«Los medios corporativos juzgan, pero ¿quién los juzga a ellos?»
Por: Asociación Colombiana de Comunicadores Populares (ACCOP)
Desde la Asociación Colombiana de Comunicación Popular (ACCOP) consideramos que, dentro del campo comunicativo, es necesario reconocer los actores que hoy en día se están disputando el sentido común en nuestras sociedades; Antes llamábamos a los medios de comunicación: masivos, hegemónicos, tradicionales, sin embargo, después de varias discusiones, llegamos a la conclusión de que la hegemonía no puede ser vista como un mal en sí mismo, sino un objetivo al cual llegar. Por lo anterior, pasamos a llamarlos medios de comunicación corporativos, por la manera en que han construido un sentido común que mantiene estructuras de poder. Los dueños de los medios de comunicación corporativos tienen su capital económico invertido en las grandes industrias del país, son dueños de entidades financieras, agroindustrias, entre otras, revelando que su gran interés en seguir acaparando los medios termina siendo ideológico más que económico.
Hoy, la pelea comunicacional no se libra en un solo dispositivo tecnológico, ni siquiera en un solo formato, como quizá sucedía hace 30 años. La convergencia digital, la proliferación de redes sociales, las nuevas formas de marketing, el uso de la big data y las formaciones culturales contemporáneas, han expandido las formas, los códigos, las estéticas y los insumos disponibles para comunicarnos, imponiendo tendencias y patrones de comportamiento que en medio de la asimetría en la que nos encontramos frente a los medios corporativos, es cada vez más difícil disputar.
Esto significa que no basta con tener un solo medio consolidado (digital, impreso, sonoro, redes sociales, etc). No es posible enfrentar el monopolio comunicacional con medios cuyas mismas características técnicas o tecnológicas les son impuestas (cantidad de ejemplares, cantidad de seguidores, alcance de la frecuencia, límites geográficos, particularidades de las audiencias, entre otros), requerimos de un enorme brazo comunicacional, suficientemente capacitado, cualificado y con un alcance considerable para lograr arañar siquiera un poco la andanada contraofensiva ideológica a la que asistimos.
¿Cómo enfrentamos las mentiras de los medios corporativos con alcance nacional que estigmatizan a quienes habitan territorios como el Catatumbo, Cauca o Arauca, o a las organizaciones sociales asociándolas con actores armados, desprestigiando su lucha social y política, si solo contamos con un par de cuentas en X (Twitter), y uno o dos medios locales? ¿Cómo hacemos para que en un lugar específico se reconozca la importancia del respeto por la diversidad sexual y de género si son comunidades con un arraigo conservador muy fuerte? Cuestionamientos comunes y cotidianos donde si bien no hay una única respuesta, si se debe reconocer que con un sólo medio o un solo ejercicio comunicacional no es posible confrontar. Se requiere de muchos, diversos y fuertes procesos comunicativos, noticiosos, de opinión, digitales, de calle, etc.
Esta tarea requiere, además, reconocer aquellas prácticas ejercidas por los poderes corporativos y reproducidas por sus medios de comunicación que buscan eliminar cualquier expresión de resistencia, silenciar el disenso a sus políticas y limitar la construcción de otras formas de vida. En lo comunicativo, esto se hace evidente en los discursos que promueven los medios corporativos en sus titulares y las narrativas que refuerzan en sus noticias; la materia prima para eso, es lo que hemos decidido llamar las estrategias mediáticas contrainsurgentes: una serie de estrategias discursivas que apelan a la manipulación del lenguaje para distorsionar los hechos que presentan e instalar en el imaginario colectivo la idea de que los movimientos sociales son amenazas para la seguridad nacional, un accionar mediático históricamente presente en el marco del conflicto social, político, ambiental y armado de nuestro país para la instalación de la doctrina del enemigo interno.
Una de esas estrategias es la criminalización, un viejo recurso de las elites políticas y económicas para convertir a los liderazgos sociales, a manifestantes, comunicadoras populares, entre otros, en personas no gratas para la sociedad al adjudicarles delitos que concluyen en la privación de su libertad. Cuando esto ocurre, evidenciamos una clara incidencia de los medios de comunicación en el sistema penal, excediendo sus facultades y atribuyéndose funciones de jueces. A eso nos referimos con que los medios nos juzgan, cuando presentan los hechos acomodados a sus intereses, señalan personas o colectividades, construyen noticias y las masifican. En la opinión pública queda instalada la idea de que tal persona o grupo cometió algún crimen, incluso antes de ser llevado a juicio y determinado legalmente.
Este es solo un ejemplo de cómo los medios de comunicación corporativos perjudican directamente a los movimientos sociales, pero existen muchas otras estrategias que pretenden deslegitimar las apuestas populares por cambios estructurales. Por eso es necesario conocer el accionar de los medios de comunicación corporativos para denunciarlo y hacer evidente su manipulación de las narrativas con fines ideológicos.
Pese a la gravedad de estas estrategias y sus consecuencias, no es esto lo único que les permite a los medios corporativos mantener la hegemonía comunicacional y cultural del país, es también la configuración de un complejo ecosistema comunicativo que les garantiza no sólo ser casi “la única fuente noticiosa”, sino también contar con “l@s opinadores” o “expert@s”, contenidos de humor, moda, científico y entretenimiento (con sus respectivas comillas), que se diseminan viralmente por todos los canales tradicionales o alternativos garantizando el monopolio de la narrativa, del discurso, de la interpretación y hasta del humor.
Es urgente reconocer las exigencias del mundo contemporáneo y la necesidad de avanzar a nuevas discusiones que arrojen más claridad para el “aquí y el ahora” y brinden certezas sobre las estrategias para el futuro, en vez de mantener un loop eterno sin salida y sin pautas claras para el actuar; debemos salir con autocrítica y debates profundos, pero con certezas para enfrentar el adverso momento en que nos encontramos, aprovechando lo que tenemos a la mano, cualificando la técnica, incrementando nuestros alcances e impactos.
El sector popular necesita encontrarse, articularse y organizarse, para lograr multiplicarse, actualizarse y cualificarse. Construir nuestro propio entramado comunicacional (popular) que nos permita disputar con eficiencia el relato y la narrativa de los hechos cotidianos e históricos, con voces múltiples y diversas, con legitimidad y arraigo, audacia y talento; incursionando en escenarios hostiles para los sectores populares que nos permitan ganar terreno en la disputa por el sentido común en favor de nuestros pueblos y un proyecto político liberador.