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«La paz es con y para las mujeres»

Por: Camila Hernández

 

 

Durante el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos, se llevaron a cabo los diálogos de paz entre el gobierno y las Farc, que comenzaron en 2012 en Oslo, Noruega, y culminaron con la firma del Acuerdo de Paz en 2016 en Bogotá, Colombia. El objetivo era claro: no solo silenciar los fusiles, sino iniciar un proceso de búsqueda de verdad, reparación y no repetición. Este proceso se centró en seis puntos fundamentales: La Reforma Rural Integral, la participación política, el fin del conflicto, la solución al problema de las drogas ilícitas, la reparación integral a las víctimas y los mecanismos de refrendación del Acuerdo.

El 2016 se convirtió en uno de los años más importantes porque se construyó un camino sólido hacia la paz, que tuvo en cuenta a dos actores fundamentales del conflicto: víctimas y reincorporados. Lo que trajo consigo nuevas oportunidades de transformación social, en las regiones y en las ciudades.

Es en este marco de reincorporación que aparece la protagonista de nuestra historia, Karen Pineda, firmante del Acuerdo de Paz, quien hoy en día hace parte de la organización distrital, Asociación Nuevo Agrupamiento Por La Paz (Ana Paz), conformada por 45 mujeres, de las cuales 40 son firmantes del Acuerdo. Y cuya vida también ha transitado por los ejercicios del encuentro y el trabajo comunitario y popular.

La mujer emancipada, organizada y proletaria

A partir de la firma del Acuerdo de Paz se inició un proceso complejo de reincorporación a la vida civil por parte de los actores armados. En ese curso, las mujeres desmovilizadas se enfrentaron a condiciones que dificultan en mayor medida ese paso.

Al incorporarse de nuevo a las ciudades, las mujeres recibieron interrogantes de diversa naturaleza. Ejemplos claros, fueron preguntas de tipo: “¿han sido violadas?, ¿a ustedes las obligaron?”, cuyo origen es parte de las estructuras patriarcales, que infantilizan e invalidan las decisiones políticas de las mujeres que deciden organizarse en procesos sociales armados, puesto que se tiene la preconcepción de que solo el hombre es un ser político capaz de organizarse.

Tal como lo explica Karen: “Fue una decisión política en la mayoría de los casos, porque en otros también puede ser una decisión de condiciones de vida, territorios donde sencillamente o se iba para este actor armado o se iba para este otro. Nosotras como mujeres farianas tenemos que reafirmar esa decisión que tomamos, responsabilizarnos de las cosas que hayan sucedido en el marco del conflicto, pero sobre todo avanzar en la construcción de la paz que es lo que necesita nuestro país”.

Por otra parte, al interior de la organización se preveían algunos tipos de violencia de género y se tenían sanciones frente a las mismas, sin llegar a ser una organización feminista, como resalta Karen. Es por medio de la desmovilización que se da con organizaciones con enfoque de género, llegando así, varias de sus compañeras, al feminismo insurgente.

“Una apuesta desde las mujeres que eran combatientes en ese momento, para interpretar cómo era que debía vivirse ese feminismo desde una mirada también más armónica en compañía de los hombres”, relacionándose con el planteamiento de Lenin sobre cómo las mujeres deben ser instruidas, politizadas, organizadas y movilizadas para la lucha popular conjunta, concibiendo la lucha femenina como solidaria de la clase obrera.

Paradójicamente, menciona Karen, al darse la reincorporación, algunas de sus compañeras cayeron en dinámicas patriarcales bajo diferentes formas de violencia, siendo la económica la más común. Conocida también como trabajo no remunerado y caracterizada por labores como el cuidado de los niños, ancianos, labores domésticas, así como el cuidado total del hogar, además de su jornada laboral establecida. Según el DANE, durante el periodo 2022 a 2023, se dedicaron en promedio 96.148 millones de horas anuales a trabajar, tanto en actividades de producción como en actividades de cuidado no remunerado. Del total de horas, las mujeres aportaron 54.902 millones de horas, es decir el 57,1% del total, mientras que los hombres participaron con el 42,9%.

“El tener otra vez que ser la mujer, la que está en la casa, la que cocina y la que cuida los hijos. Uno dice, pero ¿Cómo si ella ya tenía una avanzada de pensamiento, en qué momento se retrocedió? Tenemos que empezar a mirar cómo lo recuperamos, a mirar cómo abrazamos a esas mujeres que en el marco de la reincorporación están quedando sumidas nuevamente en una sociedad que las somete en el hogar con las labores del cuidado”. Es así como Ana Paz reconoce la importancia y la urgencia del trabajo con las mujeres de los territorios, para erradicar este tipo de dinámicas, tanto patriarcales como capitalistas.

La paz, un enfoque interseccional

Ana Paz se enfoca actualmente en proyectos que fomenten la paz en el territorio, el trabajo comunitario y la perspectiva de género a nivel distrital. En 2022 hicieron parte del proyecto de la mano de ONU Mujeres, Secretaría de la Mujer y Liga Internacional de Mujeres por la Paz y La Libertad, alrededor del Acuerdo de Paz, buscando pedagogizar y dialogar con las personas de la ciudad sobre las dinámicas de paz en los barrios que habitan.

Sumado a estas iniciativas de paz, la organización inauguró la Exposición Itinerante de Memoria: Caminemos Juntas por la Paz, la cual recoge tres momentos. El primero es nombrado como la insurgencia, aquel que busca resaltar aquellas historias que convergen dentro de la organización política de ellas, “esas anécdotas, esos liderazgos políticos y organizativos que se ejercieron durante la insurgencia”. El segundo momento se enfoca en la transición y construcción del acuerdo de paz desde la perspectiva de género que, como resalta Karen, no hubiera sido posible sin las organizaciones sociales de mujeres. El tercero es un recorrido a través de sus procesos desde la reincorporación, “hablamos desde esa construcción política”, sobre algunas de sus victorias como mujeres firmantes de la paz y la consolidación del tejido comunitario a través del tiempo.

Ana Paz busca ejecutar acciones más amplias a futuro que no sean limitadas por sus condiciones materiales, comprendiendo las luchas conjuntas como eje principal en pro de la construcción de apuestas locales y territoriales, cuyo fin es exigir la transformación de las condiciones sociales que hoy ejercen opresión y precarización en los modos de vida populares.

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