«Made in Venezuela»

Por: El Callejero


 

Con esta serie de crónicas retratamos los diversos panoramas de la informalidad tanto de locales como de extranjeros, que encuentran en las calles de la capital colombiana, una oportunidad para salir adelante gracias a su propio esfuerzo, dedicación y disciplina.

Para esta iniciativa contamos las historias de apenas cuatro de las decenas de vendedores y artistas callejeros que circulan por los semáforos de la avenida Villavicencio con la avenida Primero de Mayo, un corredor importante para el sur de la ciudad que conecta con todas las direcciones, tanto al sur, como al norte, al oriente y al occidente de la capital. Un lugar de tránsito que se convierte en un escenario de oportunidades.

Dialogamos con Daniel Salcedo, un joven venezolano de 27 años, que llegó a Colombia el 8 de enero del presente año. En estos once meses ya ha trabajado en carpintería, reciclaje, mecánica, como vendedor y ahora comenzó a emprender con su propio puesto de reparación de bicicletas, en el corredor de la avenida Villavicencio.

Sobre su experiencia, cuenta que cuando llegó a Bogotá no conocía nada sobre carpintería: “Eso lo aprendí fue acá, me dieron la oportunidad y sí, la persona vio que yo entendía rápido, me dio la oportunidad y ahí aprendí, duré cinco meses, se acabó el trabajo y chao”, comenta. Ha alcanzado a quedarse hasta un mes sin trabajar, para Daniel el principal motivo de esa situación es el estigma que se ha creado sobre la población venezolana: “Como uno es venezolano, lo catalogan feamente, mal, como un ladrón, como un matón, como un asesino, si me entiende y como se dice, por uno no podemos pagar todos”, afirma.

Por eso decidió poner su propio puesto de reparación de bicicletas, un hobby que tenía desde que estaba en Venezuela, y que aquí, por la cultura y la afición que se ha generado en torno a este medio de transporte, ha logrado aprender más: “Aquí también trabajé en una bicicletería tres meses y ahí como se dice aprendí un poco más, no sé del todo, pero sí me defiendo”. Algunos de los servicios que ofrece son: el parche cuando están pinchados, aceite para la cadenilla, frenos, montar una coraza, un neumático nuevo, apretar algún nudillo que tengan flojo, echarle aire, mantenimiento y rodamiento.

A los dos meses de haber llegado a Bogotá logró que llegaran su esposa y sus dos hijos: “El mayor tiene 9 y el menor tiene 7, uno está en cuarto grado y el otro en segundo grado, están estudiando en la escuela de San Pedro Claver. Mi esposa trabaja por su cuenta vende café, vende ropa, cualquier cosa, como se dice, para uno solucionar, cualquier objeto. Nosotros vivimos al lado de la estación Patio Bonito, la estación de Transmilenio, vía la 38”, expresa.

Aunque ya no confía tanto en eso de hacer planes a futuro, espera reunir dinero para ayudarle a su familia en Venezuela y si la situación se mejora devolverse a su país de origen: “Allá  tú solamente piensas en la comida y allá la plata no alcanza, allá tú te puedes ganar semanalmente 10 o 15 dólares, que aquí son 50.00 o 70.000 pesos y aquí en un día suave, uno se lo puede ganar en dos días y allá uno en una semana, es mucha diferencia”.

Por eso pensemos antes de juzgar y tendámosle la mano a los vendedores, artistas y trabajadores informales, ya que de su trabajo dependen cientos de familias.

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