«Fundido a Negro ¿Y ahora qué?»
Por: Juan Camilo Rodríguez
En Techotiva hay un cineclub escolar desde hace diez años, funciona en el colegio INEM. Le llamamos La Caja Negra, como la metáfora de una sala de cine, de una cámara o de lo profundo de la mente humana. Es un cineclub y es una productora escolar. Lo que quiere decir que es un espacio libre en el que personas jóvenes: ven, hablan, reflexionan y crean cine, al mismo tiempo que: ven, hablan, reflexionan y crean su escuela, su territorio y, en todo caso, su vida.
El último ciclo que hicimos antes del encierro se llamó: Los Excluidos. Ciclo que tuvo resonancia en una convocatoria hecha por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), relacionado con procesos educativos en Bogotá y sus buenas prácticas en inclusión. Y en el cual pudimos exponer, de manera panorámica, el trabajo que hacemos en términos de garantizar derechos, como el del acceso a la cultura y, por supuesto, la visibilización de las problemáticas de algunos de nuestros participantes: estudiantes activos del INEM, ex alumnos, familiares y estudiantes de otros colegios de la localidad, en resumen, gente joven con aspiraciones, energía y espíritu impetuoso en un sistema que los trata con indiferencia. Y es que, si la crisis social se hizo latente para algunos hasta ahora, los problemas existían desde mucho antes: dificultad para conseguir lo básico, pésimo servicio de salud, nulas oportunidades de un trabajo en condiciones dignas y muy limitadas posibilidades para estudiar alguna profesión que otorgue el anhelado ascenso social, que, en nuestro contexto, significa tener capacidad para endeudarse y vivir una vida prestada y al debe.
El cine significa para muchos jóvenes glamour y brillo, pero entre las y los participantes de La Caja Negra está más cercano a la curiosidad, también a la angustia de la vida y a la cartografía del barrio, con sus alegrías y sus tristezas. Y esto es así, porque Colombia no ha cambiado mucho desde los tiempos en que el no futuro era mostrado por Víctor Gaviria, sólo que ahora ha sido transformado en grito de dignidad por dos razones, básicamente:
la degradación del sistema y el ímpetu de una juventud que demuestra con todas sus fuerzas que no quiere ser sólo espectadora de su propio desastre, sino que quiere dirigir muchos de los cambios que, de manera urgente, tenemos que dar como colectivo, si no queremos mayor ruina y violencia.
Y es que, durante todo ese tiempo que mantuvimos de actividad cineclubista, la pantalla nos había presentado, con su golpe de luz sobre nuestras caras, como fragmentos de un espejo roto en mil pedazos, nuestra propia realidad reconfigurada en fotogramas.
Por esta semana, con todo el dolor por la muerte que campea en las calles de nuestras ciudades en forma de terror, decidimos hacer un alto abrupto, un fundido a negro, un minuto de silencio, para detenernos a escuchar el paisaje sonoro de estas ciudades nuestras que, en medio de los helicópteros, tanquetas, motos, explosiones y gritos de dolor y rabia, reclaman un poco de vida digna.
Por eso, somos conscientes que este corte no debe durar mucho más, pues el arte y la educación no pueden ser silenciados. Sino que, por el contrario, parafraseando al gran pensador chileno, Humberto Maturana, que acaba de fallecer, debemos encontrar espacios en los que podamos reconocernos como legítimos otros. Por eso, en La Caja Negra, estamos convencidos de la importancia de continuar reivindicando y dignificando, como siempre hemos hecho, la lucha cotidiana de nuestras vidas a través de las imágenes en movimiento y hasta donde nos lleve el movimiento de las imágenes.