«La experiencia literaria no es ajena a la política «

Dentro de la narrativa, incluso la destinada a brindar la forma más básica del ocio, se desprenden ideologías y valores. 

Por: Andrés Gómez Morales

 

Debido al cierre de las salas de cine y por las restricciones para asistir al teatro y a los conciertos, ha aumentado la demanda de libros. Tanto las librerías como las bibliotecas tienen abiertas sus puertas respondiendo a las circunstancias actuales. Tampoco se puede decir que no dan abasto, pero el flujo de venta y préstamo de libros se mantiene estable a pesar de la crisis económica causada por el Coronavirus. Se lee, no sólo porque la ficción escrita sigue un paso adelante de la audiovisual, como puede verse en la cantidad de adaptaciones literarias a la pantalla; sino porque la introspección activa que exige la literatura, resulta un antídoto a la ansiedad de los tiempos que corren.  Además, gracias a los influyentes booktubers, leer se ha convertido en una moda y una fuerte opción de entretenimiento.

No hace falta preguntar qué se está leyendo en estos días, pues la curiosidad por las novedades como la necesidad del lector de ir a la fija con ciertos escritores ya establecidos por las grandes editoriales, definen el gusto actual. Sin embargo, la academia sueca, que suele siempre dar un impulso al mercado, sorprendió al otorgar el Premio Nobel a la poeta Louise Glück, en lugar de apostar por géneros más acordes a las expectativas del público cautivado por las novelas, cuya narrativa inspira y se apropia del formato Netflix. El premio reivindica el poder de la metáfora y del lenguaje para dar sentido al influjo de fuerzas que sacuden nuestras concepciones de lo real. Un triunfo de la poesía en tiempos adversos.

La cultura contemporánea le otorga diversas funciones a la literatura, sin duda es una poderosa forma de introspección como la música y el cine. Además, ayuda a articular la realidad en momentos de crisis al ampliar la dimensión literal del lenguaje, pero poco se habla del valor que tiene en el campo político. Dentro de la narrativa, incluso la destinada a brindar la forma más básica del ocio, se desprenden ideologías y valores. De todo relato se puede adivinar la concepción que tiene el autor del mundo. Por ejemplo, detrás de la trama policíaca de la reciente novela de J.K. Rowling, aparece su propia perspectiva de género, un feminismo extremo que desprecia a la población transexual. También puede desprenderse de la obra del escritor Roberto Bolaño una profunda reflexión y crítica al fascismo en sus más sutiles formas, incluso en un autor popular como Mario Mendoza puede adivinarse una mirada que va en contravía a los valores sociales establecidos.

Hay que tener en cuenta la manera cómo la literatura moderna consolidó el triunfo de la ideología burguesa frente a la épica aristocrática. La exaltación del melodrama, el drama familiar, la reflexión desde el privilegio humanista, pueden rastrearse en los “romances” europeos desde finales del siglo XVII hasta mediados del XIX. La novela representó con talento artístico y agudeza filosófica los ideales de una clase desde Richardson y Voltaire, hasta Dickens y Tolstoi. Por ello, resulta urgente revaluar no sólo la vigencia de cierta literatura excesivamente naturalista, por ser anterior a la emergencia de la fotografía y el cine, sino revisar de manera crítica las motivaciones de la novela moderna al gravitar de manera recurrente sobre el dispositivo familiar y reivindicar sus linajes de manera esnobista.  

La ideología burguesa hace parte de la filosofía racional que divinizó la razón, proclamó la muerte de Dios y decretó el fin de la historia. Sobre este relato, Occidente produjo los monstruos predichos por Goya en su cuadro sobre los sueños de Kant. Al respecto, un personaje de la novela Respiración artificial del escritor argentino Ricardo Piglia dice que Heidegger le dio sentido práctico a su obra definitiva, Ser y tiempo, luego de leer Mein Kampf, bajo un postulado: “hay que darle tiempo al ser para que se encarne en el Führer”. Luego va más lejos afirmando que el libro de Hitler es la razón burguesa llevada a su límite más extremo y coherente. Concluye su monólogo, afirmando que El discurso del método es a Mi lucha lo que Madame Bovary es al Finnegans Wake.

Así el panorama no queda sino celebrar la escritura emergente de aquellos excluidos del programa histórico racional burgués, aquella no tan entretenida o definida en sus estructuras, pero que expresa desde el realismo urbano, la ciencia ficción, la prosa poética, la mirada proletaria y el relato queer; una realidad compleja, difícil de asimilar en las pantallas y demasiado fragmentaria para llegar a los lectores cautivos por la industria editorial. En este sentido hay que celebrar obras como La perra de Pilar Quintana, situada en los márgenes del pacífico colombiano, donde se explora la manera en que una mujer afro busca compensar infructuosamente su deseo de ser madre.

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