«Lo que nos   espera»   

Si sigue subiendo la temperatura del planeta, iremos rumbo a un desastre natural.

Por: Juan Manuel Arias 

 

El mundo empezó a acabarse a finales del siglo XVII, cuando la leña dejó de ser suficiente para impulsar las máquinas creadas por la revolución industrial. Es apenas en 1850, que la explotación masiva del carbón superó su uso his­tórico en los países desa­rrollados, al respecto vale la pena anotar que según los datos recopilados por Greeenpeace: “la quema del carbón deja un oscu­ro rastro tras de sí. Su quema genera emisiones de C02 (convirtiéndolo en el principal causante del cambio climático) y la minería subterránea, gas metano (un potente gas de efecto invernadero). Su contaminación se filtra en el agua, la tierra, a través de grietas y hendiduras”. Al iniciar el siglo XX, el uso extendido y descon­siderado del petróleo se sumó a la problemática que ya venía produciendo el carbón: “No hay forma limpia de extraer, trans­portar o usar los hidro­carburos ya que el mismo petróleo que mancha las costas y contamina las aguas de los océanos, una vez quemado en nuestros coches, camiones o avio­nes se transforma en la mayor causa de cambio climático”, se afirma en los informes de Green­peace.

En 1860, Estados Unidos producía 2.000 barriles de crudo, en 1910 llegó a producir 130 millones de barriles, la mayor producción se pre­sentó en el año 2018, en el que se llegaron a producir 12 millones de barriles por día. El efecto nefas­to de esta extracción y consumo exagerado de combustibles fósiles, está acabando con la atmós­fera y poniendo en juego, no solo nuestra calidad de vida, sino nuestra vida misma. Estamos en cami­no a una desaparición to­tal de la especie humana y de los demás seres vivos, esta vez no por un come­ta o un agente externo, sino por la mano directa del hombre, su avaricia y deseo de poder nos ha llevado a ser sociedades insostenibles ambien­talmente, explotamos la tierra, quemamos los bos­ques, inundamos los ma­res de plástico y acaba­mos con especies a escala industrial.

La deforestación, la cacería ilegal, la explota­ción de minerales y com­bustibles fósiles, así como la contaminación de las aguas y la exterminación de las especies, nos tienen hoy enfrentando uno de los cambios climáticos más fuertes vividos en la historia reciente, inun­daciones en países como China y Alemania, que tomaron a sus habitantes por sorpresa y generaron una alta cifra de afectados y fallecidos; las más altas temperaturas registradas en países como Estados Unidos y Canadá, con registros de temperatu­ras por encima del 49o C, incendios en Siberia, hu­racanes, tsunamis, terre­motos y una serie de fe­nómenos que han tomado por sorpresa a los cientí­ficos y a las comunidades que no están preparadas para afrontar estos cam­bios.

El cambio climático es un hecho y sobre to­dos recae una parte de la responsabilidad, por no transformar nuestros há­bitos de vida y de consu­mo. Pero, una gran cuota de esa culpa también re­cae en esos pocos que se han llenado los bolsillos de dinero a costa de los recursos naturales de to­dos, esos que han vendi­do extensas porciones de suelo y de selvas para su explotación minera, sin pensar que lo que arra­san son miles de años de creación de la naturaleza, que no se va a reponer ni a renovar, ecosistemas tan complejos, que no pue­den darse en ningún otro lugar del planeta y lo mis­mo hacen con los mares, con el agua dulce de las comunidades, sin impor­tar que ponen en juego la vida de miles de personas.

Si sigue subiendo la temperatura del planeta, iremos rumbo a un desas­tre natural. En la actuali­dad la temperatura es de 1.2o C más que en la era preindustrial, si llegamos a 1.5o C será una calami­dad, si llegamos a 2o C será mortal para la vida en la tierra. Si el hombre no da un alto en su camino y aprende a valorar los re­cursos que le quedan, en menos de 50 años ya ni si­quiera seremos una civili­zación, porque estaremos sumergidos en el desastre y la aniquilación.

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