«La agroecología, un camino para resolver el hambre»

Por: Luis Eduardo Tiboche

 

 

Estamos próximos a cumplir dos décadas de implementación de la agricultura urbana en la ciudad, desde los dife­rentes programas de la administración pública del distrito. El programa de desarrollo del alcal­de Luis Eduardo Garzón (2004 – 2008), conocido como Bogotá Sin Ham­bre orientó sus esfuerzos, justamente, a superar el hambre que se acrecenta­ba en la ciudad y que llevó a decretar la emergencia social en cinco localida­des. La agricultura urba­na fue uno de los compo­nentes que se desarrolló para tratar de producir algunos alimentos que contribuyeran a mejorar la alimentación de las personas. Las huertas ur­banas empezaron a flore­cer a lo largo y ancho de la geografía de la ciudad.

Aunque, en verdad, la agricultura siempre estuvo presente en estas geografías, solo que fue arrinconada, hasta casi desaparecer, por el mo­delo de crecimiento urba­nístico de Bogotá.

Hoy, el país atraviesa otra profunda crisis eco­nómica y social, que trae una vez más como con­secuencia, el que grandes grupos de pobladores, so­bre todo en las llamadas zonas periféricas y en las regiones, sufran de ham­bre al no tener acceso real a alimentos que garanti­cen el cubrimiento de las necesidades alimentarias básicas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agri­cultura (FAO) entregó un estudio de Alertas tem­pranas sobre inseguridad alimentaria aguda, para el periodo entre febrero y mayo del 2022, estudio en el cual advierte que Co­lombia es uno de los 20 países con esta problemá­tica aguda. La ANDI y la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia, ligada a la iglesia católi­ca aplicaron la Encuesta Nacional de Situación Nutricional y concluye­ron que el 54.2% de los colombianos sufren de inseguridad alimentaria y el 8.5% de inseguridad alimentaria severa.

La encuesta del 2023 Bogotá Cómo Vamos ra­tifica esta crisis y focaliza los territorios en los cua­les el hambre es una cons­tante en grupos poblacio­nales. Allí se advierte que, en la Cuenca del Tunjue­lo, cerca de medio millón de pobladores carecen de una comida caliente dia­ria. Habría que agregar aquí, que esta situación es producto del modelo capitalista en su fase neo­liberal y de los gobiernos que lo han sustentado en las últimas décadas a través de sus normas y políticas, incluyendo la masacre sistemática de campesinos, sus organi­zaciones y la concentra­ción de la tierra en manos de unas pocas familias en el poder, de transnacio­nales y extranjeros.

En este marco el de­sarrollo de la agricultura urbana sigue estancado, pese a que la actual ad­ministración, bajo el logo verde, ha venido hacien­do una amplia inyección de recursos y revitalizó esta actividad que estuvo al borde de desaparecer por la acción de la ante­rior administración. A pesar de que, desde el año 2015, el Acuerdo 605 es­tableció los lineamientos para institucionalizar el Programa de Agricultura Urbana y Periurbana de la ciudad. En la actuali­dad, la misma es “impul­sada y desarrollada” a través del Proyecto 7681 el cual plantea: “Imple­mentar un Programa de Agricultura Urbana y Periurbana a través del fortalecimiento de la mis­ma, implementando rutas agroecológicas en torno a las huertas auto sosteni­bles en espacios urbanos institucionales y comuni­tarios, todo esto en estre­cha articulación con los mercados campesinos, contribuyendo a desarro­llar economías circulares a través de la generación de empleos verdes”, aquí vale la pena anotar que el famoso “protocolo para el manejo de espacios pú­blicos en agricultura ur­bana”, más que un logro ha significado una traba para el uso de los espacios comunes, caracterizados como espacios públicos.

A la fecha valdría la pena hacer una valo­ración juiciosa de qué tanto se han cumplido estos propósitos; proba­blemente muy poco y se­guramente mucho ha sido retórica, bajo cifras que respaldan en el papel el cumplimiento de las me­tas de la actual adminis­tración. Mucho dinero de lo público despilfarrado desde el distrito y desde lo local para tan magros resultados. La agricultura urbana poco o casi nada aporta a solucionar la cri­sis del hambre que cam­pea en muchos territorios de la ciudad.

¿Qué proponemos en un camino posible a seguir?

La agricultura ur­bana debe avanzar hacia la agroecología, enten­dida esta última como “un campo del conoci­miento y una disciplina científica, que sintetiza y aplica conocimientos y experiencias desde la agronomía, la ecología, la etnobotánica, la sociolo­gía y otras ciencias, que genera conocimiento y aplicación de estrategias adecuadas para diseñar, manejar y evaluar agro ecosistemas sustenta­bles”, como lo afirma San­tiago Sarandón (2019).

Avanzar por este camino nos permitirá acercarnos a desarrollar en la práctica una ciudad de derechos en donde los pobladores podamos uti­lizar, ocupar, producir y disfrutar la ciudad y sus espacios de bien común. Contribuirá a la conser­vación y el cuidado de la diversidad biológica (Bio­diversidad) y de los eco­sistemas, respetando las necesidades económicas, sociales y de diversidad cultural de las comuni­dades. Garantizará o nos acercará a los derechos a una alimentación adecua­da para todas las personas y comunidades, a tener como sociedad el dere­cho a la Soberanía Ali­mentaria, a plantearnos y desarrollar ejercicios de economía circular, gene­rando prácticas de soste­nibilidad, minimización y utilización de residuos.

Herramientas para ha­cer posible el camino

Consideramos dos instrumentos fundamen­tales para avanzar en este camino:

  1. Instituto de Agroeco­logía del Distrito y la Re­gión: Es urgente diseñar y poner en funcionamiento un Instituto de Agroeco­logía, que aborde desde el conocimiento científico y técnico la producción de ciencia e investigación aplicada, que además vincule los saberes de las comunidades y de la aca­demia y se convierta en el motor del desarrollo de la agroecología en la ciu­dad, la región y el país. El Instituto de Agroecología debe recoger y nutrirse del acumulado que el Jar­dín Botánico de Bogotá ha desarrollado en estos años en torno al tema de la agricultura urbana.
  1. Creación de un Banco de Tierras para la Imple­mentación y el Desarro­llo de la Agroecología: El distrito debe crear un banco de tierras destina­do al desarrollo de la polí­tica pública en agroecolo­gía. Las tierras deben ser inicialmente las que sean del distrito, es decir de los bienes comunes de quie­nes habitamos la ciudad y sus entidades, enmarca­das principalmente en las cuencas. Adicionalmente, los privados que faciliten tierras para desarrollar acciones en este marco, sobre acuerdos claros de tiempos, incidencia e in­versiones. Es preciso defi­nir las áreas mínimas para implementar las Uni­dades de Agroecología (Como mínimo áreas de 2.000 metros cuadrados).

 Unidades Integrales Agroecológicas

Propiciar la Instalación y puesta en funcionamiento de Unidades Integrales de Agroecología, tantas cuanto sean posibles en la ciudad, y en las cuales se incluyan los componentes de formación, producción diversificada, semillas, abonos, vivero con especies nativas que contribuyan a potenciar la estructura ecológica principal y los corredores de biodiversidad y por ende, permitan enfrentar los retos de la crisis de la naturaleza, o crisis climática producida por el modelo de producción capitalista. Estas Unidades Integrales de Agroecología deben ser manejadas por las comunidades con la integración de la academia pública y la institución que debe posibilitar su desarrollo en todos los campos.

Producción Diversificada:

Las Unidades de Agroecología deben producir diversidad de alimentos, que generen un excedente de producción, de manera permanente. En esta fase debe incorporarse el abastecimientoa a los comedores comunitarios y ollas comunitarias, direccionados desde los Comités Populares de Soberanía Alimentaria, teniendo como base el Plan Nacional de Desarrollo (PND): compras publico populares y alianzas público populares, en el marco del Derecho a la Alimentación y el programa Hambre Cero.

NOTA IMPORTANTE: Es una tarea urgente retomar y/o fortalecer la producción en la ruralidad de la ciudad, concretamente en Usme, Ciudad Bolívar, Bosa, Cerros orientales (Chapinero – Verjon Alto y Bajo), Suba, trabajando por que se incorpore esta ruralidad, así como la Sabana a la puesta de Reforma Rural Integral y Popular.

Semillas:         

                                         

La lucha cultural, es decir política, por la defensa de las semillas y la cultura de las comunidades, la asumimos desde entender que las semillas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad y en defensa de la vida.

Las comunidades deben gozar del derecho a mejorar, propagar, producir y circular libremente las semillas propias criollas y nativas en sus prácticas alimentarias y de economías propias. En esa dirección cada unidad de agroecología debe instalar un reservorio de semillas que permita garantizar las necesidades propias de la unidad y de manera progresiva contribuir a ejercicios de autonomía y sostenibilidad de las comunidades de la ciudad y la región cercana.

Producción de Abonos y Sustratos:

Desde la agricultura urbana se ha avanzado en la utilización de residuos orgánicos para producir abonos desde diferentes técnicas, compost, bocachi, humus, y diversos bioabonos. Cada unidad de agroecología debe tener una producción de abonos que supla las necesidades propias de la unidad, además de convertirse en un escenario de escuela en torno al tema del llamado aprovechamiento. Minimizar los residuos que van al botadero de la ciudad y transformarlos en abonos es una tarea de urgencia en estos tiempos en que la “crisis de los abonos de síntesis”, componente de un gran negocio de multinacionales, están acelerando la crisis de hambre en el mundo.

Además, avanzaremos en una responsabilidad social con los territorios del sur de la ciudad, Cuenca del río Tunjuelo, quienes por décadas han sufrido de la imposición del basurero Doña Juana, en una vereda que otrora producía alimento.

Producción de especies forestales nativas:

Desde cada unidad de agroecología se debe contribuir a fortalecer los corredores de biodiversidad, el cuidado y mantenimiento de los ecosistemas de la ciudad y la región. El vivero de especies nativas y criollas debe contribuir a suministrar el material vegetal necesario para tareas de reforestación, restauración y otras en la ciudad.

La Escuela de Organización Social de Agroecólogos en la ciudad:

Desde cada unidad de agroecología se debe propiciar la articulación de las comunidades de agricultores, agroecólogos y demás comunidades que trabajamos en este compromiso de todos.  Generar comunidades sólidas, formadas políticamente y en autonomía determinará una puesta social que contribuya a transformar la sociedad hacia estados de bienestar y mejor vivir colectivo.

Un compromiso de:

La Unidad de AgroCultura La Adelita

La Escuela Itinerante por el Territorio Techotiva

Reservorio de Semillas del Territorio Techotiva.

Desde el Territorio Techotiva – Territorio del Agua.

Junio 2023.

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