«¡Hola, señor ministro
de Cultura!»

Doctor Correa, en sus manos está el prender el jolgorio y que las generaciones futuras recuerden su administración como el tiempo en que Colombia sembró la semilla de un nuevo e inmarcesible espíritu cultural

Por: Alberto López de Mesa

 

 

Con el respeto que me merece por la idoneidad, la sensibilidad y la ética que ha demostrado como ministro de Cultura, pero con el deber que me asiste como artista y el compromiso con el progreso cultural del país, recurro a esta misiva para aconsejarle, o más bien, para llamar su atención, sobre algunas funciones obligadas de los sectores culturales en un gobierno progresista y de cambios estructurales. Empiezo reconociéndole tres novedades que usted ha aportado a la misión del ministerio:

La distribución equitativa de los recursos, permitiendo el fortalecimiento de procesos con trayectoria y, a la vez, a los grupos recientes. Faltaría la promoción y divulgación efectiva de expresiones ajenas al mercado del arte; importante la nueva valoración que hace del concepto de patrimonio, que incluye obras y expresiones propensas a la extinción, y, sobre todo, la transversalidad en la misión del ministerio, lo cual propicia el que la cultura, como factor humanizador, incida en sucesos y procesos decisivos en el devenir de la nación.
Justamente, sobre esta función quiero atraer su atención con mi criterio. Voy al punto, siendo este el primer gobierno progresista en la historia de Colombia, deberíamos estar gozando la fiesta del cambio, y, qué mejor que las manifestaciones culturales, el arte, para celebrar y/o acompañar los cambios estructurales. Le improviso aquí cinco posibles incidencias proactivas de Mincultura en hechos trascendentales:

En Bogotá, si aceptamos que las empresas constructoras y los políticos adictos al negocio del cemento se dieran mañas para que aprobaran la ampliación de la avenida Boyacá sobre la Reserva Van der Hammen, como cuota inicial de la futura urbanización de los lotes aledaños, justo sería que el ministerio, en alianza con las facultades de arquitectura, hiciera una convocatoria en la que los mejores arquitectos propusieran diseños elevados, un viaducto paisajístico que, por elevado mantenga la conectividad ecológica de la reserva y prevenga la codicia de los urbanizadores. Así el ministerio estaría evitando un desastre ambiental.

En la Guajira, ante la ignominiosa mendicidad de los niños wayús, que Mincultura, en alianza con ICBF, invite a titiriteros, cantores infantiles y demás artistas especializados en obras para niños, quienes, en coherencia con la cosmovisión de la comunidad, cultiven la sensibilidad de esa niñez, para que sus expectativas de vida trasciendan la oferta asistencialista y se orienten hacia una existencia digna. Así el ministerio estaría ayudando a que esos niños y niñas superen tan aciaga condición.

Respecto a la restitución de tierras, al campesinado damnificado del conflicto armado y la construcción de vías terciarias por las mismas comunidades ¿Acaso no es esto motivo de celebración? ¿Dónde están los cumbiamberos, los carrangueros y las tamboras? ¿Por qué no se vive el festejo artístico de tan importantes pasos hacia una reforma agraria? ¿No cree usted, señor ministro, que la cultura debe acompañar este proceso omitido por los medios de comunicación?

Y de Colombia potencia mundial de la vida, que es la consigna enarbolada por el presidente, se de muchos creadores con obras que bien podrían contribuir en una campaña pro pedagogía, pertinente a la hora de construir conciencia ambientalista, empezando por la niñez.

Lo mismo que en La Paz Total. Seguramente entre esos jóvenes de las disidencias de las Farc y del ELN, en proceso de diálogos, que ya están accediendo a reincorporarse a la vida civil, hay músicos dispuestos a desenfundar sus guitarras para cantar dichosos su nueva condición de vida en paz o, al menos, bailar o gozar en espacios alegres, donde algún arte le conjure lo malo que les envenenó el alma en su vida de combatiente. Estoy seguro de que las familias de los reintegrados y la comunidad estarían gustosas de celebrar la vuelta a la paz del hijo pródigo.

Lo exhorto señor ministro Juan David Correa a crear en su administración una impronta estética y festiva de los tiempos del cambio. En el siglo pasado, en las bonanzas (lícitas e ilícitas), prosperaron grandes orquestas: la de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Los Corraleros. Bueno, y también ferias y festivales complacientes con los gamonales y las élites. Ahora, en este tiempo, que el progresismo inaugura otros conceptos de Nación, la cultura y el arte deben incidir en la transformación.

Sobra aclarar que los artistas del show business seguirán complacientes con el statu quo, entonces ahora más que nunca es a las expresiones populares y a los artistas alternativos a quienes les corresponde resignificar el júbilo actual y las políticas culturales, de las que usted es adalid, deben fomentar su participación en la construcción de la nueva colombianidad.

Sobra aclarar también que los artistas son espíritus libres, más cuando su expresión no está al servicio de ideologías sino de inquietudes y dudas perennes. En fin, doctor Correa, en sus manos está el prender el jolgorio y que las generaciones futuras recuerden su administración como el tiempo en que Colombia sembró la semilla de un nuevo e inmarcesible espíritu cultural.

Nota: Los grupos de títeres de Bogotá protestan “poéticamente” porque han desaparecido los títeres de los programas y convocatorias. Afirman que, en Bogotá, con cerca de 4 millones de niñas y niños, en el Festival Internacional de Las Artes Vivas tiene participación ínfima del universo titiritero.

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