«El Coronavirus, una prueba de fuego»

La expresión de la afectividad, mecanismo fundamental en las relaciones humanas, se ha visto cohibida por el uso continuo del tapabocas, por la regulación del distanciamiento social y las constantes restricciones. 

Por: Cris Alexandra Agudelo

 

A finales del año 2019, se originó en China el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que ocasiona la enfermedad denominada COVID-19. La cual, fue declarada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en marzo del 2020, debido a su fácil transmisión y su veloz expansión.

En ese mismo mes, el Ministerio de Salud y Protección Social confirmaba el primer caso en nuestro país. El número de contagios se incrementó rápidamente y una de las tantas medidas gubernamentales para evitar la propagación fue el confinamiento social preventivo y obligatorio.

Tiempos sin precedentes se avecinaron. Los planes y sueños de cada individuo se vieron paralizados frente a semejante gigante. Desde entonces, se ha mantenido en vilo al mundo entero. 

Las medidas de confinamiento fueron percibidas por muchos como coercitivas y contrarias a las libertades individuales y colectivas. Para otros, significaron una época de incertidumbre y zozobra frente a la posible muerte a causa de la enfermedad o la imposibilidad de obtener su sustento diario. Para algunos, especialmente privilegiados, fue un tiempo productivo para la lectura, la reflexión, la creación y la reinvención.

Esta peste ha cambiado al mundo. Es más, ha cambiado a cada uno de sus habitantes. Para nadie es un secreto que la actual pandemia ha representado un reto enorme para todo tipo de personas. Adicional al alto impacto económico, ambiental, social y sanitario, ha generado un impacto psicológico importante; numerosas emociones han emergido alrededor de esta crítica situación en niños, jóvenes y adultos: inseguridad, miedo, paranoia, ansiedad, angustia, estrés, depresión, tristeza, sentimiento de responsabilidad y autocuidado. Y es que, de repente, nuestros afectos se han visto mutilados. Nos obligaron a salir de nuestra zona de confort violenta y repentinamente.

Pero, ¿Qué son los afectos? ¿Representa el coronavirus una prueba de fuego para los mismos? Sería muy complejo dar una definición única de la palabra afecto, pues es un concepto subjetivo que constituye un abanico de sentimientos, emociones, pasiones y estados de ánimo. Lo que sí es evidente es que con la propagación de la pandemia se crea una amenaza hacia la expresión de la afectividad. Las reuniones, los abrazos, las risas, las caricias y los besos se han vuelto limitados. En algunos casos, han desaparecido de la agenda personal. La expresión de la afectividad, mecanismo fundamental en las relaciones humanas, se ha visto cohibida por el uso continuo del tapabocas, por la regulación del distanciamiento social y las constantes medidas y restricciones como la cuarentena, el pico y cédula, el toque de queda, etc.

No obstante, los afectos reales soportan grandes desafíos. Con la reactivación paulatina de la economía y el regreso a la “nueva normalidad” es imprescindible recordar que para todo individuo el acercamiento es fundamental, no podemos permitirnos el hecho de robotizarnos o enclaustrarnos para siempre; pues el ser humano es un ser de encuentro, un ser de contacto, un ser social. Es esencial regresar a una vida razonablemente humana en la que la demostración de la afectividad continúe siendo un elemento ineludible, es necesario volver a sentir la fogosidad de un abrazo, la pasión de un beso, la ternura de una sonrisa, el calor de hogar.  Somos seres sociales y eso nos diferencia de las máquinas.

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