Con la aparición del “fenómeno Francia”, en las pasadas elecciones al Congreso, se han visualizado todo tipo de expectativas que encasillan a la lideresa como una representante de la lucha de las mujeres y de las minorías discriminadas en el escenario político. Frente a esto, todo indica que Francia Márquez no solo es la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro para las elecciones presidenciales, sino que también puede ser la oportunidad para que miles de mujeres que han sido silenciadas por una creciente desigualdad en el territorio encuentren una voz en la política que las escuche y las represente.

A lo largo del presente año, el nombre de Francia Márquez ha levantado diversas polémicas provenientes, gran parte de ellas, de los medios de comunicación e incluso periodistas y líderes de opinión, que han intentado minimizar sus ideales afirmando que “cualquier persona se ve muy rubia o muy maja a comparación de Francia”, o apodándola “King Kong” despectivamente, todos estos comportamientos racistas y de carácter patriarcal. Pese a que este tipo de situaciones se han visto contrarrestadas, la estructura machista que se ha grabado no solo en la mente de todos aquellos políticos que conforman el gobierno actualmente, sino también en ciudadanos de pensamiento “progresista” que siguen manteniendo ideales retrógrados y discriminatorios que no ayudan al avance de la sociedad y solo contribuyen a su retroceso.

Un término que refleja este escenario, además del racismo, es el patriarcado, término que acuña a un sistema dominado por hombres, el cual ha caracterizado a la sociedad colombiana desde sus inicios, impidiendo la libertad de la mujer en muchos aspectos y dificultando su participación en la política. Tanto así, que fue hasta 1954, en el gobierno de Rojas Pinilla, que las mujeres accedieron al derecho del sufragio, empezando a tener un reconocimiento ciudadano a través del voto. A pesar de este hecho, las mujeres han avanzado paulatinamente en un sinuoso camino de desigualdad y discriminación, sin que la ley de cuotas, ni la de paridad, hayan podido sortear en su totalidad estas dificultades. De acuerdo a los datos exhibidos por el DANE durante el 2020, solo el 43% de las mujeres hacen parte de cargos políticos relevantes. Un porcentaje bastante mínimo considerando la cantidad de cargos políticos existentes y los pocos que están siendo ocupados por las mujeres.

Francia Márquez ha abordado bastante bien este tipo de problemáticas, a diferencia de otras mujeres que han aprovechado la visibilidad política para defender los intereses patriarcales como Martha Lucia Ramírez, Francia ha afirmado que: “La mayor dificultad en Colombia es el mandato masculinizado que ha sido perpetuado por la supremacía blanca. La sociedad lo ha asumido y ha sufrido las afectaciones y las consecuencias de ese patriarcalismo”. Sus comentarios, que exaltan sus influencias feministas como Judith Butler o Angela Davis, han posibilitado que muchas mujeres encuentren inspiración en sus palabras, apoyándola y logrando que se haya posicionado como la tercera precandidata más votada en las consultas presidenciales. Este factor marca un punto de inflexión en la historia de Colombia, ya que además de ser la primera vez que una mujer afro tiene la preparación para ocupar altos cargos, a pesar de la supuesta inexperiencia que le achacan sus contradictores, Márquez ha sido catalogada como una de las 100 mujeres más influyentes de acuerdo a la BBC en el 2019, además de ser ganadora del premio Goldman por sus actividades ambientalistas.

Independientemente de los próximos resultados electorales, la influencia de Francia Márquez no pasará desapercibida, y lejos de ser opacada (a pesar de los prejuicios de sus opositores), cada vez tendrá mayor resonancia la coherencia de sus posturas feministas y ambientalistas. De acuerdo a esto y a lo mencionado, todo indica con lo expuesto que la candidata por el Pacto Histórico, es una digna representante de las causas feministas, y de quienes representan un cambio en Colombia.