«Manuel Antonio Velandia»

Una entrevista con un marica más allá de los límites.

Por: El Callejero

 

 

¿Quién es Manuel Anto­nio Velandia? ¿Marica, homosexual, gay o güei?

Manuel tiene 66 años, nació en Santan­der, es sociólogo, actor, sexólogo, especialista en gerencia de proyec­tos educativos, tiene seis maestrías y dos doctora­dos, y se nombra a sí mis­mo como marica. No le gusta el término de homo­sexual porque, en todos sus años de estudio, des­cubrió que ese fue el tér­mino que recibió en 1886 la primera enfermedad de carácter mental relacio­nada con la sexualidad; y no le gusta la palabra gay porque en inglés significa alegre y divertido y para él, que tuvo que salir exi­liado del país como víc­tima durante el conflicto armado, no es una defini­ción con la que se sienta muy afín: “Políticamente reivindico lo femenino en las masculinidades y la analidad como un acto político trasgresor del de­ber ser del cuerpo y de las relaciones humanas geni­tales”, expresa.

Ha sido un personaje fundamental para la lucha LGBTI en el país. Hace 46 años junto a León Zuleta fundó el Movimiento de Liberación Homosexual en Colombia y unos me­ses antes, justo el 9 de abril, ya había sido el fun­dador del Grupo de En­cuentro por la Liberación de los Güeis (LELG), pero en esa época no escribían gay en inglés, sino que castellanizaron la palabra y pusieron la diéresis en la ü para que se leyera como se escuchaba “güei”. “Era un acto político, nos mo­víamos dentro del movi­miento SexPol que era lo más adaptado a la teoría política sexual del mo­mento. León había sido echado del partido comu­nista de Colombia y Guy Hocquenghem del par­tido comunista francés, quien escribió el libro El deseo homosexual, que fue un best seller mundial”. Con relación a este tema, Manuel enfatiza en que, a pesar de que se cree que hubo mayor influencia de los movimientos se­xuales norteamericanos, realmente su influencia fue europea.

También se movió en la política, fue el primer candidato marica a la Cá­mara de Representantes en Colombia (2002), y siendo candidato fue víc­tima de un atentado con granada. Luego, las ame­nazas de muerte se exten­dieron a su familia y tuvo que salir como refugia­do hacia España (2007), donde vivió doce años y fue reconocido como víc­tima del conflicto arma­do: “La primera marica en ser reconocida en la ley de víctimas, como una ma­nera de sentar un prece­dente, recibí asilo político por orientación sexual en España”, afirma.

Aunque ya era más o menos evidente, por lo que Manuel estaba con­tando con relación a la vulneración de sus dere­chos, decidimos pregun­tarle por ese momento en el que la orientación sexual y la diversidad de género se convierten en una amenaza y por lo tanto requieren de una reivindicación y un ac­tivismo político y social:

Tiene que ver con tres cosas, con la reli­gión, con la norma legal y con la salud; esos tres elementos siguen sien­do muy controversiales. Desde lo religioso, Tomás de Aquino, en el siglo XII, dijo que las prácticas eran naturales y antinaturales y lo que era natural era que la mujer se colocara en la posición del misio­nero que consistía en que la mujer se acostaba quieta bocarriba y dejaba un hueco por donde iba a entrar el pene, para que “entrara la semilla al vien­tre”. Tomás de Aquino entendía que para cum­plir la misión divina no le podía meter la semilla por el culo, ni la semilla por la boca, ni botar las semillas al piso. Entonces, todo lo que implicaba que la se­milla entrara por donde no era o se desperdiciara era antinatural, todavía, ocho siglos después la gente sigue creyendo en lo antinatural. Desde esta óptica seguimos siendo considerados pecadores. Las “terapias de reconver­sión” son formas de tortu­ra, hacen que empiecen a aparecer los ex homo­sexuales y ex lesbianas, los estudios dicen que los mayores índices de suici­dios relacionados con la sexualidad en el mundo son de estas personas. Lo que estamos diciendo es que todavía en el mundo hay diez países en los que la homosexualidad impli­ca pena de muerte, en los que las relaciones con­sensuadas entre personas del mismo sexo llevan a la cárcel o a la lapidación.

Centrémonos en los orígenes de los concep­tos. En 1886, en Alemania, Karl-Maria Kertbeny acu­ña los términos «homo­sexual» y «heterosexual», escritos por primera vez en una carta dirigida a Karl Heinrich Ulrichs, él empieza a hablar de la ho­mosexualidad, entendida como enfermedad men­tal de carácter sexual. En 1869, en una carta abierta dirigida al ministro de justicia prusiano Karl- Maria Kertbeny utiliza por primera vez la pala­bra homosexual en un foro público. En 1892, los términos bisexual y heterosexualidad se uti­lizan en la traducción de Psychopathia Sexualis reali­zada por Charles Gilbert Chaddock siendo la pri­mera vez que se publican en inglés con un significa­do cercano al actual.

Si bien, la Organiza­ción Mundial de la Salud quita de la lista de enfer­medades la homosexua­lidad (1991), introduce la transexualidad como una disforia, eso implica que a las personas trans hay que declararlas en­fermas mentales para po­der darles el tratamiento. Esto lleva a las “terapias radicales” de principios del siglo XX, terapias agresivas que no solo fueron poner choques eléctricos, sino también practicar lobotomías.

Con relación a lo le­gal, en Colombia, en 1936 el derecho penal colom­biano criminalizó la ho­mosexualidad. Nuestra lucha política en 1980 fue por la despenalización de la homosexualidad, lo logramos y empezó a ser vigente en 1981. La Constitución Política de Colombia fue de las pri­meras constituciones ba­sadas en el documento de derechos humanos de las Naciones Unidas y eso implicaba que en Colom­bia las personas no serían discriminadas por razón de su sexo. Adicional, el Artículo 15 de la Consti­tución de 1991 establece que toda persona tiene derecho a la intimidad personal y el Código de Procedimiento Penal, Ar­tículo 14, declara que na­die podrá ser molestado en su vida privada. Lo que implica que nadie pueda opinar acerca de la sexua­lidad del otro, la otra o el otre.

Lo que hacemos en los movimientos es una lucha contra esas tres situaciones que siguen siendo conflictivas por­que implican exclusión, fue la razón por la que asesinaron a muchas personas en el conflicto armado colombiano, y por las que se les sigue excluyendo. El número de asesinatos de personas trans es creciente y suce­de en todas las ciudades de este país. Probable­mente, el problema es que antes no se nombraba, pero en nuestra primera investigación con Jairo Alberto Marín, un pe­riodista de televisión, en 1982, encontramos que en ese momento había más de 460 asesinatos en los dos últimos años y ya ahí estaban los grupos de limpieza social que se llamaban Amor a Mani­zales, Amor a Medellín, la Mano Negra y Muerte a Homosexuales, asesina­ban a homosexuales que asumían “amanerados” o a chicas trans trabaja­doras sexuales. Dos años después ese número ha­bía subido en más de 200 personas, y eso significó mis primeras amenazas de muerte.

Pero también siguió pasando con el lenguaje de la salud, en el 82 se de­fine la Inmunodeficiencia relacionada con los gay (GRID), hicieron que apareciera como esa “pes­te” que hizo que los ho­mosexuales empezaran a ser perseguidos; muy pronto se llamó SIDA. En Colombia luchamos para que eso no pasara, yo inicié mis trabajos de prevención en 1983, tu­vimos aliados que nos permitieron hacer estra­tegias informativas en los bares. Pero la discrimi­nación homofóbica, que parece que ya pasó hace rato, acaba de pasar con la viruela del simio, cuan­do pensábamos que se había avanzado bastante en los derechos sexuales. Tan pronto el director de la Organización Mundial de la Salud relaciona la viruela con la maricada, empieza a haber nueva­mente persecución en va­rios lugares del mundo.

Como nos inte­resaba conocer sobre identidad de género y orientaciones sexuales, le preguntamos a Ma­nuel qué pensaba sobre la sigla LGBTIQ+, si consideraba que lograba abarcar todo el sector y si había identidades que no se sentían incluidas.

Inicialmente todos éramos maricas, maricas eran las lesbianas, mari­cas eran los gay, maricas eran las trans. La sigla LGBTIQ+, mucho más actual, tiene ventajas y desventajas, en el sentido en el que, por ejemplo, es una sigla que se supone que es identitaria. Ahí ya hay un problema porque una de las características de la Teoría Queer es ser no identitaria, por lo tan­to, parece una contradic­ción en la misma teoría decir que se tiene una identidad queer. Sin em­bargo, desde hace cuatro años a nivel internacio­nal ya se aceptó que ser queer es otra identidad. El plus o el signo + sig­nifica que hay más, tiene que ver básicamente con otros tránsitos del géne­ro y otras orientaciones sexuales. Recientemente, estamos trabajando sobre la construcción teórica en los tránsitos del cuerpo, porque yo soy sexólogo y he tenido personas que buscan apoyo que son transcuerpo, pero que no son transgénero, como un hombre heterosexual que se pone tetas, entonces uno lo que empieza a ver es que el plus incluye una cantidad de situaciones adicionales.

El concepto de orien­tación sexual es supre­mamente amplio, que implicaría que quienes trabajamos en este tipo de temas entendiéramos la importancia de recono­cer las unicidades, lo que quiere decir es que no hay una manera, verbigracia, de ser gay, sino que cada persona que así se identi­fica la vive de una manera particular.

La otra cosa que a mí me preocupa es que usualmente las personas en los sectores LGBT y de las diversidades de géne­ros y cuerpos, creen que son lo diverso, pero las heterosexualidades tam­bién son diversas.

Hay otros conceptos que son importantes tra­bajar, a modo de ejemplo, el concepto de post iden­tidad. Vemos un ejemplo: alguien era una chica he­terosexual, piensa que es lesbiana y construye una identidad post, la lésbica; cuando tiene claro que es lesbiana, se da cuenta que realmente ya no es una ella, sino que se sien­te más un él y ahora es transgénero; y luego asu­me que no solo es trans­género, sino que también quiere ser transcuerpo, quiere transitar en el cuerpo, entonces se hace una mastectomía, toma hormonas “machas”, se masculiniza y ahora es un hombre heterosexual, que se preña. Entonces cons­truye diversas identida­des, una detrás de otra, en la medida en que va avan­zando en la experiencia de Ser y en su conciencia psicosocial aparecen nue­vas post identidades. Lo que yo siento es que he­mos restringido el mundo con nuestras explicacio­nes y habría que entender que la gente no cabe en el lenguaje.

En medio de la con­versación ese no caber en el lenguaje nos llevó a descubrir en Manuel un precursor, no solo del lenguaje inclusivo, de ellas y ellos, sino tam­bién un visionario en el uso del lenguaje no bi­nario y la inclusión del pronombre elle.

En el 2004 escribo un artículo para una ponen­cia en un congreso inter­nacional de bioética que se realizó en la universi­dad del Bosque que titulé “Las identidades móviles de los, las, les seres”, fue la primera vez que el pro­nombre aparece en un tí­tulo de una ponencia, en un evento internacional y en una publicación cien­tífica. El cuento es que en mayo de 2007 hago una ponencia en España nue­vamente hablando de los, las les, titulada: “Del uni-verso al multi-verso como reconocimiento de la uni­cidad y del otro/a/e como un auténtico otro/a/e”, en el Congreso de Derechos Humanos y Ciudadanía, en San Sebastián.

La gente dice bue­no, pero ¿Este lenguaje incluyente de donde sa­lió, lo de los pronombres inclusivos? entonces yo les expliqué que estuve en Bélgica en Les Brujes y luego en la región va­lenciana, en España y ahí también había una cueva que se llama Les Brujes, el valenciano es muy pareci­do al catalán, y entonces yo me quedé pensando, oiga que interesante por­que puede haber brujos, brujas y les brujes; recor­demos que en español ya veníamos diciendo “les” como el pronombre que desempeña la función de complemento indirecto: “les dije que”. Yo empiezo a darle vueltas y concluyo que, si yo no quiero ser un él o una ella, podría ser une elle, podría ser un otre, en vez de un otro o una otra. Luego vino la marcha mundial LGBTI en Madrid y en los do­cumentos escribimos los, las, les, se creó un manual de comunicación reco­mendándole a los medios que fueran más inclusivos en su discurso y entonces ya se volvió tan universal que ahora aparece en las traducciones de Netflix. De igual forma, es im­portante entender que la inclusión no solo tiene que ver con los sectores LGBTI y de las diversida­des de géneros y cuerpos, sino que la inclusión tam­bién implica trabajar, por ejemplo, con las personas de otros sectores socia­les y que, los procesos la inclusión debe ser trans­versales, intersectoriales e interseccionales.

Fotografías: Manuel Antonio Velandia

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