«¿Me puedo quedar en e viaje?»

Dicha pregunta es una incógnita frecuente entre las personas que tienden a manifestar un consumo de sustancias psicoactivas (SPA) de manera ocasional, recreativa, frecuente o crónica. 

Por: Daniel Rojas Estupiñán

 

 

Esta, más que una pregunta, es una situación que tiene un trasfondo de salud pública, la cual debe ser abordada antes de que se presenten más “víctimas”. En primera instancia, la historia del consumo de sustancias es tan extensa como lo es la historia de la humanidad, por ende, ha generado un gran impacto sobre el pensamiento de las personas, su conducta y, en consecuencia, la cultura. El uso de sustancias ha tenido y tiene varios objetivos en la sociedad, uno de ellos es el uso en rituales espirituales o religiosos de algunas etnias, y del cual resulta relevante enmarcar la funcionalidad como un alterador de la consciencia para cumplir con las exigencias propias del ritual.

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (2005), las sustancias psicoactivas, conocidas más comúnmente como drogas psicoactivas, son sustancias que al ser tomadas pueden modificar la conciencia, el estado de ánimo o los procesos de pensamiento de un individuo y que, de acuerdo con la Asociación Americana de Psiquiatría y Asociación Americana de Psicología o APA (por sus siglas en inglés para ambas instituciones), el consumo o abuso de dichas sustancias puede ser causante o desencadenante de una psicopatología, en la cual, como lo afirman en el Manual de diagnósticos de trastornos mentales (DSM-IV TR), cuando la persona experimenta síntomas asociados a una enfermedad mental por efecto fisiológico de una sustancia, se establece la categoría de un trastorno inducido por SPA. Dentro de la investigación se ha logrado plasmar un amplio espectro de sustancias con sus respectivos deterioros neuropsicológicos y/o psiquiátricos, teniendo dentro del foco de investigación no solo a las sustancias ilegales sino también a las legales como lo son el alcohol, el tabaco o la cafeína, y que deja en evidencia el estrecho vínculo entre el consumo de SPA (legales o ilegales) con el riesgo probable de desencadenar un deterioro o alteración del pensamiento (psicopatologías) o neurocognitivas (deterioro progresivo de procesos básicos: atención, memoria, y superiores: lenguaje, funciones ejecutivas, etc.).

Antes de profundizar acerca de la relación entre el inicio de enfermedades mentales por el consumo de SPA, es importante tener en cuenta algunos conceptos. La enfermedad mental se puede definir como un desorden a nivel cognitivo (pensamiento) y comportamental que se caracteriza por generar un malestar clínicamente significativo en el individuo, y de esta manera origina un desajuste y/o disfuncionalidad en sus diferentes áreas de desempeño: social, laboral, afectivo, personal, académico, sexual, etc. Lo que conlleva a posibles estados de deterioro subjetivos que dependen del tipo de problemática, sus factores evocadores, de mantenimiento (variables o factores hacen que el problema persista) y factores del desarrollo del individuo. Cabe resaltar, que algunas de estas condiciones tienen variables biológicas-genéticas que pueden causar que el problema sea más crónico o profundo, aunque también existen casos de algunas enfermedades como la esquizofrenia, la ansiedad o la depresión que si bien pueden tener estas variables biológicas, también necesitan de una interacción del individuo con el ambiente (situaciones, condiciones o experiencias), para que puedan desarrollarse.

La APA (2013), en la última versión de su Manual de diagnóstico, establece que la esquizofrenia está caracterizada por la presencia de alucinaciones, delirios, discursos desorganizados y un comportamiento alterado (estos deben persistir por un tiempo determinado), los cuales generan un deterioro significativo en la vida de la persona.

La esquizofrenia, es uno de los desórdenes mentales y comportamentales más conocidos y caracterizados a lo largo del tiempo, para la cual aún no se ha encontrado una etiología (origen o causa) única y específica. Es necesario resaltar que, si bien esta condición tiene un componente predominantemente biológico, el cual se representa a groso modo por un desequilibrio químico dentro de las vías dopaminérgicas (meso-límbica, cortico-límbica y nigro-estrial) en receptores D2 de la dopamina causantes de la sintomatología, es necesaria más no suficiente para desencadenarla y en ese orden de ideas es donde se han logrado establecer las diferentes hipótesis etiológicas de dicha enfermedad, dentro de las que se encuentran principalmente las hipótesis: genéticas, dopaminérgica, diátesis-estrés y la toxicológica o por consumo de sustancias en la cual se enfocara este texto.

¿Qué drogas pueden causar un episodio psicótico o “dejarlo en el viaje”?

 No todas las sustancias psicoactivas van a producir una evocación de algún tipo de episodio psicótico en la persona, generalmente las sustancias responsables de estas desagradables experiencias, son aquellas que tienden a tener efectos en la transmisión o vías de la dopamina (por ejemplo: marihuana u opiáceos), al igual que algunos estimulantes que tengan un efecto asociado con este neurotransmisor y sus zonas neuronales donde haya gran concentración (Nucleo Accumbens y Area Tegmental Ventra). Por otro lado, y además de lo anterior, hay que tener en cuenta que dichos episodios también van a depender de la dosis de la sustancia consumida, la historia de consumo de la persona, el estado de la sustancia (si está adulterada o contaminada), y fundamentalmente si la persona presenta una vulnerabilidad o predisposición biopsicológica. Por lo que, en este orden de ideas no todas las personas tendrán los mismos efectos y/o episodios simplemente por consumir alguna SPA.

En primera medida, la marihuana ha sido uno de los principales agentes estudiados que puede inducir dicha patología, como lo afirma Tamayo, J. (1998) en el XXVII volumen de la Revista Colombiana de Psiquiatría, todas las drogas que faciliten la función o segregación dopaminérgica (como la marihuana) han sido implicadas en la inducción de alguna forma de psicosis paranoide y se han establecido dos estados clínicos llamados psicosis por cannabis y delirium tóxico por cannabis, que aunque  las alucinaciones son infrecuentes, las alteraciones perceptuales son bastante comunes. Por otro lado Thacore & Shukla (1976) establecen que la psicosis inducida por cannabis se caracteriza por una agitación, violencia, taquilalia (probablemente acompañado de pensamiento acelerado o taquipsiquia), afecto ansioso con tendencia al pánico, comportamiento desorganizado, conservación del juicio y en ciertas situaciones trastornos o disrupciones del pensamiento. Por otro lado, la Organización Panamericana de la Salud (2005) refiere que un individuo con dependencia del alcohol tiene 3.3 veces más posibilidades de padecer esquizofrenia. Además, al parecer aproximadamente un 30% de los pacientes con esquizofrenia presentan un uso nocivo de alcohol antes de que surjan los primeros signos de esquizofrenia, Hambrecht y Hafner (1996) y por lo cual queda dudas acerca de la probabilidad que el consumo de alcohol hubiese sido un factor de desarrollo de la patología en esa población.

Respecto a otras sustancias como las estimulantes, específicamente la cocaína, una persona que presenta un consumo frecuente de dicha sustancia presenta mayor probabilidad de manifestar un cuadro psicopatológico asociado. En ocasiones el consumo de la cocaína puede generar episodios psicóticos, depresión, episodios de pánico, entre otros. De igual forma en la investigación se ha identificado que las personas que presentan un consumo que llega a niveles de intoxicación graves, pueden evidenciar cuadros psicóticos denominados psicosis tóxica, en la cual dichos síntomas se caracterizan por una manifestación de ideas delirantes que llevan a un estado de confusión del individuo y que además puede acompañarse de crisis alucinatoria, Zamora, P. & Ruiz, C. (2006).

Frente a las sustancias alucinógenas, si bien no se ha ilustrado de manera extensa sus posibles propiedades adictivas, se puede entre ver la posible relación que estas tienen con los desórdenes mentales, teniendo en cuenta que su principal efecto se basa en el mismo síntoma característico de la psicosis o la esquizofrenia. El LSD de manera general, se puede decir que es un antagonista de varios receptores periféricos del 5-ht (receptores de la serotonina) pero lo más relevante es su agonismo o selectividad por el receptor 5-HT2A en el sistema nervioso, lo cual es una de las razones por las cuales se presentan sus efectos de ilusiones, alucinaciones, alteración de los sentidos, en algunos casos pánico y psicosis. Los ataques de pánico son relativamente comunes y los episodios psicóticos no son frecuentes, sin embargo algunos han terminado hasta en homicidios (Vale, A. 2011). Teniendo en cuenta lo anterior, relacionado con las posibles vulnerabilidades que una persona puede presentar (biológica, psicológica o social), el LSD si bien, no es una droga potencialmente tóxica como otras, es una sustancia que en dados casos y con las condiciones necesarias puede estar en capacidad de desarrollar efectos y consecuencias aversivas como son las expuestas, en las personas que han tomado la decisión de consumirlo.

¿Hay números sobre esto?

Respecto a los estudios epidemiológicos relacionados con el consumo de SPA y salud mental, si bien se han realizado estudios, una de las investigaciones con mayor trascendencia y “autoridad” fue la realizada por el National Institute of Mental Health (NIMH) & Epidemiologic Catchment Area (ECA), el cual tomo una muestra de 20.291 participantes, en la que demostró que, el 47% de los pacientes con esquizofrenia presentaban una comorbilidad, simultáneamente, de un trastorno de abuso o dependencia a alguna sustancia a lo largo de la vida, frente a un 16,7% de la población general (Ortiz, A. 1998).

Frente a las estadísticas o estudios de epidemiologia en el país, se encontró que, de acuerdo con el Estudio Nacional de Salud Mental realizado en el 2003 en Colombia, la prevalencia de cualquier trastorno ocasionado por drogas alguna vez en la vida era del 9,6%. En los últimos 12 meses de ese año era del 2,8%, y en los últimos 30 del 0,9%, lo que quiere decir que al menos 3 personas de cada 100 habían tenido problemas por el abuso de sustancias en ese año (Arango, D., Augusto, C., Rojas, J & Moreno, M. 2008). Dentro de las últimas encuestas (2015) de salud mental en el país, se encontró que en población adulta que presentaron problemas de salud mental, el exceso de consumo de alcohol fue entre el 12 y 21%, mientras que el abuso se situó dentro del 6%.

Por otro lado, de acuerdo con (Arango, D., Augusto, C., Rojas, J & Moreno, M. 2008) dentro de una de las Encuestas Mundiales de Salud Mental de la OMS, Colombia ocupo el cuarto lugar en trastornos por drogas, después de Ucrania, Estados Unidos y Holanda,  donde las regiones geográficas con más trastornos por consumo de drogas en el país fueron la región Pacífica, que incluye el Valle del Cauca y Cali, y la región Central, seguidas de cerca por el Distrito Capital.

Conclusiones

Por último, más que sugerir una abstinencia de consumo de SPA, es recomendable que las personas que tomen la decisión de consumir alguna sustancia, primero, se informen sobre los riesgos y daños de las mismas, además de obtener la información necesaria sobre su historia personal, familiar médico-biológica, psicológica y social asociada con el consumo de SPA; con el fin de evitar experiencias desagradables y factores que puedan ocasionar mayores riesgos y daños al momento de tener experiencias novedosas en este campo.

La autoría de este artículo es de Daniel Rojas Estupiñán, Échele Cabeza y la Corporación Acción Social.

Imágenes creadas con la IA

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