Ángela María Sepúlveda Gamboa, su fundadora y directora, recuerda con una mezcla de nostalgia y certeza, el momento en que todo comenzó: A partir de las rutinas sencillas, hechas de movimiento y compañía, empezó a revelarse la necesidad de un espacio donde las personas mayores pudieran verse reflejadas, ser escuchadas y contar ellas mismas lo que sucedía en su comunidad.

Fue en una gran asamblea, rodeada por las organizaciones de adultos mayores de la localidad, cuando la idea tomó forma definitiva. No existía un medio que reuniera sus procesos, sus esfuerzos ni sus luchas diarias, así que decidieron crear uno propio. En una lluvia de ideas, cargada de expectativa y creatividad, surgió el nombre que las unió a todas: La Voz de la Experiencia, elegido porque condensaba el acumulado de saberes y vivencias de quienes han sostenido la vida comunitaria durante décadas. Ese fue el punto de partida para construir un medio que no solo buscaba informar, sino también dignificar una historia colectiva.

Sin embargo, en poco tiempo se dieron cuenta que, para sostener un periódico se necesitaba un equipo técnico, personas que redactaran, entrevistaran, organizaran la información y, sobre todo, recursos económicos que permitieran sostener las ediciones.

Con el equipo tocaron puertas, insistieron, gestionaron, hasta que una pauta con la ETB les permitió imprimir las primeras ediciones en 2015. Llegaron a publicar quince números, cada uno recibido como una pequeña victoria en medio de las dificultades diarias. Los ejemplares circulaban entre grupos de baile, colectivos culturales, talleres de tejido, reuniones de participación y espacios comunitarios donde siempre había alguien dispuesto a contar una historia.

Pero luego llegaron los años duros, porque las crisis económicas previas a la pandemia, hicieron que el periódico tuviera que detenerse. No desapareció: quedó suspendido, como esos proyectos que se guardan con la esperanza de retomarlos cuando soplen tiempos mejores. Hoy, insiste, están en proceso de reactivarlo, porque la necesidad de informar sigue viva.

La importancia del medio se refleja también en la acogida que tuvo entre las organizaciones y personas mayores. Para muchas de ellas, ver sus historias plasmadas en papel era un acto de reconocimiento que no habían tenido antes, sus luchas por servicios públicos, sus procesos comunitarios, sus encuentros culturales, sus trayectorias de vida atravesadas por migraciones forzadas y violencias silenciosas. El papel, dice ella, es un territorio amable donde nadie queda por fuera.

A lo largo de la entrevista, Ángela no habla solo del periódico, habla del compromiso que ha asumido en múltiples espacios comunitarios y de liderazgo. En su relato aparecen mujeres que llegaron desplazadas del campo, que criaron solas a sus familias, que encontraron en la organización un camino para levantarse pese a las heridas del pasado. Por eso insiste en que el mayor aporte de La Voz de la Experiencia ha sido informar para garantizar derechos: que las personas mayores participen en encuentros ciudadanos, que entiendan los proyectos de la alcaldía, que hagan parte del plan de desarrollo, hacer todo esto a través del papel es más fácil que desde lo digital.

Ángela no solo creó un medio, tejió una red, impulsó la participación, alimentó la identidad de un territorio y demostró que el papel sigue siendo un refugio para quienes no siempre pueden navegar en lo digital.

Diez minutos bastaron para entender que su trabajo es más que comunicación comunitaria: es un acto de memoria, dignidad y justicia para quienes, a través de la experiencia, siguen transformando su barrio y su ciudad.