Hace no más de dos años, los capitalinos tenían la costumbre de presentar los residuos o bolsas con basuras al frente de sus casas, en el peor de los casos en la esquina, adquirieron el hábito de hacerlo en las horas de la noche y de acuerdo a los días indicados para la recolección de basuras en la zona, esto aparentemente se veía mal. Lo que no alcanzó a percibir la Alcaldía anterior es que los usuarios lo estaban haciendo cada día mejor, porque dejaban aparte los reciclables y en las bolsas negras colocaban los ordinarios para ser recogidos por el prestador del servicio de aseo y llevados al Relleno Sanitario de Doña Juana.

Cada día los recicladores de oficio tenían la oportunidad de recuperar mayor cantidad de material aprovechable, gracias a las campañas de concientización que se venían adelantando con cada uno de los ciudadanos, quienes fueron sumando para que los recicladores de oficio siguieran en esa tarea de recuperar kilo a kilo, la mayor cantidad de residuos desechados que estuvieran limpios y en óptimas condiciones para su recuperación.

Los Prestadores del Servicio de Aseo al evidenciar que los carros encargados de la operación cada día recogían menos material para enterrar en el relleno sanitario, comenzaron a buscar estrategias para captar más residuos y mejorar los pagos que recibían por la entrega y disposición final del material. Una de las estrategias fue proponer el uso de contenedores (canecas gigantes de color negro). Pasó el tiempo, la Alcaldía, en su desconocimiento del que – hacer de los recicladores de oficio y de todos los actores en la cadena del manejo de la basura y recuperación del material, decide iniciar la implementación, lo cual acarrea desastres en la presentación de los residuos por parte de los usuarios, quienes ya no colocan las bolsas al frente de su casa sino en estas canecas gigantes, lo cual destruye una cultura ciudadana de más de 20 años. 

¿Por qué? Porque la gente saca los residuos y los dispone en los contenedores en todo momento, por lo que el reciclaje queda sepultado y enterrado, además la gente no tiene claro qué tipo de residuos se pueden disponer en estos contenedores y es común encontrar escombros, colchones, podas de árboles y jardines. De esta manera colapsan estas canecas gigantes que, en lugar de ser una solución, se han convertido en un enorme problema de seguridad, salubridad y recuperación del material para toda la ciudad.  

Específicamente para el reciclador de oficio, la existencia de estos contenedores significa no poder conseguir su mínimo vital por todas las dificultades que tiene para poder acceder a los residuos, en estas enormes canecas donde todo lo que se dispone queda enterrado y contaminado. La gente arroja los desechos de los perros, los gatos, residuos orgánicos, toallas higiénicas y material que suelta fluidos, escurridos que mojan y contaminan todo el material que se encuentra en estos contenedores. Adicional, cuando los recicladores de oficio van a recuperar el material se encuentran con habitantes de calle viviendo en estos contenedores, con animales e incluso seres humanos muertos y en estado de descomposición. 

Toda esta situación es consecuencia de tomar decisiones que benefician a un solo actor en la cadena del manejo de las basuras, además de no hacer una correcta sensibilización, por parte de los prestadores del servicio de aseo, sobre la importancia de la separación en la fuente y el cómo hacerlo en estos nuevos dispositivos de recolección. Vale la pena resaltar que en la propuesta de uso de estos contenedores se evidenciaba que al lado de cada contenedor negro se debía disponer otro con tapa blanca para que los usuarios pudieran continuar con la separación del material, el no hacerlo ha generado un desastre, ha colapsado la capacidad de estos contenedores y han aparecido muchos puntos críticos, además del desperdicio del material que se podía reciclar.