«La Adelita»

La Adelita era el nombre que ya le habían dado y que probablemente surge como un homenaje a las mujeres guerrilleras de la revolución mexicana. Las adelitas eran esas mujeres que fueron tan significativas en las luchas de los guerreros, pero también en las transformaciones de los pueblos. 

Por: Periódico El Callejero

 

 

En la localidad de Kennedy Techotiba desde hace algunos años hay un pequeño rincón que, a diferencia de lo que viene pasando en el resto de la ciudad, no ha sido arrasado por el cemento sino todo lo contrario, allí donde antes hubo cemento y escombros hoy se abre paso la vida y la biodiversidad. Casi como un oasis en medio de la vorágine citadina, la Adelita es lo único que florece, un ejercicio de resistencia y un espacio en el que se tejen nuevas formas de entender el territorio.

En casi todas las culturas originarias los mayores son quienes salvaguardan los saberes de las comunidades y por eso son articuladores, porque desde su palabra y su conocimiento es que las prácticas y los oficios, lo que define realmente a cada una de las culturas, se transmiten de generación en generación. En algunos territorios de esta geografía muisca todavía se mantiene ese respeto y esa interlocución generacional, reconociendo en ellos no solo la memoria viva sino también la lectura amplia que tienen de los escenarios y las problemáticas actuales. Tiboche es uno de esos sabios de estas latitudes suroccidentales de Bakatá y quien ha participado desde lo comunitario en la construcción no solo de un espacio como el que es hoy la Adelita, sino también en la comprensión amplia de lo local a lo regional.

Con él hablamos para hacer un breve recuento de lo que ya casi es una década de apuesta social en la Adelita. Tiboche recuerda que llegó por primera vez en el año 2015, cuando el colectivo El Caracol estaba haciendo un proyecto de agricultura urbana “Cuando nosotros llegamos o cuando yo llegué había unos cajones, unos guacales con unas planticas, pero ahí como que el ejercicio de agricultura se fue desvaneciendo y nosotros nos vamos anclando”, cuando se refiere a nosotros habla de varias personas que van llegando de diferentes procesos territoriales y que sienten que pueden colaborar en la construcción de este espacio, entre ellos Julio Rodríguez, Junior Ortiz y otros más “lo primero que se plantea es hacer suelo, porque este era un espacio de escombrera, suelo o sustrato vegetal no existía, ni pasto siquiera. Una de las primeras tareas, un poco aprendidas de otros escenarios de la geografía del sur, fue hacer abono, comenzamos a abrir canales para meter residuos e ir mejorando el suelo y de eso estoy hablando hace más o menos 7 años largos”, menciona.

Desde ese momento, el camino de la Adelita se ha ido abriendo en un espacio no solo de siembra sino también de investigación y reflexión. La mirada se intentó constituir de una manera mucho más holística, tratando de no centrarse únicamente en esos diferentes mecanismos de producción de la tierra que acompañan a la agricultura urbana, sino que se va dando un paso hacia una Agrocultura Andina, un espacio que no está dedicado a producir alimentos solo para humanos, sino que se producen alimentos para la vida, es decir, para las demás especies que también lo necesitan como los pájaros, los insectos y los roedores “Puede ser un poco, si se quiere, prepotente, pero es el encuentro de la naturaleza con la especie humana y su cultura”, afirma.

Desde esa mirada hay dos ejercicios que son claves. Por un lado, la producción de abonos, a partir de la recuperación de residuos orgánicos, un proceso que se enmarca en una pelea mayor, “una pelea que está en el sur, que es el cierre del botadero Doña Juana, que está anclado en la geografía de Ciudad Bolívar y que impacta el río, que es la geografía de ocho territorios locales del sur. Por lo tanto, hay una pelea estructural ahí entorno al no contaminar o descontaminar y gran parte de la basura que llega hoy a Doña Juana, cerca de 6.000 a 7.000 toneladas diarias, son residuos orgánicos, de esos, un porcentaje grande son residuos generados de los ejercicios de hacer comida todo el tiempo, Corabastos tiene una gran responsabilidad y está en el territorio. Entonces, hacer abono significa dos cosas en esa pelea o en ese ejercicio, uno, construir suelo todo el tiempo, pero lo otro también es una pelea cultural contra un modelo que afecta el sur como tal”. Por otro lado, un elemento que también ha sido estructurante son las semillas y la creación del Reservorio de Semillas del Territorio Techotiba, que es un ejercicio de vieja data, cerca de 20 a 25 años de aprender sobre las semillas, durante las caminadas por el sur y por la geografía de los cerros orientales “Aprendiendo de semillas y de agricultura con algunos compañeros como Pablo Osorio, que es un maestro en ese sentido. También, muchas comunidades nos fueron entregando semillas producidas en sus huertas y en sus espacios. El reservorio llega a ser una apuesta que consideramos como la base, la estructura de una pelea mucho más amplia que es la pelea por la soberanía alimentaria, sobretodo en estos tiempos”, expresa.

Un punto de quiebre que plantea nuevos temas en esa agenda de construcción del espacio, pero también de trabajo en el territorio fue la Pandemia que llegó en el año 2020, tiempo durante el cual la actual Alcaldía Mayor de Bogotá plantea un programa en torno al tema de agricultura urbana, que de alguna manera recogía mucho de lo que habían estado leyendo, planteando y caminando en los últimos años. Desde la Adelita se proponen llevar hacia adelante esa propuesta y fortalecerla a partir de la organización de agricultores del territorio para poder interlocutar de mejor manera con la institución. En este caso, la idea era que desde la base y el territorio se pudieran plantear propuestas a partir de las cuales se construyera un documento base con el cual se pretendía articular el debate y la discusión. Sin embargo, al ver que no se estaba avanzando, se decidió realizar un acercamiento directo con el Jardín Botánico, con ellos se encontraron en varias reuniones y se entregó una propuesta mucho más estructurada, que tampoco trascendió. Casi que de igual manera pasó en lo local, donde decidieron convocar a la institución con algunos colectivos para abordar el tema de la tarea de la agricultura urbana en el territorio, se pidieron un par de reuniones, de las cuales como menciona Tiboche “resultaron, entre comillas, esas formulaciones que hace la institución de los temas, entre estos de la agricultura urbana, que no trascienden mayor cosa, en la medida en que sigue siendo la reproducción de lo que la institución tiene, unas formulaciones desfasadas que no generan las expectativas que deberían y unos operadores en una norma de contratación que generalmente son organizaciones con mucho poder económico, político, casi mafias. Eso nos lleva a los resultados que encontramos hoy: Una agricultura que sigue siendo débil, que puede que haya crecido, pero no sabemos hasta qué punto”.

Independientemente de las luchas ganadas o perdidas, la Adela hoy en día plantea una apuesta y es caminar de la agricultura urbana hacia la agroecología, no como un tema mecánico, ni como un tema mágico, sino como un escenario lógico de interpretar lo ecosistémico del territorio, de la región y de la biodiversidad.

La lucha por la Adelita como espacio físico puede que sea larga, una forma de entender lo que allí sucede es como lo plantea el mismo Tiboche “la Adelita primero es un espacio que, como muchos espacios en la ciudad, por diferente cruce de caminos en el urbanismo va quedando marginada, en medio de la plaza de mercado, la estación de bomberos y la estación de policía. Un sitio que fue utilizado durante un buen tiempo como escombrera y como basurero” y que al día de hoy se supone que no es de nadie.

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