«El mundo según Greta»
El activismo de Greta no es diferente al que se ha venido haciendo desde antes de su nacimiento, pero su actitud es inspiradora al punto que intelectuales de la talla de la escritora Margaret Atwood la equiparan a una Juana de Arco moderna.
Por: Andres Gómez Morales
La habilidad oratoria de los niños/as al servicio de las grandes causas, sean nobles o no, tiene el poder de conmover más allá de la validez de los argumentos. No es una novedad que se aproveche el imaginario de inocencia y pureza del espíritu infantil como sofisma de distracción en las campañas publicitarias de las grandes empresas para generar dividendos. Es normal que los políticos en campaña utilicen la estrategia de rodearse de infantes para despertar simpatía en su audiencia. Quizás por estos motivos no resulta convincente para algunos, el activismo de Greta Thunberg, la muchacha sueca de dieciséis años, que con un discurso ambientalista de alto impacto mediático se ha convertido en uno de los nuevos lideres del nuevo milenio.
Greta apareció recientemente en la portada de la revista Time, desafiando a Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boris Johnson y a los obtusos negacionistas del cambio climático. Los mismos que confrontó en su célebre discurso pronunciado en la ONU y recientemente en el COP 25, bajo la consigna “How dare you” (cómo se atreven). La imagen que proyecta Greta, su manera hablar afectada por padecer síndrome de Asperger (un desorden en el desarrollo cognitivo dentro del espectro de autismo), lejos de debilitarla les da fuerza a sus palabras. Quizás por esto ha escrito en su cuenta de Twitter, desde la que ha respondido de manera asertiva a los ataques del propio Trump: “Tengo Asperger y eso significa que a veces soy un poco diferente de la norma. Y ser diferente es un superpoder”. Hay que decir que el presidente de Estados Unidos no ha estado a la altura del debate y se ha limitado a minimizarla por ser una niña escandinava privilegiada.
Los suspicaces que sin pruebas contundentes, relacionan el compromiso de Greta y su familia con intereses corporativos anclados al capitalismo sustentable (la defensa de los recursos naturales a través de su privatización), se encuentran con la limitación del propio discurso para favorecer la causa empresarial. Hay que tener en cuenta que el alegato de Greta, no apunta a dar una solución concreta al problema del cambio climático a nivel institucional, sino a nivel personal, es decir, en el compromiso individual con el medio ambiente ampliamente difundido: la regulación del uso del plástico, reciclar, no consumir carne…Es cierto que mientras las personas dejan de utilizar plásticos, la industria monopoliza el agua y destina millares de hectáreas de campo exclusivamente a la ganadería. Por ello, la activista denuncia que el verdadero peligro está en los políticos y C.E.O.S, cuando hacen creer que están actuando frente al inminente daño al ecosistema, pero en realidad se limitan en gastar millones en campañas ambientales que distraen a la opinión pública y lavan la imagen de las empresas.
El activismo de Greta no es diferente al que se ha venido haciendo desde antes de su nacimiento, pero su actitud es inspiradora al punto que intelectuales de la talla de la escritora Margaret Atwood la equiparan a una Juana de Arco moderna. Además, demuestra que los niños y niñas pueden tener una posición propia, sustentada en una preocupación genuina frente al futuro del planeta. El filósofo Slavoj Zizek, por su parte, celebra que el discurso reivindique un significado de la ecología, más allá del simple cuidado de la naturaleza, encaminado a una reorganización social donde las personas sin importar su edad o condición económica, participen en la política mundial y logren afectar a quienes niegan la inminencia de una crisis climática mundial.