«¿Permitirían los telenoticieros de hoy las sátiras de Garzón?»

Por: Alberto López de Mesa

 

 

Como prodigioso fue el humor inteligente e irreverente de Jaime Garzón, fue providencial el que las programadoras de entonces hayan aceptado y divulgado sin censura sus sátiras políticas. Viendo el sectarismo y la manipulación de la información que practican los medios de comunicación de hoy en día, uno se hace varias preguntas: ¿La popularidad que alcanzó el irreverente Jaime Garzón, gracias a la difusión en televisión, fue un descuido de los heraldos del Statu quo? ¿El alto rating alcanzado por los programas del humorista y sus consecuentes ganancias para las programadoras, primó sobre las implicaciones políticas de las irónicas denuncias del actor? o ¿Definitivamente hubo en la televisión de ese momento intelectuales y periodistas que valoraron como pertinente el humor de Jaime Garzón?

Hagamos un rápido paneo de aquel momento histórico:

En la última década del siglo XX, el país convulsionó en lo social y en lo político. La violencia en el campo y en las ciudades se exacerbaba porque el gusto por el dinero fácil y la ostentación de lujos, que inculcaron en la conciencia colectiva los capos de los carteles, no respetaron ni fe, ni ideologías, pervirtieron al ejército, a las guerrillas, a los políticos, a banqueros, empresarios e industriales. Esto generó modalidades de corrupción, tanto en lo público como en lo privado, por lo cual los implicados debían impedir a cualquier costo que se destapara la olla podrida.

Así entonces: fuerzas oscuras asesinaron a líderes políticos de izquierda, al colmo de exterminar todo un partido político como la UP; en las campañas para las elecciones presidenciales, mataron a tres de los candidatos: al líder de la izquierda Jaramillo Osa, al liberal Luis Carlos Galán, y al ex guerrillero del M19, Carlos Pizarro. Gamonales, autoridades militares y civiles, sobre todo de Antioquia, patrocinaron el desarrollo del paramilitarismo y sus acciones macabras. Por su parte, las guerrillas de las Farc en huelga de ideología política, además de cobrar vacunas a las mafias, también se volvieron un cartel del narcotráfico.

El presidente Gaviria, que calladito de todo, decretó la apertura económica, propició la privatización de empresas estatales, medidas que abrieron paso a las políticas económicas neoliberales, sin embargo y, a buena hora, promulgó la Asamblea Constituyente que dio origen a la Carta Magna moderna, la Constitución del 91, donde el país se reconoce como un Estado social de derecho, plural y democrático. Justo en medio de ese maremágnum de violencia, corrupción y ajustes políticos, se da el chispazo mediático de Jaime Garzón. Los noticieros en la televisión del momento eran: Noticiero Nacional y CM&, producidos por Colombiana de Televisión (CTV); QAP Noticias, producido por Producciones Nacionales Colombianas de Hoy (PUNCH), los noticieros de las 7:00 p.m. de RCN y TV HOY, de Caracol.

Jaime Garzón expresó su talento, primero en el programa ZOOCIEDAD producido por CTV y dirigido por Pepe Sánchez, este último, reconocido como actor de teatro y televisión, director del programa, también de humor, Don Chinche. La sensibilidad artística de Pepe Sánchez explica el que aceptara sin reparos las insolencias de Garzón.

Después, en el programa QUAC (producido por RTI), Jaime Garzón se explayó en sus dotes histriónicas, caricaturizando políticos y recreando personajes del común, que ironizaban sobre hechos y personajes de actualidad social y política. Lo dirigía el veterano periodista Juan Gossaín, ya premiado por sus propuestas periodísticas intrépidas y renovadoras, lo cual también explica su condescendencia con el cómico.

El último y más exitoso y polémico personaje que interpretó Jaime Garzón, fue el embolador realmente desdentado, Heriberto de la Calle, que entablaba conversaciones sardónicas y hacía preguntas capciosas, mientras le lustraba los zapatos a personajes de la política o de la farándula, la mayoría con rabo de paja en asuntos complicados de la vida nacional. Quien dirigía el noticiero donde salía el lustrabotas era el periodista Rodrigo Pardo, defensor de la libertad de prensa e irreductible en sus principios éticos.

Así pues, Garzón contó con la suerte de ser dirigido por librepensadores, que le dieron licencia para burlarse y parodiar aquel momento del país. Tanto salpicaban los crímenes, los bombazos, las matanzas rurales, que era imposible que el periodismo de entonces no las mentara ni las mostrara. De hecho, el director del periódico El Espectador, Guillermo Cano, por sus críticas y denuncias a corruptelas y narcotráfico, en diciembre de 1986 fue asesinado por orden de Pablo Escobar. Al final, como se presentía, el 13 de agosto de 1999, Jaime Garzón fue asesinado a tiros por dos sicarios, mandados por un grupo aún anónimo e impune de paramilitares, políticos, ex militares, que irracionales consideraron su humor peligroso para sus intereses.

Vale decir que finalizando el siglo XX, el periodismo de opinión en Colombia hizo gala de valentía, de coherencia y de buenas plumas literarias, toda vez que los periodistas que escribían en las páginas editoriales pertenecían a la aristocracia ilustrada, cultos, verdaderos adalides del periodismo investigativo y de la denuncia pública. Pero, debemos decir, que no encumbraron la ironía desfachatada y a veces insolente de Jaime Garzón, tampoco lo hicieron los caricaturistas, de todos modos, con modales acordes al establecimiento.

Y si eso era en ese momento, cuando, por ejemplo, el periódico El Tiempo todavía era de los Santos y el Espectador de los Cano, de linaje periodístico e intelectual, lo mismo la revista Semana, todos dirigidos por gentes de sagas periodísticas. Su misión y función frente al poder de la información, cambia mucho ahora que dichos medios de comunicación son propiedad de potentados, de banqueros, que difícilmente permitirían que el instrumento comunicativo de su propiedad, y menos de alcance tan masivo como la televisión, alguien se mofe de su imagen o ponga en tela de juicio su papel en la sociedad.

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