«Casa Cultural El Trébol»
Un espacio de experimentación propicio para incentivar que la comunidad se apropie y transforme su territorio en pro de unas mejores condiciones de vida para todos y todas.
Por: Andrés Felipe Forero
La Casa Cultural El Trébol de Todas y Todos es un símbolo de todos aquellos procesos de expansión física en las periferias urbanas que obligaron a la gente a vivir con carencias de infraestructura, equipamiento, servicios públicos básicos y acceso a bienes culturales. Sin embargo, este espacio desde el 2014 ofrece y garantiza que la comunidad acceda a procesos y proyectos de formación artística y cultural, y con ello a bienes culturales de diversa índole. Además, es un espacio de experimentación propicio para incentivar que la comunidad se apropie y transforme su territorio en pro de unas mejores condiciones de vida para todos y todas.
Creación de la Casa cultural el Trébol de todas y todos
Durante el proceso de creación del barrio se designó un espacio de 12.43 m x 18.25 m para el salón comunal ubicado en el parque de bolsillo Ciudad de Cali. Este espacio fue usado por mucho tiempo como un lugar para las reuniones de la Junta de Acción Comunal. No obstante, cuando la comunidad logró acceder a los servicios públicos básicos, la organización empezó a decaer por falta de un interés común. Entonces, este espacio entró en decadencia y se convirtió en una estructura abandonada y aprovechada para todo tipo de actividades ilícitas (microtráfico, robos, violencia sexual y depósito ilegal de basuras).
El problema por el que atravesaba el barrio con esa estructura abandonada era un hecho, por esto la Junta de Acción Comunal pensó en rehabilitar el espacio antes de la creación del El Trébol. Sin embargo, al pedir los permisos a la Alcaldía Local para reutilizar el espacio, ésta hizo una evaluación de la estructura y concluyó que la viga interior se encontraba podrida porque había estado más de diez años a la intemperie. Por tal razón y por los altos costos que tenía la construcción soñada, la comunidad no pudo reconstruir el salón comunal. Este hecho generó el reinicio de un proceso de organización que pretendía incentivar a los vecinos para autogestionar el proyecto de forma colectiva, como en los tiempos previos a la legalización.
Para inicios del 2014 un grupo de vecinas deciden intervenir las ruinas del salón comunal del barrio. Para ese entonces, la solución que encontraron fue sellar y pintar para evitar que fuera un lugar propicio para acciones delictivas. Este proceso fue autofinanciado a través de rifas realizadas en el sector y con aportes económicos de algunas personas del barrio. Así lo afirma la señora Gaby y Fredy, líderes comunitarios del Barrio Ciudad de Cali. Es así que, después de varios meses de intentar sellar el espacio, se suman a esta iniciativa varios actores externos, a saber: el Colectivo Arquitectura Expandida, Dast, MonsTruacióN, Territorios Luchas, Biciterritorializando, Amnesia Selectiva y nuevos amigos “del pedazo”. Los nuevos participantes junto a los vecinos organizados diseñaron, financiaron y construyeron con mingas populares la estructura física de la Casa Cultural El Trébol de todos y todas, esto es un ejemplo de proceso de Creación Colectiva.
Este proyecto se ha sostenido durante siete años y tiene como fundamentos políticos, éticos y epistémicos la educación popular, la teoría de la liberación y el arte comunitario. Por tanto, conviene la revisión de algunas dimensiones que dan cuenta de las necesidades, expectativas y realidad vivida por la gente de barrio cuando decidieron construirse una casa propia de forma colectiva.
La primera dimensión es la corporal. Los habitantes no deseaban pasar frente a las ruinas, estas despertaban repudio por ser un lugar desordenado y por el que nadie respondía. El lugar era evidencia de los permanentes conflictos de la comunidad, considerado un residuo del barrio, nadie sabía qué hacer con este fragmento del olvido. La proximidad y la distancia constituyen una forma de relacionarse con los espacios habitados. La primera, es considerada como fraternal, símbolo de confianza y seguridad. Al contrario, la segunda constituye un lugar de desconfianza, inseguridad y desinterés. Se mantiene la distancia con aquellas cosas que no deseamos sean parte de nosotros y de nuestras vidas. El espacio se había convertido para el 2014 en una ruina arquitectónica y social que solo generaba problemas para la comunidad: basura sin control, violencia e inseguridad. Por tal razón, la comunidad resuelve que arrebatarle el espacio al olvido, la delincuencia y la violencia fuese un objetivo común que sirviera para reactivar procesos de organización comunitaria que databan de los años de fundación del barrio.
La segunda dimensión, se refiere al ámbito de la política urbana, en concreto de la legalidad del predio. El lote estaba a nombre de la Urbanizadora Islandia para el 2014, algunos herederos pretendían reclamarlo como propio, aun sabiendo que el destino de este espacio era su uso comunal. Al respecto Ana, integrante de Arquitectura Expandida, nos cuenta que el terreno tiene una situación compleja porque en Catastro, en el Sistema de Información de Norma Urbana y Plan de Ordenamiento Territorial (SINUPOT), en la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD) e incluso para sacar el Certificado de Libertad y Tradición, aparece información disímil entre sí o errada. No existe consenso entre los entes del Estado acerca de la legalidad del predio. Es así como la comunidad entendía que las contradicciones en el uso del suelo constituían un peligro, pero también una oportunidad para transformar el espacio y construir la casa. La ambigüedad en el ámbito legal de la propiedad significaba un reto en el proceso de construcción y la forma de ocupación y apropiación del espacio. Por esta razón, se consideró que el valor de uso del espacio prevalecería sobre el valor de cambio, es decir, un lugar donde pudiera entrar cualquier persona libremente. Evidencia física de la historia de organización comunitaria necesaria para la construcción colectiva de nuestros barrios que busca el bienestar general de la comunidad.
En este orden de ideas, las agrupaciones y colectividades que desarrollaban el proyecto decidieron realizar un proyecto arquitectónico de rehabilitación. Esto significaba construir sobre lo construido. Aquella decisión era lo más viable en términos económicos y legales, además constituía una apuesta política para recuperar la memoria del territorio.
La tercera dimensión se refiere al ámbito de la imaginación creativa. Los vecinos, antes de la llegada de Arquitectura Expandida, tenían el sueño de construir en ese espacio un edificio de cuatro pisos. En el primero, habría tres locales, uno iba a ser la fama, otro la droguería y otro un supermercado comunal, todos espacios comunales. El segundo piso sería un centro médico, el tercer piso una escuela y el cuarto piso un salón comunal convencional. Este sueño colectivo, motor de la movilización por parte de la comunidad pronto fue dejado atrás y se construyó la primera fase del sueño colectivo hecho real.
Esta dimensión fue asumida por la comunidad como un motor para movilizar deseos y acciones colectivas que se da a partir de ese sueño común. Sin embargo, limitar las expectativas y aterrizar las ideas iniciales a las posibilidades reales de construcción fue un reto importante en el proyecto de diseño participativo iniciado por Arquitectura Expandida en el marco del proyecto de rehabilitación de las ruinas del salón comunal. Esta decisión fue tomada también por el bajo poder adquisitivo de la comunidad y la ambigüedad legal del espacio que limitaba la intervención, pero servía como fisura legal para construir de forma autónoma y sin regulación estatal la casa.
El Trébol se llama así porque tiene tres partes que ya venían definidas por la construcción de ese salón comunal. En ese momento, la comunidad y los colectivos de arquitectos y artistas piensan viable la construcción en un espacio destinado para la huerta comunitaria, otro espacio techado para la biblioteca y actividades organizativas y artísticas; y un último espacio en la entrada de la casa que tiempo después se convirtió en una pista de skate.
El Trébol es un proceso de creación colectiva y de resistencia a las dinámicas que transforman la ciudad basados en la especulación inmobiliaria y la plusvalía económica que se aprovechan de las necesidades y deseos de la ciudadanía. También puede considerarse un espacio que da cuenta de los procesos de resistencia y auto organización que ha vivido el barrio. Después de la construcción del espacio arquitectónico en guadua, el lugar tuvo amenaza de demolición por las autoridades locales al considerarlo como una construcción ilegal y que invadía el espacio público.
No te pierdas en el próximo número: El proyecto Hágalo Real: El Trébol.