nacionales, algunos apuntes sobre la situación actual del país; un análisis sobre lo ocurrido hace unas semanas con la consulta popular; una crónica sobre Juan José Sacco, un hombre valiente que atravesó más de 1.200 kilómetros en silla de ruedas, desde Tiquisio, sur de Bolívar, para reclamar los derechos de la población con discapacidad de las diferentes regiones del país. Por último, publicamos la carta que firman más de trescientos docentes, estudiantes y organizaciones ambientales en Antioquia a favor de los 11 campesinos judicializados por la multinacional minera Anglo Gold Ashanti. 

A nivel distrital, un informe sobre la situación que se viene presentando en el barrio San Bernardo, más conocido como el Sanber. Una crónica sobre la conmemoración de los 29 años de la muerte de Camilo Torres y algunos datos desconocidos sobre otros militantes de la antigua guerrilla y, una extensa denuncia sobre el Metro de Bogotá y sus evidentes fallas y afectaciones a las poblaciones alrededor de la obra. Por último, un relato sobre el proceso de mujeres de creación de tejidos y de historias, Agujas perdidas, de la Biblioteca Pública El Tintal.
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