«Un país donde no hay garantías»

Por: Luis Felipe Camargo 

 

 

Nuestro país tiene más de 50 millones de habitantes y la característica de ser capitalista, además nos rige una Constitución, que unos pocos conocemos y citamos a conveniencia. En Colombia, la institucionalidad está marcada por el negocio, lo importante es ganar más o ser el primero, sin importar la falta de ética que se requiere para ello. Los líderes del gobierno y los medios de comunicación contribuyen en la división de la población, cada vez se fragmentan más los partidos políticos, los grupos de líderes comunales, las agremiaciones de campesinos, vendedores ambulantes, recicladores y los sindicatos de trabajadores en los sectores productivos de la economía. Se promueve la desunión para que no se logren resultados importantes desde los colectivos populares.

En resumen, no se cree para nada en la institución, muchos de los que se hacen llamar líderes solo buscan direccionar a la gente a la pobreza, no solo de recursos económicos, sino también alimenticios y de saberes, para mantenernos lo más aletargados y violentos posible. Mientras unas pocas familias bien organizadas sí se unen, y sí se capacitan para quedarse con la riqueza de nuestro país.

En un artículo pasado quise hablar de paz, pero para plantear ese tema, primero se deben revisar las problemáticas que persisten y que dificultan la creación no solo de un acuerdo entre partes, sino de un pacto colectivo de las ciudadanías. Hoy solo en una ciudad como Bogotá, con más de siete millones de personas, cerca de 800.000 personas se encuentran en situación de pobreza y pobreza extrema. Cada vez hay menos empleo, los índices de violencia crecen desbordadamente y la inseguridad es un sentimiento permanente.

Ese sentimiento de inseguridad, en lugar de ser abordado desde el arte, la educación y la cultura, se resuelve con más presencia de la policía, que las personas asocian con un incremento directo en la extorsión, maltrato y opresión a sus comunidades.

La invitación es a detenernos un poco y empezar a crear colectivos que haciendo pequeños cambios en los quehaceres diarios, generemos ejercicios positivos, de cuidado, autocuidado, seguridad alimentaria y de cohesión colectiva y popular.

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