«La avenida Boyacá vs la Reserva Van der Hammen»
Por: Alberto López de Mesa
Nos meten los dedos en la boca, porque ya se sabe que la construcción de esa vía es la cuota inicial para que en la próxima década se vengan con todas las empresas urbanizadoras y esas sí aprovechen la “conectividad”, pero la que brinda una avenida como canal de servicios domiciliarios para las viviendas aledañas.
Todo parece indicar que la prolongación de doce carriles de la avenida Boyacá hacia los bordes del municipio de Chía, inexorablemente atravesará la Reserva Van der Hammen. La aprobación y la respectiva licencia ambiental de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) será un hecho, hasta ahora retenido por el recurso de reposición que interpuso la abogada y especialista en derecho ambiental, Sabina Rodríguez Van der Hammen.
Ella, comprometida en cuerpo y alma con sensibilizar a las ciudadanías y a los gobiernos sobre los saberes, los avisos y la conciencia que legó su abuelo Thomas, insiste en la calidad de vida de las generaciones presentes y venideras, en convivencia armónica con los ecosistemas sabaneros. No ha cesado un instante en advertirnos de la importancia de la conectividad ecológica entre los cerros orientales y la sabana, que propicia el corredor bautizado desde el 2000 como Reserva Van der Hammen.
En realidad, esas 1.395 hectáreas, especialmente el área al borde noroccidental de la ciudad, siempre han sido un bocado anhelado para constructores y urbanizadores. Ya lo dijo en el 2016 el alcalde Peñalosa: “Eso es un potrero sin más interés que unos arbustos achilados”. Lógico, desde su ambición desarrollista, que por cierto ha proliferado en muchas conciencias, incluida la de la alcaldesa actual, la tal Reserva es un lote propicio para “resolver el déficit de vivienda del Distrito” y la tal conectividad de los vientos, que bajan desde el Boquerón de la Torca; la empatía entre el corredor de nubes y las aguas subterráneas y las quebradas, y entre especies de flora y fauna son imperceptibles para el ojo codicioso, pero fundamentales para el tejido holístico de la vida natural.
Nada de esto importa para la mentalidad desarrollista que solo entiende el progreso en modo de cemento y en términos de rentabilidad. Dice la alcaldesa Claudia López que la ampliación de la avenida Boyacá solo pellizca el 2% de la Reserva, pero no propone ni explica el cómo ese trazado evitará cortar la conectividad antes descrita. En realidad, nos meten los dedos en la boca, porque ya se sabe que la construcción de esa vía es la cuota inicial para que en la próxima década se vengan con todas las empresas urbanizadoras y esas sí aprovechen la “conectividad”, pero la que brinda una avenida como canal de servicios domiciliarios para las viviendas aledañas.
Y por eso solo hablan de la opción del trazado por la Reserva. ¿Acaso alguien ha defendido la posibilidad de trazar la vía por el Cementerio la Inmaculada? ¿Acaso el culto a los muertos es más importante o resulta más oneroso que defender un sistema vital como es la Reserva? ¿No sería más barato exhumar un montón de huesos e indemnizar a los parientes? o ¿es que acaso esa ribera maloliente del Río Bogotá no es tan atractiva para los urbanizadores?
Tampoco se ha dicho que la avenida de doce carriles será elevada para mantener la conectividad, como se ha hecho en países desarrollados y respetuosos de sus ecosistemas. No, porque una vía elevada no hace expedita la relación con las urbanizaciones que tienen en mente. En cambio, a ras del suelo todo resulta de papayita. Estoy pesimista, lo reconozco, pero es que la valoración que hizo el geólogo y biólogo neerlandés Thomas Van der Hammen no es tangible para la mentalidad popular y es un obstáculo para las políticas desarrollistas.
Ninguno de los candidatos al Concejo y a la Alcaldía ha sido formado ni es sensible con lo que significa la preservación de ecosistemas en pro de responder con acciones reales a la mitigación del cambio climático y construir una nueva noción de desarrollo amoroso con el planeta.
Sin la codicia de por medio sería más fácil que los líderes urbanos entendieran que integrar el desarrollo respetuosamente con los ecosistemas, además de una postura de paisajismo digno y bello, es bondadoso con nuestra calidad de vida presente y futura. Total, mi pesimismo sobre el destino de la Reserva no es un refunfuño, es una decepción con el ambientalismo de mentiras que asumen los jóvenes políticos del presente.