«El Callejero»![]()
Comunicación popular y alternativa desde las calles de Techotiba
Con toda la violencia política que, desde sus orígenes, han ejercido quienes organizan la sociedad colombiana desde las instituciones del Estado, resulta llamativo que todavía se piense que, en comparación con otros países, vivimos en una democracia participativa, basándonos únicamente en la cantidad de espacios de opinión que ofrecen los medios. Es cierto que a lo largo de la historia han existido columnistas de todas las tendencias, como en una clasificación borgeana: centralistas y federalistas, conservadores y liberales, insurgentes y paraestatales, izquierdistas y derechistas, uribistas y petristas, feministas y patriarcalistas, libertarios y progresistas, comunistas y fascistas. La diversidad aparente podría dar la impresión de que habitamos el pluralismo prometido por la Constitución del 91.
Sin embargo, según Reporteros Sin Fronteras, Colombia ocupa el puesto 115 entre 180 países en el Índice Mundial de Libertad de Prensa, con un puntaje de 49,8 sobre 100 que refleja un entorno aún problemático para el ejercicio del periodismo. Por otra parte, Freedom House, clasifica al país como “parcialmente libre” en materia de libertad en Internet: pues si bien existe acceso a la red y no se observa una censura estatal sistemática, la situación está lejos de ser ideal.
La seguridad de los periodistas sigue siendo uno de los principales puntos críticos: quienes cubren temas como el conflicto armado, corrupción, medio ambiente enfrentan amenazas, hostigamiento e incluso violencia de hecho. A esto se suma que, en amplias zonas del país, especialmente las más apartadas o con presencia de grupos armados, la debilidad institucional limita la labor periodística y alimenta la autocensura. Al mismo tiempo, la precariedad económica de muchos medios y la concentración de la propiedad en pocos conglomerados reducen el pluralismo informativo y dificultan la investigación profunda, limitándose a la opinión irreverente o a las formas más básicas del humor sujetas al concurso de los clics, las impresiones y reacciones. Frente a este panorama, escribir desde un medio verdaderamente independiente con una audiencia crítica como la de El Callejero no solo es un placer, sino una necesidad para preservar la libertad de expresión y el contacto con lectores fugados de la aturdidora corriente informativa.
Una semilla de Techotiba
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En el año 2019, en las calles del Cartuchito, en Techotiba, nació este medio, como fruto de un proceso de educación popular en el que participaron jóvenes, mujeres, recicladores, artistas y vendedores informales de la localidad. Pero no fue intencional, como lo menciona Yimmy Cárdenas “lo que realmente queríamos en ese momento era poder montar nuevamente una radio, porque termina siendo no solo un espacio de encuentro de muchas voces, sino también un espacio físico en el que se pueden nuevamente encontrar los parches y volver a hacer cosas”.
Pero, en medio del proceso fue el papel y la magia de ver, palpar y oler el ejemplar impreso, lo que terminó tomando fuerza y enamorando a este proceso de comunicación que, aunque nuevo, traía también la experiencia de la Agencia Techotiba y una forma no solo técnica de producción, sino unas metodologías de trabajo comunitario. La segunda edición fue fruto de una colecta para diciembre del 2019, este nuevo número les permitió reflexionar sobre lo que significaron esas primeras movilizaciones de lo que años después se denominaría el Estallido Social. Fue la oportunidad de estar en las calles, hacer entrevistas, tomar fotografías, escribir, editar, diseñar, diagramar, imprimir, doblar, todo un ritual que se daba en medio de conversaciones en las que, poco a poco, se abordaron temas que en los primeros números se convirtieron en pilares de comunicación: la reflexión sobre el reciclaje, entendido en sus más profundos inicios, luchas, repercusiones, pero también incidencias en la vida cotidiana ciudadana y de las y los recicladores de oficio; todo lo relacionado con la calle, las economías populares, la realidad de un país que en ese momento estaba marcada por el nefasto gobierno de Duque y el pueblo en las calles.

“La comunicación se convierte en esa posibilidad no solamente de uno dar a conocer o de organizar una información que le entregan a través de un escrito que se corrige o de una entrevista que se transcribe y que se edita. Creo que la magia está en esa posibilidad de conocer a profundidad sobre todos estos temas, de disfrutar horas y horas de conversación, de investigar y de seguir reuniéndose, de estrechar esos lazos”, expresa Laura Rodríguez.
En esa cronología llega la pandemia y se profundiza por más de 9 meses un estallido social que también vuelve a reorganizar unos procesos que llevaban algunos años distanciados, fue la posibilidad de hacer nuevamente, y allí en el Portal de la Resistencia se comenzaron a hacer las ferias de medios, ruedas de prensa y cubrimientos, como un esfuerzo colectivo.
Después del Estallido, ya no solo se abrieron las puertas sino la vida entera a la comunicación, entendiéndola como un ejercicio transversal a todo lo que se hace, al arte, el alimento, la literatura, y también abrir las páginas para comenzar a desarrollar una comunicación que reflexionara sobre lo local, pero también sobre la actualidad, proponiendo espacios de análisis y de opinión que de alguna manera brindaran una contra comunicación con herramientas y objetividad para entender la realidad nacional e internacional.
Una búsqueda por la reflexión sobre la comunicación
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El Callejero también ha propiciado espacios de encuentro para los medios de comunicación comunitarios, alternativos y populares. En el año 2023 realizaron el primer Encuentro Nacional de Comunicación Comunitaria y Alternativa: Periodismo Para la Paz, como una apuesta por generar un espacio de reflexión con múltiples escenarios de participación y de análisis alrededor del papel que los medios de comunicación comunitarios, populares y alternativos han tenido en la construcción de la paz y del tejido comunitario en los diferentes territorios y regiones de Colombia. Allí, se logró que convergieran diferentes experiencias de comunicación realizadas por poblaciones víctimas, reincorporadas, campesinas, indígenas, afros, mujeres y colectivos populares de diferentes regiones del país para compartir experiencias alrededor de la construcción de la paz, que requiere de pedagogía, análisis crítico y un cambio de perspectiva en la creación de contenidos de comunicación que respondan a los intereses de las comunidades, que recojan las voces populares y que generen contenidos y formatos alternativos a los hegemónicos.

La reflexión y la búsqueda por una libertad de prensa también ha sido un eje articulador de acciones, por un lado, desde la creación de políticas públicas y propuestas legislativas que garanticen el acceso a la pauta oficial del Estado y, por lo tanto, garanticen la pluralidad informativa. Por otro lado, la creación de Escuelas del Cuidado para Comunicadoras y Comunicadores Comunitarios, entendiendo el alto nivel de riesgo que implica el hacer comunicación local, y tratando de reflexionar desde las mismas experiencias sobre el cómo desarrollar protocolos de protección y autocuidado que permitan por lo menos garantizar condiciones mínimas de seguridad en el oficio y la protección de la vida.
50 ediciones y contando
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Celebrar 50 ediciones de un medio comunitario e independiente como El Callejero es reconocer un acto de resistencia en un tiempo donde lo virtual diluye las voces reales. Cada número, impreso con esfuerzo y convicción, ha puesto a circular cerca de 100.000 ejemplares en cinco años, dando espacio a cientos de personas y colectivos que encuentran aquí un lugar para ser escuchados sin filtros ni intereses ajenos.
Esta trayectoria demuestra que la independencia es posible cuando se sostiene con ética, coherencia y creatividad, incluso frente a las dificultades económicas y a la falta de políticas públicas que reconozcan el valor de los medios populares.
Ser parte habitual de este proyecto me llena de orgullo: es un medio que no solo informa, sino que teje comunidad, defiende la libertad y abre sus páginas a todas las historias que merecen ser contadas.