Es momento de estar alerta frente al periodo de transición que atraviesa el país por los cambios de gobierno. Principalmente, por estos días de elecciones a Cámara de Representantes, Senado y Presidencia, cuando las campañas electorales que escuchamos y vemos son cada día más violentas, en ellas los movimientos, los acuerdos, las palabras y los gestos cuentan para desbaratar la trayectoria o la vida política que ha venido construyendo cada candidato, no se puede dar papaya. 

En un país como el nuestro, donde nos han inculcado la cultura del oportunismo y el inmediatismo, donde el más vivo es el que deja sin nombre al otro, donde con tal de sobrevivir, se pone por encima del bien general y del bien común el egocentrismo. Los políticos no tienen escrúpulos a la hora de realizar alianzas con renombrados partidos y personas de dudoso comportamiento, que solo benefician al candidato y que son ampliamente rechazados por la ciudadanía. 

Los debates políticos que vivimos en estos días, demuestran la guerra interna que persiste y que se recrudece en el país por el poder. Un poder que solo beneficia a unos pocos, un poder que por décadas se ha dedicado a robarse el erario público, a desplazar a la gente de sus tierras, a dar licencias mineras a multinacionales y a pasar por encima de las comunidades. Tenemos una agricultura totalmente abandonada, no hay seguridad alimentaria, cuando no se produce la comida y cuando los precios de los alimentos están por las nubes.

Es tan perversa la situación, que hasta ahora vivimos los efectos de todos los tratados de libre comercio que se han firmado y nos damos cuenta que, por ejemplo, la mayoría de los alimentos e insumos se importan de países como Alemania, Estados Unidos, Perú, etc. Una gran mentira con la que se abarataron los precios para que ganaran unos pocos, pero que terminó produciendo la pérdida de una verdadera economía nacional. 

El salario mínimo que en el año 2021 estaba en $908.526, más $106.454 de subsidio de transporte, daba un total de $1.014.980. Para el año 2022 tuvo un aumento de 10.07 % y quedó en $1.000.00, más $117.172 de subsidio de transporte, para un total de $1.117.172, dando como diferencia un aumento de $102.192. El cual, con el alza de la gasolina y todos los precios desproporcionados, nos hace caer en un hueco económico. Si hacemos un comparativo con el sueldo de un ministro, vemos la desproporción en la que vivimos unos y otros.

El año pasado, un ministro se ganaba $19.715.689. Para este 2022 ganará $21.147.049, es decir, que sus ingresos aumentarán en $1.431.360, más sus gastos de representación $10.285.919 y prima de dirección de $6.817.939, para un total de cerca de $38.250.907. Es esta desproporción la que nos deja lejos de vivir en igualdad de condiciones.

Por eso es importante comenzar a meterse, poco a poco, en este tipo de discusiones y de procesos para no perder el foco, informarse para decidir y votar por esas propuestas que le generen verdaderos cambios al país, que nos garanticen un bienestar, sino total, al menos parcial, un cambio que se construya colectivamente. 

Es vital que esos nuevos dirigentes que llegan a ocupar diversos cargos reconozcan su papel como servidores públicos, que se evidencie un cambio de actitud y de aptitud, que su gobierno se ponga al servicio de los electores. Acabar con la corrupción implica autorregulación, control, disposición y voluntad (capacidad humana para decidir con libertad lo que se desea y lo que no) para lograr esos verdaderos cambios que clama la ciudadanía. 

Además, de lo que le reclamamos a los gobernantes, también debemos ser conscientes de los cambios que tenemos que comenzar a implementar como sociedad, donde nos necesitamos todos y todas para dejar esa parte egoísta de querer apropiarnos de todo y de pasar por encima de los demás creyendo que somos los únicos merecedores.