«El silencio gritado»

Por: Natalia Forero Pacheco

 

 

“Tú ya sabes qué hacer”, fueron las palabras que resonaron en los oídos de Paula cuando su “pareja” de ese entonces escuchó que estaba embarazada. Esas cinco palabras, cargadas de expectativas y presiones, se convirtieron en un eco ensordecedor que resonó en su mente durante meses. El dolor que sintió en ese momento fue abrumador, como si el mundo se hubiera detenido y ella estuviera congelada en el tiempo.

Octubre fue un mes marcado por la neblina de la incertidumbre y el peso de la indecisión, fue testigo de los primeros síntomas que anunciaban la vida que crecía dentro de ella. Pero Paula, envuelta en una nube de cansancio y malestar constante, aplaza el confrontar su propia realidad. La fatiga la abrazaba como una sombra persistente, oscureciendo su semblante y ahogando sus sueños.

Fue en diciembre, en medio de una noche encendida por las velitas, cuando Paula finalmente se atrevió a enfrentar la verdad. Con el apoyo de un amigo, fue a un centro médico, donde aguardó los resultados que cambiarían esa etapa de su vida para siempre. Los minutos se estiraron como horas interminables, mientras aguardaba en la sala de espera.

Cuando por fin llegó el momento de enfrentar la realidad, Paula delegó la tarea de abrir el sobre a su amigo. Con manos temblorosas, él desveló la verdad: el test confirmaba su embarazo. El shock inicial dio paso a un torrente de emociones encontradas, que se manifestaban en una risa nerviosa, entre lágrimas desbordantes. En esa noche de luces y sombras, Paula se sumergió en la vorágine de la incertidumbre y el miedo.

La fecha, el 18 de diciembre de 2022, quedará grabada en la memoria de Paula como el día en que tomó una de las decisiones más difíciles de su vida. Cada paso que dio hacia Profamilia, desde la estación del Transmilenio, fue como una despedida, un adiós silencioso a la vida que crecía en su interior. Cada uno de los 70 pasos resonaba en su corazón como un latido melancólico.

El umbral de Profamilia se alzaba ante ella como un portón hacia lo desconocido. Cada paso que daba hacia adelante era un acto de valentía, un sacrificio por su propio bienestar y su libertad. El corazón de Paula latía con fuerza, como un tambor que anunciaba el comienzo de una nueva etapa en su vida, pero también el final de otro, no menos importante.

Cuando cruzó la puerta, el aire de la clínica era denso, cada paso resonaba en sus oídos, como si fuera un viaje hacia lo desconocido y al mismo tiempo hacia el alivio. Sus manos temblaban mientras entregaba su destino a manos expertas, sabiendo que ese momento marcaría un antes y un después en su vida.

En la sala de espera, el tiempo parecía detenerse, como si el universo entero estuviera suspendido en el silencio de su decisión. Cada segundo se estiraba como un elástico, mientras Paula se sumía en sus pensamientos más profundos. La incertidumbre y el miedo se entrelazaban en su corazón, pero también la certeza de que estaba tomando el control de su destino, de su cuerpo, de su vida.

Cuando finalmente llegó el momento, el proceso fue rápido y sin dolor, pero no por ello menos significativo. Con cada pastilla que ingirió, Paula sentía cómo se desvanecían los últimos vestigios de su antigua vida, dejando espacio para un nuevo comienzo. El alivio y la tristeza se entrelazaban en su corazón, mientras se despedía en silencio de la vida que pudo haber sido, pero ya no sería.

Mientras Paula enfrentaba su propia batalla, en las calles de Colombia resonaban las voces de miles de mujeres que clamaban por el reconocimiento de sus derechos. Las marchas del 25 de noviembre contra la violencia hacia la mujer se convertían en un grito colectivo de resistencia y esperanza. En medio de ese mar de voces, Paula, con apenas 18 años, se sentía sola, atrapada en un laberinto de silencio y estigma.

A pesar de sus esfuerzos por encontrar apoyo, Paula se sintió aún más aislada cuando le contó a su madre. En lugar de preguntarle cómo se sentía, Paula recibió un silencio incómodo que resonó más fuerte que cualquier palabra. En ese momento, la soledad se hizo más palpable que nunca.

Para ese entonces, en Colombia, el tema del aborto seguía siendo objeto de un debate acalorado y polémico. Aunque, la Corte había decidido que fuera legal, el asunto seguía siendo de gran controversia moral y social, dividiendo a la sociedad en dos bandos enfrentados.

Con cada amanecer, Paula abraza su nueva vida con valentía y determinación, llevando consigo la fortaleza de su experiencia. Aunque el camino hacia la sanación sigue siendo una travesía, encuentra consuelo en la certeza de haber tomado el control de su destino y haber defendido su derecho fundamental a decidir sobre su propio cuerpo.

Y mientras el debate sobre el aborto continúa agitando las aguas de la sociedad, el testimonio de Paula resuena como un eco en cada marcha, protesta y manifestación, recordándole al mundo la importancia de respetar la voz y las decisiones de las mujeres. En su voz, en su historia, en su resiliencia, Paula encuentra el poder para transformar el silencio en un grito de libertad, y convertir su dolor en un símbolo de fortaleza. Y así, mientras camina hacia el horizonte, Paula se convierte en un ejemplo de la capacidad humana para superar las adversidades y encontrar la luz en medio de la oscuridad.

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