«La literatura infantil como semilla de paz»

Por: Amalia Low 

 

Mis abuelos paternos llegaron a Colombia huyendo de la guerra, mi abuelo, judío alemán, perseguido por los nazis y mi abuela, catalana, escapando de la guerra civil española. Mi madre japonesa vivió en su infancia las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial en su país: hambre, terror y destrucción masiva. Conscientes de las infamias generadas por la codicia y el egoísmo, mis padres pusieron en el centro de sus vidas los valores trascendentales. Fueron ejemplos de bondad, de integridad, de sencillez y de servicio a la comunidad. Tristemente, porque nuestro país todavía no conoce un tejido social sano, mi padre abandonado por el Estado, al cual sirvió toda su vida, fue asesinado por sicarios del narcotráfico.

 

Pese al dolor, el legado de mis padres me permitió entender que los valores trascendentales no mueren y que solo a la luz de estos tiene sentido nuestra existencia. Estoy convencida de que una infancia donde hay bondad, respeto, diálogo y amistad es el cimiento de una sociedad armoniosa y pacífica. La literatura infantil, poética y colorida está habitada por profundos mensajes, humor desparpajado, transformaciones insólitas, aprendizajes, aventuras e inspiradores relatos que hacen al lector más inteligente y sensible. Por esto, sembrar el amor a la lectura en los corazones de los niños es despertar en ellos la consciencia de que la vida resplandece cuando trascendemos nuestra pequeñez y aprendemos a ver el mundo como un precioso tejido de lazos invisibles, que somos responsables de cuidar. 

Fernando Pessoa nos dice, en su Libro del desasosiego: “En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación”. Con un libro en la mano, junto con nuestros niños, alejémonos de la estupidez, de la insensibilidad y de la agitación, cultivemos la capacidad de pensar, la transparencia y la ecuanimidad, para ver nacer un país nuevo, donde reine la paz y la justicia que tanto anhelamos.

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