«Porque amamos la vida»

Por: Paula Castellanos Cuervo Fotografía: @paulakaste

 

 

La vida en la Tierra es producto de una inmensa cantidad de variables que van desde su distancia del sol, los grados de inclinación del planeta, que posibilitan las estaciones y la estabilización del clima global hace diez mil años. En estas condiciones empezaron a tejerse relaciones milenarias entre elementos naturales que dieron lugar a dos biomas: el terrestre y el acuático. En cada uno, la vida fue desarrollando delicados y precisos equilibrios entre especies, creando, de este modo, los ecosistemas. Así, entre mayor diversidad biológica, mayores las posibilidades de resiliencia de ecosistemas, biomas y, por ende, del planeta entero. La vida en la Tierra es una filigrana mágica.

He pasado tiempo recorriendo pueblos del Caribe colombiano y siento que aquí las formas de vida son una experiencia multisensorial. Los colores de la vegetación, los tonos del mar y las alas de los pájaros se combinan con los aromas y sonidos de los ríos volviéndose océano, de cantos y hojas movidas por la brisa.

Pero, no puedo borrar de mis recuerdos la imagen de cientos de pájaros enjaulados, colgados como adorno en las puertas y patios de las casas. Veo en esas aves obligadas a no volar -sometidas a una vida estrecha, incómoda, cruel- la síntesis de la relación de los humanos con la naturaleza: la usamos. Por esto, aunque aterrador, tal vez no sorprenda que hoy un millón de especies animales y vegetales estén a punto de desaparecer para siempre.

Desde hace 30 años, se habla de temperaturas que se elevan, de la contaminación del aire, agua y suelos, del deshielo de polos y nevados, de ecosistemas desapareciendo y extinción masiva, de la tala de bosques e incendios forestales que desplazan o matan a miles de seres, de la muerte de arrecifes y corales, cacería furtiva, pesca indiscriminada, ganadería extensiva, minería a gran escala y una cantidad más de realidades que describen a todas luces lo que la comunidad científica ha estado advirtiéndole a la población: La Tierra está en crisis y lo que llamamos progreso o desarrollo es la causa.

 ¿Por qué no llega este mensaje con la fuerza que corresponde?

Una crisis no es un estado permanente, implica que llegó el punto donde no se puede mantener lo establecido, es decir, es un estado de transformación inminente. Cuando en medicina dicen estado crítico entendemos que llegó el momento decisivo donde sólo quedan dos posibles desenlaces, la muerte o la vida. Nuestro planeta está en crisis, lleva décadas en estado crítico porque los tiempos de esta entidad colosal son distintos a los nuestros, no porque no sea gravísimo lo que está pasando. De hecho, lo imposible sucedió: desestabilizamos el clima de la Tierra y pronto las consecuencias estarán por completo fuera del control humano. La desatención de la crisis nos está llevando a un territorio inédito.

¿Qué tanto se han ajustado nuestras prácticas cotidianas a la luz de la crisis?

Recibimos cotidianamente la bolsita, la cucharita, el pitillo o el empaque de icopor que nos dan un minuto de comodidad individual y décadas de residuos colectivos; seguimos usando el agua y la luz como si fueran infinitas o con descuido cuando la factura la paga otro; permitimos el vertimiento de desechos industriales y domésticos en las fuentes hídricas, razón principal por la que el río Bogotá sigue corriendo sin vida; compramos sin buscar productos que no usen animales para el testeo o cuyos empaques sean biodegradables. Somos ocho mil millones de humanos sobre el planeta, cada una de nuestras acciones debería medirse multiplicada por esa cifra para dimensionar nuestro impacto. ¿Qué tal si cada persona sembrara árboles para los pájaros, cuidara la vida de los seres pequeños que polinizan la comida que comemos y cooperara con la diversidad de la vida? Como podemos ver, no es una metáfora esotérica decir que todo está conectado, es de hecho la forma más literal de señalar que nuestras decisiones repercuten directamente en las demás formas de vida para quienes la Tierra también es hogar.

Es tiempo de actuar, el hecho de que amplios sectores de la población tomen partido por la indiferencia no tiene nombre. Colombia es potencia mundial de la vida, su biodiversidad es un tesoro nacional. Lo único positivo que dejan las décadas de guerra es la conservación de extensísimos territorios naturales. Wade Davis, el botánico canadiense que se enamoró de Colombia hace 50 años lo afirma así en su libro Magdalena: “Ese sería quizás el verdadero dividendo de la paz, la oportunidad que tiene la nación de decidir consciente y deliberadamente el destino de su activo más grande: la tierra misma, sus bosques, ríos, lagos y manantiales. (…) Históricamente, son escasas las ocasiones en que una nación-Estado ha tenido la oportunidad de contemplar su futuro con tanta claridad, y de evadir las fuerzas industriales que tanto han devastado el mundo desde la segunda mitad del siglo pasado”.

Si bien, la vida es resiliente y su impulso primordial está puesto en mantenerse viva, nuestra civilización ha creado un problema categórico y es la humanidad la llamada a dar soluciones, muchas ya existen. Pero necesitamos ir a fondo e informarnos sobre lo que está pasando, investigar, aprender, compartir e iniciar acciones pedagógicas para crear un nuevo sistema que nos permita salir de este círculo donde nuestro estilo de vida se sostiene a partir de la eliminación de la biodiversidad de la Tierra. Para ahondar en el tema, recomiendo ver el documental Rompiendo las barreras, la ciencia de nuestro planeta de Jonathan Clay.

Colombia es el segundo país más biodiverso en un planeta mega diverso, no hay otro lugar con más pájaros, ni anfibios, ni peces de agua dulce, ni mariposas y, además, en nuestro territorio están presentes todos los paisajes del mundo, desiertos, selvas, mares, ríos, nevados, llanuras, ciénagas, páramos y bosques. Siendo así las cosas, vivimos en el lugar más bello de este paraíso vivo llamado la Tierra y porque amamos la vida es que vamos a defenderla.

1 comentario en “Porque amamos la vida”

  1. Gracias, Paula, por hacernos recordar nuestra responsabilidad. Sobre todo esta parte de tu artículo me hizo reflexionar:
    «Somos ocho mil millones de humanos sobre el planeta, cada una de nuestras acciones debería medirse multiplicada por esa cifra para dimensionar nuestro impacto.»
    Sigamos luchando. Juntos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Estas sin internet en este momento!

Nos gustaria enviarte todos nuestros contenidos digitales y periódicos quincenales, tan solo debes dejarnos tus datos y siempre recibirás en tu correo el contenido!