«Entre la movilización, el debate y la polarización»
Por: Jenny Bernal
“En todo lugar donde se canta el canto humano, antes de ser voz, es escucha”
Hugo Mujica
El pasado 14 y 15 de febrero se convocaron dos marchas; la primera para apoyar las reformas que se adelantan por parte del gobierno actual y la otra organizada por la oposición para sentar su inconformidad y preocupación por las decisiones del presidente Gustavo Petro. Los dos sectores de la sociedad decidieron ir a las calles para ratificar su ejercicio democrático y manifestar a la opinión pública dos puntos de vista. Sin embargo, llama la atención que para el momento de las manifestaciones aún no era de conocimiento público el detalle de las reformas (salud, agraria, pensional y laboral). María Jimena Duzán en algunos de los episodios de su podcast “A fondo” reflexiona sobre cómo estas movilizaciones se dieron de manera prematura y afianzaron la división de posturas, fomentando, en cierta medida, la polarización política.
Una democracia viva es aquella que permite el debate, la reflexión y la enunciación de ideas políticas en una sociedad que ejerce su libertad de pensamiento, pero ¿Qué ocurre cuando la ciudadanía o ciertos sectores políticos movilizan manifestaciones a partir de supuestos o estados emocionales que no están lo suficientemente soportados? Es inevitable percibirlos como dos grupos que, desde su intuición salen a las calles, no con el interés pedagógico de estudiar o dar a conocer los detalles de las reformas y argumentar a la sociedad civil sus puntos de apoyo o crítica, sino como dos grupos movidos por su afinidad o enemistad con un líder político.
¿Cómo construir una posición política en una sociedad polarizada desde la emoción? O más bien ¿Cómo alcanzar esa “paz total” si nos sigue costando escuchar al que piensa distinto? o ¿Cómo informarnos asertivamente para construir una argumentación sólida que responda a nuestras afinidades ideológicas? El 5 de diciembre de 2019 la Biblioteca Luis Ángel Arango y la Comisión de la Verdad convocaron a un conversatorio: “Verdades que conviven” entre Francisco de Roux y John Paul Lederach, esta charla, que toda colombiana y colombiano debería ver, hace un llamado (en la voz de dos expertos en la mediación de conflictos) a la sociedad frente al peligro de la polarización.
Lederach advierte en su intervención cómo en la polarización “no escuchamos el contenido de lo que dice el otro; más bien, miramos primero quién lo dice, de qué lado está y a qué rosca pertenece”, y advierte sobre las tres dinámicas principales de la polarización: juzgar antes de escuchar, culpar como forma de evitar la responsabilidad y demonizar en vez de humanizar. Por lo cual, se hace necesario un debate con la escucha suficiente, porque de otra manera no se alcanzará ni la paz total, ni la paz en nuestro departamento, ni la paz en nuestro barrio, ni la paz en nuestra casa.
En lo que respecta a las movilizaciones se debe considerar que no pueden estar a la deriva del estado emocional de unos cuántos. Las altas esferas del gobierno deciden nuestro porvenir en términos de inversión de recursos, protección social, acceso a servicios básicos, cultura, educación y demás, a esta instancia entregamos nuestra confianza desde el voto popular. Las ciudadanas y los ciudadanos de a pie podemos ejercer un control político y movilizarnos cada vez que esté en riesgo nuestra dignidad, derechos y futuro como habitantes de Colombia, pero esa movilización no puede llevarnos a un lugar difícil de la polarización sin los argumentos suficientes y sin puntos de diálogo en común.
Nos queda el camino más difícil de todos que es crear una cultura de paz, en esa cultura de paz debe instaurarse un marco de respeto y de escucha atenta, si la tuviéramos no tendríamos porqué enemistarnos con familiares o amigos que piensan distinto, no nos mataríamos los unos a los otros siguiendo las dinámicas de la venganza y el odio. Porque en la polarización como en la guerra, el pueblo y el ciudadano de a pie es el que legitima lo que piensa el poderoso, el pueblo y el ciudadano de a pie es el que pone los muertos.