«Ser líder social en Colombia»

Su trayectoria como líder de procesos sociales y comunitarios inició desde hace más de cuarenta años, ha participado de primera mano en la mayoría de los diálogos que se han realizado para lograr la paz en Colombia.

 

Por: Laura María Rodríguez

 

 

José Óscar Salazar Tabares es líder c a m p e s i n o de la región de Urabá, defensor de derechos humanos, líder social, campesino por vocación y víctima del conflicto armado en Colombia. Su trayectoria como líder y dirigente de procesos sociales y comunitarios inició desde hace más de cuarenta años, en los que ha tenido la oportunidad de participar de primera mano en la mayoría de los procesos de diálogo que se han realizado para lograr la paz de Colombia. Estuvo en los acuerdos de la Uribe en 1985, que fueron los primeros acercamientos con el gobierno de Belisario Betancur para buscarle una salida política al conflicto social y armado en Colombia, también en la desmovilización del Quintín Lame y la Corriente de Renovación Socialista.

Con este especial de Comunicación para la Reconciliación se recogen las voces de diferentes actores del conflicto y su mirada sobre la historia y la memoria de lo que ha sucedido en el país en los últimos 50 años, una memoria que a veces no se encuentra en los archivos oficiales sino en todos aquellos que ya sean visibles o invisibles han luchado por la paz y las condiciones dignas en Colombia.

Óscar recuerda que, como líder agrario de la región de Urabá, desde hace décadas se ha discutido sobre la problemática agraria: “El gran problema de Colombia ha sido el uso y usufructo de la tierra, es decir, la tierra como el elemento fundamental que ha dado origen al conflicto armado en Colombia, a la desigualdad y a la inequidad”. La tierra ha sido un tema central en todos los diálogos de paz que se han realizado entre el gobierno y las insurgencias, la pregunta es ¿La tierra para quién? “Si la tierra es para los latifundistas o la tierra es verdaderamente para quien la trabaja, es decir, para el campesinado. No puede ser posible que en este país pasten tres vacas en una hectárea de tierra, eso es un detrimento. Se debe propender por una economía planificada, una economía que verdaderamente esté al servicio del campesinado, no de latifundistas y terratenientes”, afirma Oscar.

Un segundo elemento ha sido la participación, una participación que acoja las múltiples voces que conforman esa idea de nación y que para las comunidades no ha sido sino un espacio más de participación pasiva y refrendación: “En Colombia se tiene la idea de que participar es asistir a determinados diálogos o eventos importantes que tiene el gobierno colombiano. Para nosotros la participación va mucho más allá de una simple asistencia o de la llenada formalmente de un registro de asistencia, para nosotros la participación política tiene que ver con esa representatividad del campesinado, de los grupos étnicos, afros, indígenas, de las mujeres, de los jóvenes, de los nadie, de los que caminamos a pie. Nosotros hablamos un lenguaje que no entiende la clase empresarial ni política de este país, hablamos en castizo para que nuestros campesinos, nuestro pueblo entienda, un lenguaje que cabe en la voluntad popular, en las zonas más apartadas de nuestro país, en la Colombia profunda de la que hablaba Molano”, manifiesta Óscar.

En su trasegar como líder y junto a otras fuerzas y organizaciones sociales, en medio del ejercicio político llegó a ser elegido como concejal de Turbo: “En 150 años fue posible derrotar esa hegemonía liberal y llegar con un alcalde netamente nuestro, de la Unión Patriótica”, para esa época también fueron alcaldes de la UP, aquellos de municipios aledaños como: Apartadó, Carepa, Chigorodo, Mutatá, Unguía, Acandí, Murindó, Vigía, Vigía del Fuerte, Carmen del Darién y Carmen de Atrato. Óscar recuerda que años después en la misma zona y por la violencia paramilitar que se desata, se presentan más de 32 masacres, en lo que también se conoce como el exterminio de la UP. En Turbo dio como resultado el asesinato de tres concejales, un contralor, un secretario de gobierno y varios funcionarios, Óscar no estuvo exento de tan compleja situación y sufrió varios atentados en su contra, de los que logró salir ileso. Sin embargo, en un momento es tanta la presión del conflicto que decide no irse de la región, sino crear un campamento humanitario para lograr auxiliar a más de 6.000 personas que iban a quedar indefensas en medio de tres anillos de seguridad de los que era imposible escapar, el primero de la fuerza pública, el segundo de los paramilitares y el tercero de la guerrilla: “Todo el que salía o intentaba salir de ahí se enfrentaba a esos tres anillos. Ahí desaparecieron o murieron más de 100 compañeros. Frente a esa situación, se decidió salir por la montaña. Trazamos una ruta, los que mínimamente sabíamos de lo que uno llama un baquiano, que caminamos por el monte y nos guiamos por la luna, la estrella polar o la salida del sol. Seis compañeros tomamos la decisión de salir a Medellín, desde Pavarandó hasta el páramo de la Orquídea en Urrao, eso era más o menos un mes de travesía en medio del monte, tomamos esa decisión y logramos salir a Urrao y de Urrao a Medellín y de Medellín a Bogotá, se tuvo reunión con la iglesia, el gobierno, la ONU, luego después de esa reunión tratamos de pensar cómo íbamos a regresar de nuevo, porque en el territorio ya sabían quienes nos habíamos ido”. Óscar narra que meses después regresan y logran rescatar 200 personas más, de las cuales algunas se quedan en el camino por las difíciles condiciones.

Ser líder social en Colombia más allá de ser eso que llaman olímpicamente como un deporte de alto riesgo tiene que ver más con la empatía y la solidaridad que permanece en algunos seres humanos, ese sentimiento colectivo que sacrifica el beneficio personal. Para Óscar aún es mucho lo que falta caminar para que el Acuerdo se cumpla en su totalidad y para que el Estado logre reparar a las víctimas en su conjunto, tanto simbólica como económicamente. El camino es largo, pero como afirma Óscar si hay algo que han demostrado estos últimos años y el último Acuerdo de Paz es que: “El problema no eran las Farc, sino la clase política y empresarial de este país”, la esperanza es que, si esta se va transformando el país también se pueda transformar y ser más equitativo.

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