«El Cartuchito: La Casa de Todos»
Por: Agencia Sur
La calle del Cartuchito es la Casa de Todos, allí en la localidad de Kennedy, en el sector suroccidental de Bogotá, confluyen diferentes economías populares que le brindan una oportunidad laboral a miles de familias que viven del reciclaje, de la venta de corotos, de la venta de tintos, de comidas preparadas y de alimentos que se obtienen directamente de la Central de Abastos.
La jornada no inicia porque nunca acaba, desde las 10:00 p.m. comienzan a llegar los recicladores de sus rutas de trabajo, a separar el material que recogen de todas las localidades de Bogotá y a entregarle “sus viajes”, es decir, todo el material reaprovechable, debidamente separado a cada una de las bodegas o de las asociaciones. En medio de los zorros, las tinteras se asoman ofreciendo tinto, perico, aromáticas, panes y arepas a los hombres y a las mujeres que llegan cansados después de horas e incluso días de recorrer a pie la ciudad para quitarle esas bolsitas de papel, vidrio, tetrapack, plástico y demás materiales, a las fauces insaciables de Doña Juana, donde se acumulan miles y miles de residuos que afectan el aire, la tierra y el agua de Bogotá.
Los corotos
Carlos Rodríguez lleva 20 años trabajando en el Cartuchito, en sus palabras, este ha sido el lugar donde ha aprendido a reciclar, a conocer corotos y amistades. Es consciente de que la calle del Cartuchito es una zona de tolerancia, desde el más amplio sentido de la expresión, en la calle se respeta a todos, sus ideas, actitudes y la economía se construye de manera colaborativa. “La gente aquí realmente puede sentirse tranquila, porque todos se conocen y porque muchas familias dependen de su trabajo” afirma Carlos.
El corotero es uno de los oficios insignes de esta calle, que desde hace más de 20 años acoge a familias migrantes, tanto internas como externas, que llegan a Bogotá en busca de oportunidades. Los coroteros son en su gran mayoría recicladores de oficio que, dentro de su ejercicio de separación, encuentran objetos que no necesitan ser transformados para su uso, es decir, que en sus condiciones originales se pueden reutilizar. En algunos casos, de acuerdo a su nivel de deterioro, los corotos pueden requerir de restauración para que adquieran un mayor valor comercial.
“Es lo que los otros desechan y nosotros recogemos, reciclamos y volvemos y las vendemos. Como camisas, chaquetas, pantalones, zapatos, floreros, tapetes, lámparas, bicicletas, todos eso se llaman corotos y nosotros les damos un valor y un nuevo uso” menciona Carlos entre risas y en medio de todos esos objetos que son vendidos en pedazos de telas, de costales o de papel. Objetos que a primera vista pasan desapercibidos en medio de esa primera sensación caótica que percibe el visitante. Pero que, poco a poco, van emergiendo frente a la mirada atenta del espectador que se despreocupa y que extasiado dirige la mirada entre verdaderas joyas de antigüedades y novedades que se encuentran en un mismo espacio y tiempo, juguetes, cuadros, cámaras, microscopios, telescopios, estetoscopios, patines, tenis en excelente estado y toneladas de ropa que cuando no se alcanza a vender, termina en las calles para el bien de aquellos que van pasando y que tan sólo con extender la mano encuentran todo tipo de piezas en buen estado.
La importancia de la calle
“El Cartuchito es un punto de encuentro donde convergen diferentes familias a buscar el sustento desde hace aproximadamente 20 años. Familias que en esta calle han suplido sus necesidades básicas en el rebusque, personas informales que autogestionan el cómo subsistir. El Cartuchito es la única calle en Bogotá, inclusive en Colombia, que asiste a todos los negocios del país de estos artículos de segunda, porque aquí viene gente de todas partes a comprar, viene gente de países vecinos como Ecuador y Venezuela”. menciona José Luis Pareja, un líder social que ha logrado la dignificación del oficio del corotero y del reciclador y que lleva más de 20 años luchando por brindarle nuevas oportunidades a las personas que trabajan en esta calle, por medio de retomas culturales y actividades de encuentro alrededor de la olla comunitaria.
Al dialogar con José Luis Pareja y con los demás coroteros y recicladores, una cosa es clara, la forma como ha llegado la institución a este espacio no ha sido la adecuada, principalmente porque tanto a los recicladores como a los coroteros los han considerado como habitantes de calle y de esta manera han llegado las diferentes Secretarías con jornadas de aseo y asistencialismo que esta población no considera pertinente a sus necesidades. Los recicladores y coroteros son trabajadores informales y populares, personas dignas que día a día salen a recorrer la ciudad y que brindan un importante servicio ambiental para todos los ciudadanos.
Yamile Valencia trabaja en el Cartuchito, es vendedora de tintos y ha conseguido en este espacio, como madre cabeza de familia, el sustento para su hogar, gracias a unas dinámicas que reconoce muy bien: “Todos vivimos de todos, es decir, si el reciclador no puede trabajar, no hay coroto, si no hay coroto no hay quien compre el tinto, no va a haber quien compre empanadas, no va a haber quien compre el desayuno, no va a haber quien compre la fruta, no va a haber corotos para vender, entonces eso es una cadena, una cadena y a la vez es una familia, porque todos tenemos que ver con todos, me parece lo más bonito” afirma.
Un potencial turístico
Con el proyecto El Cartuchito: La Casa de Todos se ha intentado identificar y potenciar un posible destino turístico de la ciudad, por eso de la mano con la comunidad se han venido identificando esos valores que pueden hacer de este espacio un sitio de interés para locales y extranjeros.
Oscar Martínez, uno de los coroteros se queda pensando ante la pregunta de qué podrían visitar las personas que lleguen al espacio y comenta: “Pues, mostrarles la realidad del sector en el que vivimos, mostrarles la realidad porque de pronto tienen una idea de algo que no es. Que el turista se lleve una idea de lo que puede conseguir acá y se puede llevar para su país también un lindo recuerdo del Cartuchín”.
Para Andrés Tovar también es claro que no solo en el Cartuchito, sino también en todas las dinámicas del sector hay algo para visibilizar: “Primero darle a diferenciar que está rodeado de varios lugares, de Abastos donde venden frutas, está la plaza de las Flores donde venden carne, está la biblioteca El Tintal, el portal de las Américas, es muy fácil entrar a este lado porque todo el mundo conoce la zona de Patio Bonito, la avenida 38 y pues cómo no invitarlos a este espacio de mercado de las pulgas, del Cartuchito la Casa de Todos”.