«El fascismo
  contra la vida»

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Por: Luis Eduardo Tiboche

 
 
El mundo se desliza peligrosamente hacia un abismo sin fin. El capitalismo en la lucha por no fracasar en su modelo global, como la caja de Pandora, ha desatado todos los males: fascismo, nazismo, neoliberalismo, limpieza étnica y  apartheid. A estas plagas se le suma la profunda crisis de la naturaleza por ese mismo modelo que amenaza con una nueva extinción masiva que, probablemente, se llevará por delante a la especie humana.
 
La voracidad del capitalismo global ha generado una desigualdad cada vez mayor, el 1% de la población posee más del 95% de la riqueza mundial; y es en los pueblos del sur global, donde millones de hombres y mujeres sufren exclusión y marginalidad, y son esos mismos pueblos y algunos de sus gobiernos los que se levantan e intentan ser soberanos, pero terminan siendo destruidos y sancionados por transgredir las supuestas normatividades que los imperios les imponen. Hoy, Estados Unidos y Europa le han dado la espalda a los Derechos Humanos, a los derechos que tienen los pueblos de existir, prueba de ello es el cinismo y desquiciamiento de muchos de estos gobernantes en la última reunión general de la ONU.
 
Algo de la historia del horror
 
 
La historia cercana de los Estados Unidos y los países europeos en su alianza militar como Organización del Atlántico Norte (OTAN) es larga y criminal en eso de arrasar con los pueblos y en desatender los derechos de la población. En 2001, asolaron Afganistán y usaron como pretexto el atentado a las Torres Gemelas, después de haber creado y financiado a los muyahidines en la lucha contra los soviéticos en 1979 y a los talibanes junto a Osama bin Laden, socios del presidente Bush. En 1991, la misma organización criminal bombardeó a Yugoslavia y fragmentó este territorio en seis nuevos países. En el año 2011, durante las llamadas Primaveras Árabes, los Estados Unidos promovieron una intervención militar en Libia, otra vez con la OTAN como peón, para derrocar al presidente Muamar al-Gadafi, al cual terminaron por asesinar, todo promovido por el premio Nobel de la Paz, el presidente gringo Obama; desde entonces, Libia ha llegado a unas condiciones de pobreza y desigualdad que nunca había tenido con Gadafi. En 2003, una coalición internacional, liderada por los gringos, invadió Irak bajo el pretexto de la posesión de armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas, pero esta excusa permitió el asesinato de Saddam Hussein y la invasión del país.
  
En ese mismo camino, en el año 2011, Siria fue intervenida y se desató una guerra civil, de la cual tanto Estados Unidos como Israel son responsables por los apoyos que entregaron para derrocar al presidente Bashar al-Ásad, una guerra que ya cuenta millones de desplazados y más de medio millón de muertos, todo, por supuesto, en nombre de la defensa de la democracia. El continente africano tampoco se escapa del horror, en este caso el imperialismo francés, inglés y holandés mantienen el saqueo y la colonización del continente, guerras propiciadas por estos paladines de la “libertad burguesa” que desgarran al continente negro.
 
Y como si fuera poco tanta ignomía y crueldad, ya se cuentan más de 365 días de ataque constante contra el pueblo palestino por parte de los Estados Unidos y la OTAN que no han cesado en su apoyo económico y militar a Israel, así como en su respaldo diplomático. Israel como un Estado terrorista y militar extiende su guerra por el mundo árabe y ataca sin compasión a mujeres, niños y hombres con las bombas producidas por la industria criminal de los gringos. En este ataque injustificado e indiscriminado se han echado en saco roto los pronunciamientos del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y los dictados de la Corte Penal Internacional.
 
Este último atentado en contra de la humanidad se transmite en vivo y en directo, mientras la comunidad internacional mira hacia otro lado y permite que Israel incendie toda la región para que los Estados Unidos y sus lacayos de la OTAN intervengan a su favor. No obstante, el asesinato de más de cuarenta mil palestinos, niños, mujeres y hombres asesinados en Palestina está generando un movimiento global, pese al silencio cómplice de la prensa mundial, a este movimiento global nos debemos sumar como humanidades, para lograr la libertad de Palestina y condenar a la máquina de guerra asesina a nivel global, en su fase más sanguinaria y depredadora que es el neoliberalismo. 
 
Nuestra América insumisa y rebelde
 
 
En nuestro continente, los Estados Unidos siempre han estado detrás de movimientos fascistas y conservadores en el ataque sistemático a gobiernos de tipo progresista, nos siguen considerando como su patio trasero, algunos de estos ataques a las soberanías de los pueblos han sido: Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Zelaya en Honduras, Correa en Ecuador, Pedro Castillo en Perú y el criminal bloqueo contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, ataques que se intensifican en estos tiempos en los que la crisis global del capitalismo busca apropiarse de los hidrocarburos de la mayor reserva del planeta ubicada en Venezuela, del litio en Bolivia, ya que el argentino está siendo servido en bandeja de plata al multimillonario fascista Elon Musk por el “libertario” Milei, y un personaje multimillonario gringo ecuatoriano como Noboa que pide que el país del norte instale bases militares en el suelo ecuatoriano, con la disculpa de “combatir la violencia y el narcotráfico”. La generala gringa Laura Richardson del funesto comando sur, se pavonea como chafarote por varios países latinoamericanos pregonando la necesidad de un nuevo “plan Marshall”. 
 
Nuestros pueblos se resisten, se rebelan y se plantean un futuro de vida y dignidad, desde los pueblos indígenas de México, liderados por el movimiento Zapatista, hasta el sur con los Mapuches. Movimientos, organizaciones sociales y gobiernos de diferentes cortes progresistas hoy seguimos en la búsqueda de otros caminos que permitan enfrentar la arremetida del decadente imperialismo gringo y construir nuestros futuros en defensa de la vida.
 
Esta pasa por detener la catástrofe global, pasa por entender y asumir que hoy la trinchera principal debemos darla desde una lucha profundamente cultural, que se debe profundizar desde el seno de nuestros hogares, transitar por las calles y veredas de nuestros barrios y territorios y extenderse a todo el entramado social y cultural construidos desde y con nuestras comunidades. Pasa necesariamente por informarnos y movilizarnos cada día en contra de todo el oscurantismo y el fascismo que busca ahogar los sueños de los pueblos.

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