«Los cien años de tres películas colombianas»

Por: Anderson Zuluaga

 

 

Este año se conmemora un siglo de tres películas colombianas: Madre de Samuel Velásquez; La tragedia del silencio de Arturo Acevedo y Aura o las violetas de Pedro Moreno Garzón y Vincenzo di Doménico. Dos de los títulos, Aura o las violetas y Madre, son adaptaciones literarias, transiciones de elementos visuales de la novela a imágenes en movimiento que, semejantes en sus formas narrativas, dotan al cine de una herencia cultural necesaria para el nuevo medio que representan, en el que se desvanecen los límites de la fantasía y la realidad. Tal vez sea Sergei Eisenstein, el primero en comentar equivalencias estructurales entre el cine y otras formas artísticas, en especial la literatura, en obras de autores como Dickens, Maupassant y Emile Zola se encuentran procedimientos cinematográficos, puntos de vista y formas similares de exposición de los hechos, característicos del relato cinematográfico.

En el caso colombiano, los primeros realizadores, de inicios de los años 20, interpretaron las motivaciones de los posibles asistentes y comenzaron la adaptación de libros colombianos de gran popularidad, en busca de, sobre la base de una historia conocida, asegurar una divulgación exitosa de las cintas, desde la expansión del lenguaje escrito al visual. Este impacto lo alcanzaría la primera película de ficción colombiana María de Máximo Calvo y Alfredo Del Diestro (1922) basada en el libro homónimo de Jorge Isaac, que motivaría la realización de producciones posteriores con este mismo tratamiento.

Los escritores colombianos de la época calcan en su campo a los grandes melodramas de la literatura italiana y francesa del siglo XIX. Los tres largometrajes tienen como elemento común el melodrama teatral y su respectiva puesta en escena, donde el cuerpo y la pantomima son comunicadores de emociones, que acentúan las acciones de fervor y éxtasis de los personajes. Para espectadores del mundo contemporáneo puede resultar la cosa más cómica y exagerada del mundo, pero es una herencia del teatro y  fue una forma directa de comunicar un mensaje a través del gesto. En un arte naciente y con limitantes técnicas, necesitó en un principio del apoyo del texto impreso (folletines) para retener la sucesión de imágenes que no siempre eran bien captadas o comprendidas. Para amortiguar este tipo de choques de interpretación en los espectadores, acostumbrados más al verbo que a la imagen, recurrían los realizadores a histrionismos actorales desmesurados.

De estas tres cintas solo se conservan fragmentos. La tragedia del silencio es la que tiene una mejor estructura compositiva y mayor duración, de ella se conserva el inicio y el final de la cinta, las otras dos se interrumpen repentinamente, cortando el desarrollo narrativo de la trama. Así mismo, la única cinta con música original de la época, hecha especialmente para la película, es La tragedia del silencio.

Fotografía La tragedia del silencio

En conmemoración de los 100 años de estas producciones fílmicas, el Patrimonio Fílmico Colombiano, la institución encargada de recuperar y restaurar el material audiovisual del país. Proyectó las tres películas restauradas, las cuales demoraron 27 años en ser renovadas digitalmente. La proyección fue acompañada de música en vivo (cine concierto), donde los músicos creadores de las piezas escuchadas, trataron de recrear los sonidos y los instrumentos de la época, acoplándose a las melodías que pudieron haber oído los espectadores de hace un siglo.

Fotografía Madre

Las tres producciones hacen parte del inicio de la época de oro del cine silente colombiano, creadas como un contrapeso cultural de la oferta imperante del cine mexicano y norteamericano, con la intención de potenciar una industria de relatos cinematográficos propios. Por tal razón, qué mejor forma de conmemorar estos cien años que volver a las producciones nacionales recientes y de antaño, para contrarrestar el bombardeo de películas extranjeras y que el relato que construyamos de país, no se haga con base a historias prestadas de terceros. Para permitir que la industria salga del irrisorio 0,8% de asistencia a películas colombianas. El más bajo de los últimos 18 años.

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