«No fueron
balas
perdidas»

Por: El Callejero

 

 

Uno de los episodios de mayor violencia registrados en Colombia, ocurrió el 9 de septiembre de 2020 en Bogotá, sus antecedentes fueron una primera oleada del estallido social que se registró a finales del año 2019 y que terminó en una fuerte represión que desencadenó varios toques de queda en la ciudad, a los pocos meses se declaró la pandemia a nivel mundial. Durante ese mismo tiempo del confinamiento se dio el caso de la muerte por brutalidad policial de Javier Ordoñez, en la noche del 8 de septiembre, en el occidente de Bogotá; al otro día, muy temprano, los noticieros comenzaron a difundir los videos de las cámaras de seguridad donde se veía al joven caminando con unos amigos por la calle y su detención de forma arbitraria y violenta, posteriormente fue traslado al CAI donde falleció. Ese mismo día, en el CAI donde se dieron los hechos, comenzaron a reunirse varias personas y la movilización tomó un tinte de violencia que se extendió en contra de 50 CAI en toda la ciudad. 

En esa sola noche se registraron 10 civiles muertos, 22 CAI incinerados y cerca de 30 dañados, 77 vehículos y 134 articulados de Transmilenio afectados, 14 fueron incendiados, 8 motos y 9 vehículos institucionales averiados.

La respuesta estatal fue desproporcionada y se extendió durante tres días de movilizaciones, en los cuales se siguieron registrando muertos, heridos y desaparecidos. En medio de toda la situación, una sospecha comenzó a rondar en la mente de la ciudadanía, esos jóvenes muertos en medio de las movilizaciones no fueron arbitrarias y mucho menos en defensa propia por parte de la fuerza pública, durante tres noches se tomó la decisión de apuntar las armas en contra de la sociedad civil y quizás pudo existir más de una razón. 

En el marco de dichos sucesos desde el periódico El Callejero analizamos la situación y llegábamos a una conclusión a pocos días de lo sucedido, que: “todas las balas que disparó la policía, fueron sin justa causa, y a esa matanza conjunta de muchas personas, por lo general indefensas, se le denomina masacre“.

Hoy, tres años y medio después, tuvimos la oportunidad de dialogar con Lorena Hoyos, quien hizo parte de la creación del documental: “No fueron balas perdidas”, liderado por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Para Lorena, cada uno de esos diez números despersonificados y lejanos, tiene un nombre, una familia, un pasado, una memoria y un legado que quisieron reconstruir de la mano de sus amigos, madres, padres, hermanos y hermanas. Acercarse a las familias no fue fácil, según nos relata Lorena, muchas comenzaron a sufrir persecuciones por parte de la misma policía y a recibir amenazas.

¿Cómo fue la creación del documental y la vinculación de las familias en su creación?

Nosotros duramos un año haciendo el documental, primero, porque fue un proceso largo llegar a las familias, además, convencerlas de participar en las entrevistas y demostrarles que éramos el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Porque, previamente, habían sido muy atropelladas por los medios de comunicación. 

Realmente, fueron llegando de a poquitos, hacíamos las entrevistas y al mismo tiempo revisábamos todo lo que había quedado en las redes sociales, tantos videos que registraron todos los hechos violentos que se vivieron durante esos días. Nosotros decidimos, cuando hicimos el guión de la serie documental, no mostrar nada de esto, si ustedes ven los capítulos no hay una sola imagen de cuando les dispararon, ni siquiera de las movilizaciones. No lo mostramos porque sentimos que ya la gente estaba saturada de esas imágenes. 

Lo que quisimos hacer fue un homenaje a la vida de estos chicos y chicas asesinadas, dar a conocer quiénes eran ellos cuando estaban vivos, cómo los recordaban sus familias, en sus trabajos, en sus barrios; los que tenían bebés los mostramos, así como a sus compañeras. Cada familia llevaba la foto de su familiar asesinado y mostraban esos objetos que eran especiales para ellos. Hay momentos en que, lógicamente, las mamás y los hermanos hablan y lloran, es inevitable, allí cuentan cómo ocurrieron los hechos porque así tiene que ser, tienen que contar cómo ocurrieron porque es un testimonio, pero no mostramos nada sobre esos momentos en particular, a pesar de que ellos lo están relatando. Es un registro muy íntimo de la vida.

¿Todas las familias de estos jóvenes participaron?

Nosotros editamos las entrevistas y el compromiso era que ellos, cada familiar, fuera a ver cómo había quedado editada y la aprobara, porque es un tema muy delicado, es el dolor de la gente y uno no puede utilizar el dolor. En ese proceso, solo siete aprobaron el capítulo de 10 familias que participaron, para ese momento no se habían vinculado las otras cinco familias que también fueron víctimas. 

Comenta Lorena que quienes no los aprobaron tuvieron múltiples situaciones, algunos por cuestiones ideológicas, otros porque simplemente el dolor no les permitió socializar esa traumática experiencia.

Después del documental que más han hecho, qué ha pasado con ellos y cómo se han vinculado al Centro de Memoria

Sí, hay una cosa muy bonita y es que al año del asesinato, se hizo un acto conmemorativo en el Centro de Memoria, se hicieron unos cuadros en los que ellos mismos dibujaron a sus familiares, algunos duraron todo el día pintando y lo bonito de esto es que estos cuadros se han ido en una exposición itinerante. Hemos hecho bordado chacana, pero para mí lo más trascendental sigue siendo la serie, porque la serie la ve todo el mundo, está en YouTube. 

Después, se logró desde el centro de Memoria, Paz y Reconciliación con el apoyo de la Consejería, que se donaran dos casas; la Casa de la Memoria de Suba y la Casa de la Memoria de Usaquén, para los familiares de las víctimas del 9S. En Suba, cuando les entregaron la Casa, montamos allá muchas cosas: la biblioteca, el cineforo y también hacíamos exposiciones. La casa la administra el papá de Angie Paola Vaquero y les pertenece a las familias de los chicos del 9S, aunque también han ido llegando otras víctimas.

En el marco del diálogo con Lorena, tuvimos la oportunidad de hablar con la mamá de Angie Paola Baquero, Nury Enith Rojas Sanabria, quién nos contó lo que ha pasado en el marco de la investigación del caso de su hija y la importancia de hacer memoria:

Yo creo que se debe hacer memoria para que la gente sepa que la policía nacional el 9, 10 y 11 de septiembre del 2020 tuvo un actuar indiscriminado contra gente desarmada en la cual activaron armas de fuego para herirlos o asesinarlos. Para mí, es muy importante como mamá de ella, reivindicar su nombre, porque tristemente, ningún muchacho, ni vándalo, ni delincuente, ni capucho puede ser vulnerado de la forma en que los agredieron y los masacraron. También es muy importante alzar la voz, exigir sus derechos, que la gente sepa que, si ellos estaban parados en una manifestación o alzando su voz, es porque creían en el cambio de un país, creían en el cambio de una vida digna para ellos y sus familias. Es muy importante que no se olvide esto, porque yo siempre lo he dicho, una piedra no causa tanto daño como una bala de un arma. 

El 4 de marzo del 2020, la Procuraduría sacó un Auto diciendo que a ninguna manifestación pública podría salir la fuerza pública con armas letales contra los manifestantes, entonces lo que se ha comprobado siempre y se ha dicho, es que los policías que salieron armados para el 9, 10 y 11 eran muy conscientes que si salían con armas cargadas, con municiones, eran para herir o asesinar, tristemente, le pasó a los 14 jóvenes, incluyendo a mi hija, es algo que yo como mamá de Angie Paola puedo decir que no he podido asimilar, ni puedo dejar que se olvide, porque era mi hija, yo no parí a Angie Paola Baquero para que la mataran. 

Ya llevo 4 años alzando la voz por ella y por los demás muchachos para que no los olviden, para que haya una verdadera justicia y paguen los culpables de todo esto y saber quién dio la orden para que activaran las armas de fuego. 

En el caso de Angie no se ha tenido acceso a la verdad, porque la bala que le sacaron del cuerpo, que es la prueba contundente que el patrullero de la policía Jorge Andrés Lasso Valencia asesinó a mi hija no ha servido de nada. Estamos en juicio presencial oral, el 4 de marzo y el 11 de marzo, y no sirvió de nada porque son 60 testimonios que tienen que escucharse porque para la policía es un presunto homicida. Los dos juicios que tuvimos presenciales, el primero, no se llevó a cabo totalmente y el segundo juicio se fue por dilatación, porque la abogada del patrullero se enfermó, precisamente en la audiencia, entonces lo pasaron para el 14 y 17 de junio. Es un recorrido en el que uno tiene derecho a hacer memoria, pero no a exigir una verdad. Este es uno de los casos más adelantados, pero sigue en lo mismo, no ha pasado nada. Es una verdad que espero como mamá, antes de dejar este mundo, que el patrullero de la policía pague con cárcel, eso no me devolverá a mi hija, pero será un aliento para seguir viviendo y luchando por muchas personas que incluso no tienen la forma en este momento de demostrar que fue lo que pasó y esperar, porque uno como ciudadano no tiene derecho de exigir nada, pero nos toca vivir de tener paciencia.

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