«Un mundo para comer»

Por: A Media Cuadra

 

 

Quien llega a Corabastos puede hacerlo por varias razones: hacer mercado, comprar para surtir la tienda, buscar comida barata, trabajar o conseguir un trabajo, ya sea de cotero, vendedor, reciclador o gerente. Quienes suelen merodear este lugar de manera permanente saben, además, que Corabastos no es solo ese espacio cerrado con bodegas y locales que se mantiene despierto mientras la ciudad duerme. Pues más allá—o más acá— de los muros, Corabastos continúa en la multitud de habitantes y comercios que conectan sus actividades y vidas con la Central de Abastos: fabricantes de empaques, lavadores de papa, reparadores de carretas, coroteros, bicitaxistas, transportadores, vendedoras de tinto o frutas, son apenas algunos de los muchos oficios que allí transcurren.

Corabastos fue dispuesto en su lugar a comienzos de la década del setenta del siglo pasado, cuando la ciudad apenas tenía cerca de tres millones de habitantes y empezaba a desplegarse hacia el atardecer de los días. A su llegada despuntaba el proceso de urbanización del sur occidente de Bogotá, por ello a su lado ya estaban algunos barrios y viviendas de lo que se conoció como el proyecto Techo, barrios planeados para trabajadores asalariados. Desde entonces Corabastos fue protagonista de las migraciones que van a construir y habitar estas tierras.

Al otro lado de la ciudad diseñada, empezaron a generarse barrios mediante loteo y auto construcción hechos con las manos de poblaciones desplazadas que provenían de cualquier parte del país, pero sobre todo de las montañas de estas cordilleras. Incluso algunas familias del oriente de Bogotá llegaron en busca de oportunidades de trabajo y de un espacio para vivir. Eso representaba y representa Corabastos, un lugar para todo tipo de rebusque.

Es por ello que, quien mira a Corabastos desde otra distancia la puede ver como una especie de límite entre estos dos paisajes: el de la ciudad planeada y la ciudad que se construye entre los avatares de las migraciones y la necesidad. Quienes la ven de cerca y viven a diario, advierten que Corabastos es el mercado más grande del país, que es un mundo para comer, que es la vida, el alimento, la salud, el trabajo, el sustento de la familia; es decir, que allí se disponen las cosas necesarias para la sobrevivencia. Para otros, sin embargo, dadas sus dimensiones y dinámicas, Corabastos es un lugar que está en deuda con este territorio y sus barrios, pues a pesar de ser el abastecimiento de alimentos, en sus alrededores el hambre se asienta en hogares y calles. Del mismo modo en sus cercanías se ha generado deterioro ambiental, contaminación del aire, además de algunos mercados ilícitos, entre otras ferocidades y extracciones.

Quién entra con el día a Corabastos puede advertir que allí se determinan los precios de muchos alimentos en busca de destino, también encontrará una diversidad de productos provenientes de todos los rincones de Colombia, pero sobre todo de la región central, de departamentos como Cundinamarca, Boyacá y Tolima. En Corabastos es fácil toparse con las frutas, abarrotes, legumbres, aromáticas, carnes, que terminarán en las cocinas tanto de la ciudad, como de otras partes del país, pues allí llegan viajes que luego, en la diáspora del mercado, regresan a regiones cercanas y lejanas. Algunos alimentos hallan su cocina en el mismo Corabastos, donde el visitante, transeúnte o trabajador, puede encontrar restaurantes que le permiten acceder a una parte de la diversidad gastronómica de la nación.

Eso observando las generalidades, porque si el visitante es más atento o su curiosidad pasa por un buen día, puede encontrar una mujer maga haciendo trucos con el agua, un hombre que vende un viejo marco usando su rostro cansado como imagen enmarcada o un grupo de indígenas del Chocó que aunque no saben que el lugar se llama Corabastos, les dijeron que allí pueden encontrar comida y buscan mandarinas en un contenedor de residuos. Si la mirada es más detallista, se puede ver, por ejemplo, a un par de palomas comiendo un pedazo de sandía que alguien tiró o algún vigilante que le dice a un periodista que no puede tomar fotos sin autorización, pero que luego prefiere ir a perseguir un gato.

Al parecer esta ciudad mercado, sus aglomeraciones y flujos ya desentonan con el destino de la gran ciudad y sus necesidades. Por tanto la Central, según planes establecidos, debe ser descentralizada en la remodelación del sistema de abastecimiento, y en este lugar, que comprende cerca de 780 mil metros cuadrados, seguramente se tendrá un conglomerado habitacional de gran altura como los que ya empiezan a poblar varias zonas de la ciudad, sea como fuere el destino de Corabastos es y será un referente obligado para entender la historia conocida y oculta del territorio, la ciudad y el país.

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