La sociedad de la nieve
El testimonio de la muerte como afirmación de la vida.
Por: Jenny Bernal
—¿Qué sentido tiene?
denle ustedes el sentido,
ustedes son la respuesta—
Bayona, Vilaplana, Marqués y Casariego
En El archivo y el testigo Giorgio Agamben plantea con relación al testimonio que, solo un testigo integral puede dar cuenta fidedigna de los acontecimientos: el testigo integral es aquel que llega hasta la última instancia del hecho, pero ante una tragedia mortal es precisamente quien no puede dar un testimonio porque es el que muere. El director español Juan Antonio Bayona selecciona en su última película La sociedad de la nieve (2023) a Numa Turcatti (Enzo Vogrincic) como narrador principal; una de las cuarenta y cinco personas que abordaron el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en 1972. Turcatti es de las últimas víctimas mortales del accidente, casi llega a integrar el grupo de los 16 sobrevivientes, además, es un testigo integral que narra, desde una nueva perspectiva, la tragedia de los Andes.
Bayona se inspira en el libro La sociedad de la nieve (2008) escrito por el uruguayo Pablo Vierci para llevar al espectador a través de 145 minutos por un viaje audiovisual, artístico y emotivo que recrea con proeza narrativa algunas de las situaciones experimentadas por los protagonistas del accidente aéreo. Aunque, se hizo popular a través de una plataforma de streaming, es una película para disfrutar en una sala de cine. Al inicio, se presenta la cordillera de los Andes en una imponente imagen panorámica en la que se destacan los picos llenos de nieve y el sonido de un arroyo serpenteando entre las grandes montañas, luego, el narrador nos guía en su relato desde el momento en el que los jugadores de rugby disfrutan de su cotidianeidad, juventud y vitalidad hasta el viaje hacia Chile, el accidente, la supervivencia en la montaña y el retorno a casa.
Lejos del relato del héroe hollywoodense, pese a ser una mega producción, Bayona nos invita a reconstruir la historia a partir de la vulnerabilidad, el sentido de la amistad, la empatía, la compasión y la unión de un grupo de hombres, con un retrato distinto a la masculinidad imperante en el relato machista, que se centra en la violencia, el poder, la autoridad y la negación de algunas emociones.
La película es una apuesta loable por volver a contar una historia, pero esta vez con actores uruguayos y argentinos, en español, con el acento, la idiosincrasia y los rasgos culturales de los uruguayos. Bayona cuenta en una entrevista para elDiario.es, cómo existe en el mercado cinematográfico un techo de cristal que obliga a las películas superiores a 15 millones de dólares a ser filmadas únicamente en inglés, bajo la lupa de un mercado norteamericano que dicta las reglas de las grandes producciones a nivel mundial. El filme de Bayona no solo nos sumerge en un relato increíble de supervivencia, sino que posiciona al cine español con un equipo iberoamericano talentoso, en la mira internacional y les pide a las grandes productoras y al espectador situar las historias por su calidad técnica y narrativa por encima de las demandas del mercado.
Son múltiples los detalles por los que vale la pena ver esta película: la fotografía, el cuidado del sonido, con una apuesta por darle espacio al silencio como elemento fundamental en la trama. El vestuario y maquillaje, que trae de vuelta del pasado a unos personajes con la moda y maneras de los uruguayos en los 70´s. La locación, en la que al interior de un fuselaje de avión destartalado y herido nos invita a experimentar los sentimientos de los personajes, en contraste, con el firmamento y una imponente cordillera de los Andes cubierta de nieve, solemne e indolente con esos elementos ajenos a su naturaleza. La impecable banda sonora y efectos especiales, que aportan verosimilitud a la narración. El reparto, conformado por actores no tan reconocidos, quienes tuvieron la oportunidad de charlar con las familias de las víctimas y los supervivientes en el proceso de construcción de sus personajes. Los cameos con algunos de los supervivientes. El guion, que construye momentos memorables, e incluso se da un corto espacio de divertimento a través de la improvisación de coplas por parte de los personajes, en una escena que antecede a una atroz avalancha; entre otros aspectos que explican porqué es una de las tres películas con mayores nominaciones en la historia de los premios Goya y candidata a mejor película extranjera por España en los premios Oscar.
Turcatti, ese narrador del mundo de los muertos, nos habla a los espectadores del mundo de los vivos. La línea entre la vida y la muerte finamente trazada en La sociedad de la nieve; las ansias de algunos personajes por seguir viviendo, en contraste con la resignación de otros por saberse muertos. En tiempos realmente cruentos para la historia de la humanidad, rodeados por guerras, epidemias mortales, calentamiento global, contaminación, individualismo, entre otros, la supervivencia humana se perfila como algo cercano y no tanto como una distopia futurista. El relato de la supervivencia a partir de la hermandad, la capacidad de crear una sociedad empática, el trabajo colectivo por el beneficio común, el poder de la compasión, el aferrarse al mínimo hálito de vida; son algunas de las invitaciones de esta película, no en vano ese testigo integral nos habla desde el más allá y nos pregunta al final del filme: “¿Qué sentido tiene?”