«6.500 millones en contenedores»

Por: Luis Felipe Camargo 

 

 

Los esfuerzos que realizan los recicladores de oficio en el servicio de aseo, desde el componente de aprovechamiento, es cada vez más notorio, gracias a la recuperación que realizan del material proveniente de la industria, que se ha convertido en una de las peores problemáticas ambientales, que afecta no solo la sostenibilidad de la vida humana, sino de todos los seres vivos.

El proceso de reciclaje parte de la adecuada separación en la fuente que garantiza que se mantengan las condiciones de los materiales y que posteriormente puedan ser reaprovechados y transformados. No obstante, las decisiones que se han tomado en Bogotá representan una enorme amenaza ambiental, que inició en la alcaldía de Peñalosa con la instalación de contenedores por toda la ciudad y que hoy se recrudece con los contenedores soterrados, que ya han comenzado a ser instalados, ambos diseños:

  • Impiden el acceso cierto y seguro al material, por parte de los recicladores de oficio, ya que el material queda sepultado en estos enormes contenedores.
  • El material se revuelve con otros residuos y se contamina con escurridos de pintura, leche, agua, residuos de comida y muchos otros, que terminan contaminando y haciendo irrecuperable el material.

Cuando se publicó el Decreto 652 en noviembre del 2018, expedido por la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP), se indicaba que estos solo se iban a ubicar en sitios espaciales y que al lado del container negro, siempre estaría uno más pequeño de tapa blanca para el reciclaje. Pero hoy, casi cuatro años después lo que es evidente es que los de tapa blanca desaparecieron por completo y al no haberse hecho una sensibilización contundente con la comunidad, sobre la disposición de los no aprovechables en el negro y el reciclaje o aprovechable en el blanco, la gente nunca lo comprendió y comenzó a disponer en ambos no aprovechables y residuos espaciales como escombros, animales muertos, entre otros.

De todo lo que ha ocurrido, del desmejoramiento del espacio público y la multiplicación de puntos críticos en la ciudad son responsables la administración y las empresas de aseo, a quienes no les interesa la recuperación ni el reciclaje, lo que se evidencia en la falta de campañas pedagógicas para que la ciudadanía haga una correcta disposición de residuos, el descuido en la implementación y demarcación de los containers blancos y la desvinculación total de su responsabilidad social que implicaba trabajar de la mano con los recicladores de oficio, para garantizar su acceso al mínimo vital.

Los recicladores de oficio están plenamente convencidos de que la contenerización fue una decisión no negociada con las organizaciones y peor aún, el recurso salió de la caja que debería entregarse a los recicladores para su fortalecimiento como parte de las acciones afirmativas con las que debe cumplir el Estado.

Los contenedores soterrados

La actual administración despilfarró 6.500 millones de pesos en 30 contenedores soterrados que ya han comenzado a ser instalados en Suba y Usaquén, próximamente también en la localidad de Chapinero, eso quiere decir que el costo de cada uno de este juego de contenedores es de 240 millones de pesos, para una infraestructura que lesiona los derechos de los recicladores al material, ya que les impide el acceso al mismo y por lo tanto a obtener un mínimo vital. Todo esto se encubre en el pretexto de una ciudad moderna y limpia en apariencia, pero que está propiciando el desaprovechamiento de miles de toneladas de residuos que pueden ser materias primas para la industria nacional e internacional. Otra gran paradoja es que en varios países europeos este modelo de contenedores soterrados se viene utilizando hace más de 30 años y hoy en día se están desinstalando por la falta de higiene y los problemas que generan para las ciudades.

Hoy las entidades y las organizaciones hablan en favor del medio ambiente y del reciclaje, pero nunca en pro del reciclador, en el fondo, lo que les interesa es el negocio y no las acciones reales que generen una cultura ciudadana en la que participe el reciclador y se reaproveche el material en un modelo de economía circular. Por eso hay que apostarle a que todos unidos y con el apoyo del gobierno nacional se logren cambios estructurales.

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