«El Colectivo Timiza»
Por: Yamile Valencia
Quien camina por las calles de Timiza, por los lados de la avenida Primero de Mayo, ya sea que vaya hacia el Palenque, el Lago Timiza o que atraviese este camino para llegar a Boita se encuentra con una casa distinta, una casa que a lo lejos llama la atención ya sea por su olor, su color o su forma, es una casa llena de plantas, pintada con grafitis donde, cuando la vida y las oportunidades lo han permitido, se vendía aguapanela, café, aromáticas y una comida deliciosa a base de arepas como arepizzas, lo cierto es que la casa del colectivo Timiza no suele pasar desapercibida.
El periódico El Callejero tuvo la oportunidad de dialogar con Daniel Forero, representante del Colectivo, quien nos contó un poco sobre lo que hacen. La casa en esencia recoge a personas de diferentes profesiones u oficios interesadas en difundir el conocimiento de la agricultura urbana a través del arte. Lo que tienen hoy en día es un vivero taller, al cual la gente puede acercarse fácilmente a establecer ese primer contacto con la naturaleza y a aprender sobre ella, además también cuentan con un espacio de comidas, taller de carpintería, taller de arte y biblioteca. También han llegado a otros espacios de la localidad y de la ciudad con su apuesta por generar conciencia sobre el cuidado de la naturaleza por medio de la intervención del espacio público, a través de murales e intervenciones de arquitectura efímera.
Cómo inicia
El Colectivo inicia en el año 2017 con la idea de desarrollar una labor ambiental y cultural. No obstante, la vocación por el trabajo social y comunitario viene desde la época del colegio, Daniel recuerda que: “nosotros empezamos desde el colegio formando una agrupación, teníamos una banda de trash metal aquí en Kennedy que se llamaba Moscatel. Teníamos la afición de la música, de tocar, de estar en toques y movernos, gestionar cosas. Con el tiempo nos dimos cuenta que la música era muy jodida en este país, así que dijimos vamos a apostarle a algo más jodido aún que es la cultura. Nosotros crecimos, nos profesionalizamos, nos metimos al sistema y después ese mismo sistema nos sacó, nos aburrió y dijimos qué vamos a hacer ya que estamos más viejos y con más conocimiento y ahí fue que empezamos a mover los proyectos por este lado”. Ahí comienza todo el trabajo social, comunitario y ambiental que actualmente realizan, muy enfocados en la pedagogía relacionada tanto con el arte como con las plantas.
El Colectivo también funciona como una especie de agencia cultural donde todos pueden proponer un proyecto o una idea y entre todos van buscando la manera de organizarse, de hablar con la gente, tomar decisiones y hacerlo real.
Como es bien sabido que los proyectos suelen ser ocasionales, gracias al espacio del vivero- taller tienen una forma de sostenibilidad que es la venta de tierra, abonos, sustratos, plantas y semillas. El vivero muchas veces termina siendo su principal fuente de ingresos.
La casa que sostiene todo este proceso es del papá de Daniel, una persona mayor que hoy está en condición de discapacidad pero que le ha entregado su vida al arte y que siempre ha estado dispuesto a contribuir a los procesos artísticos de la localidad.
Para Daniel el verdadero interés de todo lo que hacen desde lo ambiental, lo artístico, lo pedagógico y lo cultural persigue un fin que en sus palabras expresa como: “Nuestro interés es por difundir el conocimiento, consolidándonos como una escuela de formación y nuestra meta sería tener todos esos niveles de formación en todos los tipos de artes y que haya un espacio para eso, consideramos que el arte es una forma de expresar problemas de manera increíble”.
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