La nueva reforma tributaria se hará pública el próximo 20 de julio, día en el que se instala el Congreso de la República y un nuevo período de legislatura. Lo que se conoce hasta ahora es porque el Ministro de Hacienda José Manuel Restrepo y algunos de sus funcionarios se han puesto en la tarea de comenzar a socializar el proyecto de ley, además porque varias bancadas lo respaldan, entre ellas, el Centro democrático, el partido Liberal y el partido Conservador. La nueva reforma espera recaudar 15.2 billones, lo que la convierte en una reforma no estructural, ya que el nivel de recolección es muy bajo y es probable que en uno o dos años sea necesario la promulgación de una nueva. No obstante, parece que en Gobierno todo el mundo está feliz y confiado en que esta reforma no tendrá mayores inconvenientes para su aprobación, ya que responde en cierta medida al clamor popular, al no pretender obtener los recursos del bolsillo de los más pobres, como lo iba a hacer en la anterior, al gravar con más impuestos la canasta familiar, los servicios mínimos de la ciudadanía como el agua, la luz, el internet y ampliar la declaración de renta a personas naturales con salarios mensuales mayores a 3 millones de pesos.

Esta reforma por el contrario busca obtener los recursos de dos fuentes que son, por un lado, austeridad en el gasto público y, por el otro, incrementar la tarifa de renta a las empresas; de esta manera el gobierno tendrá la capacidad de extender programas sociales como Ingreso Solidario, el subsidio a la nómina y destinar mayores recursos a la matrícula cero. Pero como dicen los expertos aún no es tiempo de cantar victoria, hay que analizar muy bien lo que dice realmente el documento y ser veedores de cada una de las modificaciones que se le hagan en el congreso, donde es común llenar estas propuestas de los conocidos micos que cambian los enfoques sociales para beneficiar intereses de particulares.