«Casa de la Cultura para Techotiba – Kennedy»

Donde la educación y la cultura jueguen un papel integral de primera línea.

Por: Mauricio Castellanos 

 

Cuando se habla de cultura en la ciudad, se evoca a la Atenas suramericana del siglo XIX, proclamada por viajeros y escritores, donde se constituyó una sociedad culta, por parte de las élites criollas, en su afán de parecerse a las grandes ciudades del mundo, replicando las formas de pensar, hablar y comportarse de las urbes europeas. Lo cual se manifestó en la literatura, el buen hablar y una serie de pautas de comportamiento, de tal manera que lo que no encajara en ello, se le consideraba vulgar o popular, creando un estigma sobre las expresiones culturales de los arrabales, como denominaban a lo que hoy llamamos barrios populares.

Esa es la herencia del bárbaro proceso de colonización española, que aún supervive en la sociedad actual y que desconoce a las culturas ancestrales del territorio, satanizándolas o vulgarizándolas, tal como lo ratificaron, con ocasión de los actos de justicia histórica de los Misak en contra de los monumentos a los genocidas de la conquista, o aún peor, viendo hoy a la cultura popular como algo marginal.

Por ello, no es gratis que se afirme que la cultura es la cenicienta de todos los sectores, con presupuestos pírricos, por no decir miserables, un poco más de $ 300 mil millones de pesos para el año 2020, frente a los enormes presupuestos para el pago de la deuda externa y de defensa (guerra), que sumados son aproximadamente $107,5 billones de pesos.

Y no es que no haya dinero para invertir en cultura, lo que no hay es voluntad política para ver a la cultura como algo fundamental para el desarrollo de la sociedad, especialmente en tiempos de emergencia sanitaria, cuando las expresiones artísticas han jugado un papel de primera línea en la mitigación de los efectos de la pandemia, que ha sembrado tanta incertidumbre y desasosiego, convirtiéndose en un aliciente de esperanza.

Por ello, se debe ver a la cultura como un derecho fundamental y no como algo suntuario, de ahí la exigencia, de hace más de cuarenta años, para que la localidad tenga una Casa de la Cultura de carácter público y que hoy con mucha más razón se necesita, cuando los jóvenes se han tomado las calles en medio de un estallido social sin precedentes en la historia del país, reclamando años de olvido y falta de oportunidades para el trabajo, el estudio, la salud, la cultura, entre otras necesidades.

Se debe desmontar la cultura de la guerra, propendiendo por trasformaciones culturales que prioricen la paz. Donde la educación y la cultura jueguen un papel integral de primera línea, cambiando las lógicas belicistas. Por ejemplo, en lugar de comprar tanquetas, construir más bibliotecas o en lugar de construir más CAI, crear Casas de la Cultura en las barriadas y finalmente renunciar a la doctrina del enemigo interno en las FFMM, base del pensamiento de guerra contra el pueblo.

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