«La mansión de Araucaíma»
Un salto de calidad en la visión sonora del cine colombiano
Por: Anderson Zuluaga
La evolución del sonido en el cine colombiano en los últimos 50 años es enorme. A partir de la década de los setenta, comienzan a aparecer personas especialistas en la captura del sonido y en la posproducción del mismo. Debido a limitaciones técnicas, económicas y de formación, el sonido en el cine colombiano fue el marco que le imprimía más realidad a la imagen y, por lo tanto, mayor veracidad a lo que observaba el espectador, se escuchaba siempre lo que se veía en la pantalla. Una de las primeras películas que fueron abriendo camino con un enfoque distinto de lo que era el sonido, es La mansión de Araucaíma de Carlos Mayolo, quien empezó a concebir la banda sonora como una potencia evocadora, cargada de significado y fuerza afectiva, desprendiéndose de la concepción esencialista del sonido como elemento de apoyo de la imagen.
Esta mirada renovadora al diseño sonoro en la cinematografía nacional, le permite a Mayolo una relación más enriquecedora con el departamento de sonido y sus diferentes talentos, forma así un círculo de profesionales de los cuales recibe contribuciones especiales para la narrativa de la película. Trabaja con Gustavo de la Hoz en la captura del sonido, uno de los primeros profesionales del oficio; con German Arrieta, compositor, que hace la música incidental, con piezas de piano y flauta melódicas; y con Rafael Umaña, quien mezcla el sonido, el encargado de recoger el esfuerzo profesional de las personas anteriormente mencionadas, eligiendo dónde remarcar un sonido ambiente, dónde aumentar la música para crear un golpe emocional o en dónde centrarse en las líneas del diálogo. El grupo, encabezado por Mayolo, buscó un tejido sonoro regional, con sonidos propios de un país tropical y los agrupó con toda la musicalidad de las operetas que escucha don Graciliano en el gramófono, y los boleros que tararea Machiche. La banda sonora de la película hace las veces de narrador de lo invisible, creando la sensación que la casa se encuentra aislada de todo espacio y tiempo, de ser un lugar erótico y siniestro, terror gótico de tierra caliente, donde es imposible delimitar algún contexto histórico.
La creación de estos ambientes sonoros, en la década de los ochenta, tenía sus propias limitaciones, principalmente en la posproducción, tanto el sonido y la música se realizaban por aparte y se sincronizaban directamente sobre el celuloide en la moviola de edición de imagen. En La mansión de Araucaíma la diferencia entre el sonido más débil y el más fuerte, llamado en la música y la iluminación “rango dinámico”, es marcadamente disonante entre la entrada de un sonido y otro y la reproducción simultánea de música, sonido y diálogo. Esta falta de afinación no permite la pulcritud y armonía que se dará con la aparición del audio digital, que en nuestro país aparece en 1992. A pesar de esto, es de resaltar que la película es una experiencia auditiva, que acompaña el aire de poder y sexualidad de la casa.
La Cinemateca de Bogotá realizó, recientemente, la retrospectiva del trabajo fílmico de Carlos Mayolo (escribió dos libros autobiográficos) proyectando cortometrajes (uno de ellos en formato análogo) y sus dos largometrajes, y tres capítulos televisivos, con promoción de libros y conversatorios sobre su trabajo. Para, de esta forma, poder mirar de manera general su obra y apreciar cómo, desde el comienzo de su carrera cinematográfica, hay en él una búsqueda estética por encontrar una voz propia y una experimentación (La mansión de Araucaíma es un experimento) del lenguaje cinematográfico, evidenciando un manejo extraordinario de la imagen por parte de Mayolo, en la creación de sensaciones surrealistas por medio del sonido y la puesta en escena, como en el caso de La mansión de Araucaíma y Carne de tu carne, alegóricas y simbólicas. Que lo hacen ser uno de los realizadores nacionales más vanguardistas e irreverentes, pionero en la concepción moderna del cine, que hizo historia en la cinematografía y en la televisión que este año cumple 70 años desde su llegada al país.