
«Contra los algoritmos del odio: resistencia ante la ultraderecha»
Por: Sergio Barbosa
El resurgimiento del fascismo y la ultraderecha en Europa y América Latina es una realidad imposible de ignorar. Lo que hasta hace unos años parecía una situación lejana, hoy es un hecho, partidos políticos de extrema derecha avanzan en distintos países, deteriorando los derechos conquistados y promoviendo discursos de odio. La victoria de la derecha en las elecciones de Alemania es una señal de alerta que no se debe pasar por alto. La Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Friedrich Merz se impuso en los comicios, pero el verdadero dato preocupante es el crecimiento de Alternativa para Alemania (AfD), un partido de extrema derecha que logró consolidarse como la segunda fuerza política de ese país. Este fenómeno no es aislado ni casual. Es parte de un proceso global que se ha visto potenciado por las crisis económicas, el descontento social y el uso estratégico de las redes sociales como herramienta de manipulación.
En Europa, figuras como Marine Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría y Giorgia Meloni en Italia se han posicionado en lugares de poder. En América Latina, líderes como Javier Milei en Argentina han irrumpido con discursos que apelan al odio y atentan a las conquistas sociales. Este fenómeno no ha crecido por sí solo: ha sabido capitalizar el malestar social y sobre todo, ha utilizado las herramientas digitales para difundir su ideología y ganar simpatizantes.
Las redes sociales han sido el vehículo perfecto para este ascenso. Plataformas como Facebook, X y TikTok han permitido la propagación de discursos de odio, teorías de conspiración y noticias falsas, amplificadas por algoritmos diseñados para maximizar la interacción. Se ha creado un ecosistema donde el miedo y la indignación se convierten en moneda de cambio para movilizar a las personas hacia opciones políticas radicales que atentan contra toda posibilidad de un debate público y basado en evidencias. Así, la tecnopolítica ha dado forma a un nuevo escenario en el que la ultraderecha encuentra terreno fértil para crecer.
La influencia de las grandes corporaciones tecnológicas es innegable. Empresarios como Elon Musk han demostrado cómo el control de plataformas digitales puede utilizarse para moldear narrativas y promover agendas que muchas veces debilitan los principios democráticos. La falta de regulación efectiva sobre estas plataformas permite que la desinformación y la polarización crezcan sin freno, facilitando el avance de movimientos autoritarios.
En este contexto, la victoria de la derecha en Alemania, en EEUU o en Argentina, refuerza la necesidad de analizar cómo el uso de las diferentes plataformas digitales está moldeando el mapa político mundial. La normalización de discursos extremistas y el debilitamiento de los llamados “cordones sanitarios” frente a la ultraderecha son resultados de la hiperconectividad caótica e irreglamentada por parte de gobiernos y en especial por parte de grandes corporaciones tecnológicas que han permitido la masificación de discursos polarizados y de indignación, ya que maximizan la interacción, y la interacción maximiza las ganancias.
Frente a esta situación, la resistencia no es una opción, sino una necesidad. La lucha contra el avance del “Posfascismo” como llama el historiador italiano Enzo Traverso al conjunto de rasgos compartidos por las nuevas derechas europeas, no puede darse sólo en el terreno electoral, es una batalla que debe librarse en todos los frentes, y entre esos hace parte el espacio digital y las redes sociales.
La disputa del escenario digital es una batalla crucial para contrarrestar la narrativa de la ultraderecha. Por lo cual, las organizaciones populares y antifascistas deben tener una presencia activa en redes sociales para construir y difundir mensajes que fomenten la solidaridad y la justicia social. La organización de base juega un papel en este proceso, crear redes de apoyo que fortalezcan la participación ciudadana para frenar la penetración de ideologías extremistas. La unidad entre organizaciones sociales es esencial para conformar un frente sólido, ya que la fragmentación sólo beneficia a quienes buscan debilitar la democracia.
Es urgente exigir políticas públicas que regulen la difusión de discursos de odio y la manipulación informativa en redes sociales. No se trata de censurar, sino de establecer reglas claras que impidan que la desinformación determine el rumbo político de las sociedades. Asimismo, es fundamental fortalecer los medios comunitarios y alternativos que puedan contrarrestar el poder de los medios corporativos, ofreciendo información veraz y comprometida con la democracia. Finalmente, el rescate de la memoria histórica es una herramienta clave en esta lucha. La historia ha demostrado que el fascismo prospera cuando se olvidan sus consecuencias, por lo que educar sobre los crímenes del pasado evita que se repitan en el futuro.